2007/08/31

DE TURISTA POR OVIEDO: EL MUSEO DE LA IGLESIA


Este agosto te dio por turistear algunas tardes por Oviedo, eso sí, de zapatos, sin llegar al pantalón corto ni a las bermudas.
Algunos días la prensa incluye una página de información sobre museos, monumentos o actividades culturales en Asturias, y vas subrayando las gratuitas, que tampoco tu amor al arte da para tanto, y los días de la semana en los que se produce tan feliz circunstancia. Anotas: los jueves por la tarde, el Museo de la Iglesia.
Esta mañana de jueves, después de pasar por el Fontán, camino de casa entraste en la catedral a confirmar si realmente la visita al Museo era gratuita, como ponía la prensa. Lo era.
Oíste hablar muchas veces del Museo de la Iglesia pero no tenías claro qué era ni dónde estaba. Por supuesto habías visto varias veces la Cámara Santa, donde se conservan la Cruz de los Ángeles, la Cruz de la Victoria y la Caja de las Ágatas, pero no sabías si se consideran dentro del Museo de la Iglesia porque en ocasiones anteriores solo te habías parado en las joyas emblemáticas. Sigues sin tenerlo claro, pero este jueves volviste a ver los símbolos de Asturias y de Oviedo y, por primera vez, que recuerdes, el Museo de la Iglesia, que incluye, como su nombre indica, una buena cantidad de tallas, retablos, cuadros, cálices, casullas.
Pese al refrán “a misa paga no hay quien vaya”, merece la pena pasar una tarde sin prisas en el museo, deteniéndose en cada pieza. Las hay notables pero una vez más te viene a la mente cómo pudo haber retrocedido tanto el arte desde la perfección del clasicismo griego o romano hasta las tallas medievales asturianas.
En la Cámara Santa te coincide una visita de catalanes y ahí te enteras, por la guía, de que una de las tallas de piedra del apostolado es de San Père. Tienes noticia también de una nueva versión de la historia de los ángeles de la Cruz de su nombre. Se conoce que es una versión para turistas. El grupo se va. Te quedas con las ganas de seguirlos para oír qué historias les cuentan pero no tienes prisa y sigues a tu ritmo sin intermediarios ni interpretaciones. Lo que deduzcas será de cosecha propia.
Te detienes en una de las piezas más elementales de todo el Museo y lees que es un Relicario del Siglo XI de la “Parroquia de San Martín de Puente de los Fierros (Capilla de Buelles)”. Aprovechando que no te ve nadie, sacas una foto y te echas mentalmente las manos a la cabeza por dos motivos: porque la parroquia es “San Martín de Las Puentes”, que engloba a Puente de los Fierros y otros pueblos, y porque nadie dice Buelles, sino Güeches, con che vaqueira, pero sobre esto dirás algo otro día, si te acuerdas.
El Museo está muy bien cuidado, la iluminación es correcta excepto las piezas conservadas en unas urnas de metacrilato. Cucas por una ventana y ves la Corrada del Obispo. Nunca te habías imaginado que el Museo de la Iglesia estuviera detrás de la Puerta de las Limosnas y del gran balcón de forja desde donde se declaró la guerra de la Independencia al francés.
Cuando estás bajando ya las escaleras, y precisamente mientras las bajas, te tienes que detener un rato en un rellano al descubrir que los atentados a la armonía no se detienen jamás. Ves que pegado a un muro de los que limitan el cementerio de peregrinos anejo a la catedral, se está levantando un edificio de loseta o mármol blanco que nunca habías visto, y eso que rodeas la catedral por fuera muy a menudo. Otro nativo que pasaba por allí queda también pasmado y no os acabáis de situar dónde está realmente tal engendro. Tendrás que salir al exterior para ver que corresponde a la ampliación del Museo Arqueológico, que está pegando. Te parece haber leído hace unos años en la prensa que se produjeron fuertes discrepancias entre los técnicos o entre los técnicos y los políticos por la ampliación del Museo. No le prestaste mayor atención a aquello, pero ahora te das cuenta de que el que tenía razón es el que se opuso a la ampliación, que no sabes de qué partido era, ni si era de algún partido.

Por último, al pasar por el claustro te detienes en una inscripción de una tumba. En ese momento asocias que una prima tuya puso en el Messenger, junto a su nombre, el texto: “el tiempo hace que los muertos se conviertan en polvo. El tiempo mutila. El tiempo mata. El tiempo corrompe”. Por la noche le mandarás un foto de la inscripción:”Aquí yace olvidado Alfonso, saco de hedor; en vida hombre de grandes dotes, huerto de perfumes, prudente, veraz y fiel amigo con todos. Poseyó por poco tiempo el prestigio y la dirección de las escuelas. El mundo le dio y podía…pero le quitó en una hora cuanto le había dado. Por tanto, como te queda una esperanza igualmente mortal, recítale un salmo para que hagan lo mismo contigo. Corría la era por el mil trescientos treinta y siete”.

1 comentario:

ana lobeto álvarez dijo...

Seguí la polémica por las obras de ampliación a través de la prensa. La semana pasada, por fín y, desgraciadamente, pude comprobar personalmente el desastre cometido. Por muchas justificaciones que aleguen los arquitectos, lo único que tengo claro es que se está destruyendo de forma sistemática nuestro patrimonio histórico-artístico, de lo que tenemos múltiples ejemplos en Asturias.

Me siento pesimista; lo único que me reconforta es que sigan apareciendo voces discordantes contra las horteradas actuales. Sobre todo, me incomoda la irresponsabilidad de los políticos que permiten la destrucción de la celda de Feijoo, por ejemplo, para luego sustituirla por una recreación.