Un prestigioso catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo reproducía hace unos días en la prensa regional el proyecto que Ventura Rodríguez, el arquitecto más prestigioso de España en su tiempo, elaboró para Covadonga en sustitución de la capilla destruida por un incendio bien avanzado el siglo XVIII.
Los artistas -hablas de Ventura Rodríguez- son así, llevan al papel dibujos que al resto de los mortales no se nos ocurren. Algunos son capaces de sacarlos adelante contra viento y marea, llegan a triunfar y se acaban asumiendo. A veces hasta nos acostumbramos a lo más inverosímil después de la pueblerina (lo admites) reticencia inicial.
La cueva de Covadonga, sin embargo, no te la imaginas muy radicalmente diferente de como está, es decir, posibilitando ser vista desde abajo antes de subir a la explanada de la basílica. ¿Que en vez de la modesta capilla actual podría haber otra no tan sobria? Hasta ahí de acuerdo, pero lo que no te imaginas es que en el lugar actualmente ocupado por el estanque se levantara un mamotreto como el proyectado que ocultara la oquedad incrustada en la roca imponente
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Dice el catedrático: "Lamentablemente un presupuesto desacertado, una financiación deficiente y, sobre todo, la tenaz oposición del cabildo a una obra que desdeñaba la imagen tradicional de lugar y apostaba por una interpretación más laica del santuario frustraron su ejecución y nos privaron de una de las creaciones más relevantes de la arquitectura española".
No acabas de ver que obra tan vanguardista (que hoy tiraría a rancia) quedara mejor que el espacio vacío actual que nos permite contemplar la cueva a la distancia para ir entrando en materia (espiritual al que le diga algo).