2014/08/30

ROSA DÍEZ, SOSA WAGNER, EL FONDO (LOS FONDOS) Y LAS FORMAS.

Mantienen algo más que discrepancias formales el eurodiputado Sosa Wagner y la líder de UPyD Rosa Díez. Los oficialistas algo aludieron al manejo opaco de fondos y dietas del eurodiputado; éste echó en falta un poco más de democracia interna, sin señalar con el dedo, pero no era preciso.

Cuando se produce un debate de estas características (nada nuevo por otra parte, porque Rosa lo agitó en otra época y en otra orilla) es cansina la alegación de que se puede estar de acuerdo en el fondo pero no en las formas. Será así, creámoslo con ingenuidad, pero muchas veces si no hay extralimitación en las formas, no se consigue remover los fondos, en la política y en la vida. Es una vieja cantinela demasiado desgastada.

CONCIERTO DE PIANO

Un concierto de piano es una buena ocasión para meditar sobre la música, la cultura, las minorías, las aficiones, las costumbres e incluso sobre la reforma del Museo Arqueológico, invisible desde el exterior y sufrida visualmente desde el patio interior. Algo te sonaba Juan Barahona pero que no te pregunten más: Barahona, pianista. Punto. Te dijiste: no todo va a ser deambular por las sidrerías.

Nunca habías asistido a un concierto en el claustro del Museo Arqueológico. Tu ubicación, era inadecuada a conciencia. Llegaste diez minutos antes de la hora y eso que pensabas estar cometiendo un exceso. Piano y pianista se situaron en una esquina y tú ocupaste uno de los pasillos ciegos, con lo que pudiste hacerte una idea de cómo es la música para un invidente: no ves si el pianista gesticula ostentosamente o a lo Buster Keaton, si hace muecas o aspavientes o si inclina muy levemente o roza el suelo al recibir los agradecidos aplausos.

Mientras va fluyendo la música, aplaudes cuando toca, no antes (horror) e imaginas el anochecer de Oviedo como lo vería un monje que paseara por el claustro de un convento.

Tú estarías despistado porque no te percataste de lo mismo que el crítico, que descubrió en una sonata de Mozart cómo las indicaciones de tempo de los movimientos parecían volverse transparentes en las manos de Barahona. Tampoco percibiste que las respiraciones efectistas no finalizaban las frases sino que anticipaban el desarrollo del discurso. Como estabas del salón en el ángulo oscuro aplaudiste por cortesía pero no porque detectaras en los Nocturnos de Chopin una definición puntillista del contorno melódico en equilibrado juego con la mano izquierda. Únicamente comentaste con tu compañera de asiento, jubilada del ferrocarril y melómana, que parecía que tenía más de dos manos, pero hasta ahí llegó tu atrevimiento crítico.

Llegaría más adelante, interpretando a Liszt, la cualidad sinergética (no vale sinérgica, es lo siguiente) capaz de transformar el caos en orden.

Saliste contento del concierto pero si llegas a leer antes la crítica musical, te abrumas y no entras.



2014/08/27

ASTURIAS PATRIA QUERIDA, QUE TE LA DEJEN PONER

Recibió merecidos varapalos estos días el cantante Joaquín Pixán por atreverse a cantar una letra alternativa que empeora el original. Finalmente le dijeron que era una idea soberbia y que zapatero a tus zapatos, que lo tuyo es cantar.

Puestos a opinar, te apuntas y ofreces una alternativa. No estás de acuerdo con alteraciones revolucionarias. Crees recordar que las primeras veces que oíste la canción, el cuarto verso era en algunas ocasiones y no en todas las ocasiones, hoy absolutamente implantado. No es un cambio sustancial, pasa de lo modesto a lo patriótico, o a lo babayo si se quiere, pero una u otra solución son aceptables, suenan bien.

Es cierto que el himno no es un todo continuo. El quinto verso y siguientes rompen en letra y en ritmo musical con lo anterior. En cuanto a la letra, simplemente se trata de una falta de ligazón entre estribillo y estrofa, pero muy frecuente en otras muchas canciones.

Lo que siempre te chocó es eso de que la ponga en el balcón, que la deje de poner. ¿En qué quedamos, la pone o la deja? Propondrías una redacción con mayor sentido, tal como se indica en el rótulo de esta entrada. De esa forma los cuatro últimos versos quedarían así.

Que la ponga en el balcón,
que se la dejen poner,
tengo de subir al árbol
y la flor he de coger.

¿Quiénes se la tienen que dejar poner? Seguramente los padres, deseosos de controlar y eventualmente dar el visto bueno a las andanzas de los mozos. Esa alternativa implica un cambio mínimo y da sentido al conjunto del texto.

OMISIÓN CON MEA CULPA

Estabas terminando de tomar una botella de sidra y ya marchabas para casa cuando entra un asiduo lector de tu blog para recordarte tus andanzas veraniegas y, de paso, advertirte de un error u olvido. Pese a la positiva valoración del libro sobre Calzada del Coto, no mencionas al autor.


Es preciso corregir el olvido, no solo en la entrada primera, sino expresamente con este mea culpa.

http://sipiluchi.blogspot.com.es/2014/07/calzada-del-coto-historia-lengua-y.html

VIAJE A SAHAGÚN, CASTROAÑE Y CALZADA DEL COTO

Por el diario que aquí mantienes y por el listado de fotos, concretas tus últimas visitas a Calzada. En la maraña de fotos, entras en el directorio que titulas EXCURSIONES, SALIDAS Y VIAJES CORTOS y defines las fechas: el 11 de julio de 2009 y el 22 de octubre de 2011. En ambas ocasiones visitaste distintos pueblos, pero siempre Calzada.
Este sábado llegaba al completo el corto ADN a Sahagún (tú, tu hermana, tu hija) junto con la familia por afinidad (mujer, cuñado) , por hablar con fría técnica, para disfrutar de una brevísima visita a la Iglesia de San Lorenzo y su pequeño museo, el mercadillo matutino, con la inevitable cata del queso de pata de mulo; devolver impagables favores genealógicos y reencontrarse con esas familias que ahora ves en alguna ocasión diferente de los entierros.

Cariñosa la visita a la tía Olegaria en Castroañe. El hijo está restaurando con ilusión la casa de los antepasados. Como a media tarde se celebraba la misa vespertina, pudiste contemplar la iglesia y la pila bautismal donde habrán recibido las aguas algunos Albalás del siglo XIX. Dando un paseo por el pueblo, en una loma sobre el Cea, al que se baja a través de ‘las cuestas’ comprendes el porqué del nombre de Castro.

Más que una visita al trazado de las calles, Olegaria quiere que veáis su huerta, los tomates, las patatas, el cebollín, el sistema de riego, el pozo, y la cantidad de terreno yermo que contempla con pena porque no encuentra voluntarios que lo trabajen.

Casi al anochecer llegáis a Calzada, donde ser conserva esa foto juvenil tuya de mediados de los setenta. Tu hija y alguien más se quedaron con ganas de visitar una bodega pero no tardará en llegar otra ocasión. Al final una cena inolvidable con algunos de los primos y vuelta a casa bien pasada la medianoche.




2014/08/22

EL ESCAPARATE

Asocias el ventanucu a la estrechez, como si el hueco abierto en la pared guardara ajustada proporción con los metros cuadrados o los metros cúbicos del interior. Una gran ventana proporciona luminosidad al interior y sensación de holgura a pie de calle.

Llevado al terreno del bajo comercial, un gran escaparate ofrece la oportunidad de exponer un amplio muestrario del género que sea del caso, que luego se desplegará en el mostrador, donde se podrá ver y hasta palpar.

Hoy observas que muchos establecimientos, en particular de las grandes marcas, incluidos los bancos, ocultan las amplias cristaladas con llamativos carteles o seductores motivos publicitarios, seguramente por considerar que el valor de la marca supera al de la mercancía. Sus estudios habrán encargado.

2014/08/21

ALTERNATIVAS

Con la limitación de las terrazas en El Fontán, los días de sidra como a ti te gusta(ba)n allí (sentado, leyendo el periódico, botella de sidra y pincho de picadillo) se ven necesariamente reducidos: quedan acotados a esos días intermedios de nubes altas sin amenaza de lluvia y sin ese sol achicharrante porque entre tu calva y el cielo ya no se pueden interponer los derrotados soportales, solo queda margen para una simbólica sombrilla que poco asegura. Hay que buscar esos días entre Pinto y Valdemoro y que no se le ocurra los mismo a todo el mundo.

Hoy se dio bien, te dio tiempo a leer el periódico de cabo a rabo, hasta las páginas de contactos, ahora llamadas Línea de amigos, porque hay que estar al cabo de la calle de todas las tendencias.

Así, en el apartado de relaciones alternativas encuentras ofertas curiosas:

- Un chico de 34 años ¿chico?, discreto, sin pluma, con sitio ¿qué sitio? ¿sitiado?, busca chicos, entre 25-45 años ¿chico de 45?, casados, con novia, ¿casados con novia? ¿solo casados? ¿con novia?
- Una bien definida: chico de 35 años, buen cuerpo, no afeminado, busca muy madura, velludo y de aspecto fornido. Está claro.
- Ahora una entre tierna y realista: mujer de 37 años busca mujer lesbiana, para relación estable y compartir las cosas de la vida.
- Otra que traspasa las fronteras convencionales de la edad: chico de 46 años busca chico entre 45-57 años, sin malos rollos, para relaciones esporádicas. Te quedas pensando lo de los rollos malos.
- Pasivo de 63 años ¿pasivo es jubilado o es otra cosa?, varonil, busca una persona sin importar edad ni color para lo que sea. No será tan pasivo, a fe mía.
- Aries, 48 años, pasivo. ¡También el horóscopo como criterio de selección!
- Chico de 49 años busca hombre mayor de 65 ¡para vestirse de mujer! ¿y nada más, un voyeur?
- Hombre de 72 años bien empleados ¿cómo de empleados, empleados en qué?
- Hombre de 58 años, de Ponferrada, versátil. ¿Ser berciano amplía o reduce el espectro?
- Gay de 40 años aparentando menos ¡apondérate boroña, que si no, no hay quien te coma!

2014/08/20

LOS HELADOS

Si, como un turista cualquiera, hubieras cogido un día de permiso, te hubieras enfundado los pantalones cortos, hubieras colgado del cuello la cámara de fotos y te hubieras apuntado a una de las excursiones guiadas por los rincones más emblemáticos o más típicos de tu ciudad, mirando alternativamente al/a la guía y a los edificios que su dedo señala, aprenderías cosas que saben en las antípodas pero que tú desconoces.

Por ejemplo, empezarías por el Teatro Campoamor, punto de encuentro, en uno de cuyos laterales se levanta el heredero de aquel carbayón que murió, como glosa el suelo de la calle Uría, bajo el hacha fratricida de nuestra Corporación.

Cruzando un semáforo llegarías a la Plaza de la Escandalera, donde podrías saludar discretamente a tu señora si coincide cerca de la ventana en ese momento, pero sería raro porque estaría embelesada en algún cuadro de amortizaciones.

Después, cruzando la calle Uría y el correspondiente paso de cebra, llegarías al parque San Francisco, delimitado en su parte inferior por el Paso de los Álamos donde quizá informarían del machacado mosaico artístico que tanto pisas y pasas (hoy por ejemplo camino del Fontán en busca de la botella de sidra y el pincho de picadillo) obra de Antonio Suárez, pero eso no sería lo más relevante.

Mientras se concentra el grupo de turistas, ves a un paseante foriatu (quizá ilustrado en un grupo precedente o a saber en qué fuentes) participar a su compañera sin detenerse:

- ¿Sabes qué es lo más conocido de este paseo, que llaman el Paseo de los Álamos? Los puestos de los helados.

Como estabas en una esquina, de espaldas al parque, instintivamente diste la vuelta para comprobar que, efectivamente, los quioscos de los helados eran lo más destacado del Paseo de los Álamos.

Estas y otras muchas cosas podrías haber aprendido si te apuntaras a la veraniega excursión.

Quizá te ocurra como en el vídeo del baloncesto, que de tanto concentrarte en lo accesorio, no ves lo principal: los helados.


https://www.youtube.com/watch?v=Hsuln0VQJns

MANUAL DE PINTURA Y CALIGRAFÍA, de Saramago

Dudaste si lo que estabas leyendo era una novela o retazos de una autobiografía por el rastro biológico que crees descubrir en la obra. Es imposible leer a Saramago (y a otros autores cuya voz tengas identificada) sin imaginar que en realidad estás oyendo recitar con su propia voz queda mientras sostiene su libro entre las manos a la vez que descansa con las piernas cruzadas. Así comienza, y es una forma magistral de introducir e incluso resumir una de las varias líneas generales de la trama.

Seguiré pintando el segundo cuadro, pero sé que no voy a acabarlo nunca. La tentativa ha fracasado, y no hay mejor prueba de esta derrota, o fallo, o imposibilidad, que la hoja de papel en la que empiezo a escribir: hasta un día, tarde o temprano, en que iré del primer cuadro al segundo y vendré luego a este texto, o saltaré la etapa intermedia, o interrumpiré una palabra para acercarme a poner una pincelada en la tela del retrato que S. me encargó, o en aquel otro, paralelo, que S. no verá.

No eres de los que, leída la mitad de una novela, te lanzas a la última página, impaciente por descubrir en qué termina, pero no estaría de más que de vez en cuando volvieras a la primera por si encuentras la clave que te saque de alguna duda. Te habrías olvidado de esa buena costumbre si Saramago no se hubiera remitido en algún pasaje a esas primeras líneas.

Como si de un particular renacentista se tratara el autor, que se denomina H. (¿el hombre?) pasa de un retrato cartesiano, fidedigno y por encargo, concebido para de ser colgado en una sala de juntas de un Consejo de Administración, a una libre interpretación del retratado, esa imagen también real pero tantas veces oculta, una disección psicológica del pintor/escritor, que como pintor intentó “destruir a este hombre cuando lo pintaba, y descubrí que no sé destruir”.

H. se ve en la necesidad de completar a través de la escritura, letras dibujadas al fin, esos aspectos que no logra precisar con los pinceles, ese dibujo del rico “que enciende ofendido el pitillo porque casualmente no hay allí nadie que se lo encienda”.

En esta novela (aceptas el encasillado) Saramago descubre la transformación que se opera en el propio autor de las pinturas y escritos. Transforma al posado y se transforma el artista/artesano. Estamos ante una triple cara: la del retrato oficial, la del metarretrato (del modelo en ambos casos) y el retratista que se va remodelando en ese ejercicio de transformación exterior que deviene también interior, reflejo también de magistrales transiciones entre la pintura y la escritura:

He dormido mal. Y estoy solo. Hace más de ocho días que no oigo sonar el teléfono. He despedido a la asistenta. Durante un tiempo, le dije. Ahora tengo poco trabajo, y yo mismo arreglo la casa como puedo. Adelaida oyó lo que le dije. No se le movió ni un músculo de la cara, pero el pie derecho se le torció levemente, quedó como embotado, dolorido, lleno de aflicción. Salió sin una palabra, o diciendo sólo «cuando quiera». ¿Cuando yo quiera? ¿Cuando quiera ella? No lo sé, pero la diferencia sería ciertamente (lo digo por segunda vez) la de dos tonos diferentes del color. No tiene la pintura ambigüedades de éstas (menos ambiguo sería decir «estas ambigüedades»), pero otras tiene que me llevaron a escribir, e imposibilidades también: falta, para que quede definitivamente probada la justicia de este mundo, que las ambigüedades de la escritura, y a la vez sus imposibilidades, me obliguen a pintar. O algo intermedio. He inventado ya el centisegundo, que no sé cómo aplicar. Me faltaría ahora descubrir el escripintar, ese nuevo y universal esperanto que nos transformaría a todos en escripintores, entonces tal vez dignos prácticos de benditas artimagias. Busco en el sueño: artimagias, bartimagias, barthes magia, cartimagias, karl marx, dartimagias, darte más, eartemagias, ¿y arte? más.

No queda ahí la imbricación entre la pintura y la escritura (la caligrafía, es decir, letra hermosa ¡qué acierto el título bebiendo directamente de la etimología griega!). Avanzando un paso más, se llega a la retroalimentación (¡puaj!, caíste) entre la escritura y el pensamiento, en sucesivos viajes de ida y vuelta, dialécticos se podría decir.

“… si me lancé a escribir fue precisamente para darme tiempo de pensar, para pensar con tiempo. Nacer, vivir, morir, son verdades universales y secuencia natural. Si quisiéramos transformarlas en verdad personal y en secuencia cultural, tendremos que escribir mucho más que los tres verbos por aquel orden dispuesto, y admitir que, entre los dos extremos de nada y nada, el vivir puede contener algunos nacimientos y muertes, no sólo los ajenos que de algún modo nos toquen o hieran, sino otros nuestros: al igual que la culebra dejamos la piel cuando ya en ella no cabemos, o vienen a faltarnos las fuerzas y nos atrofiamos dentro, y esto sólo acontece a los humanos.”

Ahora otra imagen deslumbrante de la pintura, que te recuerda el divertimento etimológico de la educación: si deriva de conducir o de extraer. La pintura que a base de echar capas, sin embargo funciona como bisturí abriendo o levantando pieles y carnes:

“No es un bisturí, pero sí algo parecido a un bisturí. Sirve para levantar, delicadamente o desgarrando, la piel de los señores de la Lapa, por ejemplo, y saber quién hay debajo”.
“Toda obra de arte,…debe ser una verificación. Si queremos buscar una cosa, tendremos que levantar las coberturas (o piedras, o nubes, pero digamos, como hipótesis, que son coberturas) que la ocultan. Ahora bien, yo creo que no valdremos mucho como artista (y, obviamente, como hombre, como gente, como persona) si, hallada por suerte o por trabajo la cosa buscada, no seguimos levantando el resto de las coberturas, apartando piedras, despejando nubes, todas, hasta el fin. Recordemos que la primera cosa puede haber sido puesta allí sólo para distraernos de la segunda. Verificar, simple opinión mía, es la verdadera regla de oro.” (“¿Y qué más”, que diría Julián Marías en boca de Javier Marías).

Por lo demás, la novela incluye agudos comentarios sobre algunas ciudades italianas. Coincides en el encantamiento de Siena y Florencia y la indiferencia ante la enormidad descomunal de Roma. Abundan también los comentarios sobre los pintores de todos los tiempos, pero se da la paradoja de que Botticelli no es de los suyos: “No debo de estar aún maduro para gustar de Sandro Botticelli, pues me dejan casi enemigo de su Venus”. Pese a ello, la portada se ilustra con uno de sus cuadros. ¿Un doble sentido que ignoras? ¿Hay que aplicar el bisturí a la portada? ¿Hay que levantar algo?

Y termina con “Esta escritura va a terminar. Duró el tiempo preciso para que acabara un hombre y empezara otro.” La acción se desarrolla justamente en los últimos meses de la dictadura portuguesa en el momento de triunfar la revolución de los claveles. ¿Influyó en algo la pintura, el bisturí, la escritura, el pensamiento, el arte de ida y vuelta?

2014/08/16

HABLAR POR DELEGACIÓN

Vuelves, una vez más, a Saramago. No te importa ser animal que tropieza una y otra vez en la misma piedra o en otra parecida, en este caso el Manual de pintura y caligrafía.

Hacia la mitad de la novela, o el género al que pertenezca esta obra, lees “Escribir en primera persona es una facilidad, pero también una amputación. Se dice lo que está ocurriendo en presencia del narrador, se dice lo que él piensa (si es que quiere confesarlo) y lo que dice y lo que hace, y lo que dicen y hacen quienes con él están, pero no lo que éstos piensan, salvo cuando lo dicho coincida con lo pensado, y sobre eso nadie puede tener seguridad.”

Cuando Saramago escribió el párrafo anterior no sabía que a mediados de agosto de 2014 el arzobispo de Oviedo iba a ser intervenido quirúrgicamente en el Centro Médico de Oviedo ni que la portada del primer periódico regional iba a recoger literalmente las manifestaciones del prelado: “los médicos están impactados con la rapidez de la evolución”. Lo dice el enfermo, pero los galenos no se manifiestan directamente.

PREGÓN Y PREGONERO

Según los que saben de estas cosas, el pregonero es el que habla antes, pero a veces parece que da igual lo que diga, lo que importa es que diga algo, que entretenga al personal, que enardezca los ánimos si de eso se trata o, en improbable hipótesis, que los aplaque si estuvieran a punto de fuego. Hoy en las fiestas no hace falta pregonero, todo está pregonado a través de carteles, de los medios de comunicación o de las redes sociales. Sin embargo, el pregón se mantiene, aunque no pregonará lo que todo el mundo puede saber por otros conductos, sino que discurrirá por otros vericuetos, mirando más a los recuerdos que al futuro.

Pese a ese desvaimiento (neologismo que te apuntas) el pregonero merece un respeto y no quedar en un triste anonimato. No es la primera vez que observas este descuido, muestra de que en las fiestas el ruido importa más que la palabra. ¿A quién le importa? ¿A quién le importa lo que yo diga? ¿A quién le importa lo que yo haga?

Escribes esto entre la rabia y la tristeza por no haberte enterado de que el pregonero de las fiestas de Lugo de Llanera era el infatigable promotor local Abel González, pero su nombre no se anunció en la prensa regional ni en la local ni en el cartel de las fiestas ni en las redes sociales (que tú hayas visto). Sí se difundió con tiempo la actuación de las orquestas Tropicana, Malibú Show, Dominó, Version Original y Europea Big Bang o el show de Peppa Pig pero el pregonero no tuvo la oportunidad de pasar por la imprenta.

2014/08/14

CATÁLOGO DE PREOCUPACIONES Y DUDAS

¿Tienen toda la razón los palestinos? ¿Encontrarás un hueco para un viaje a Tierra de Campos y el valle del Cea este verano? ¿Cómo se bloquea a un gobierno extranjero hostil sin perjudicar a su población? ¿Por qué en tantas ocasiones huele a caballo en la estación de Oviedo? ¿Cómo será a medio plazo la salud de la familia? ¿Habrá reunión de primos? ¿Bajarás algún kilo haciendo la misma vida? ¿Cuándo volveremos al coro? ¿Te decidirás de una vez por la mejor tarifa multitelefónica? ¿Cuándo te mandarán algo claro en relación con la calidad? ¿Es absurdo predisponerse a pensar bien o, al menos, descartar de mano la malicia? ¿Existirá un programa genealógico mejorado donde volcar 22.000 entradas? ¿Cuántas veces podrás disfrutar de la sidra y del pincho de picadillo con la reducción de la terraza del Fontán? ¿Sacarás tiempo para leer? ¿Qué será de tu hija? ¿Cómo se atrevió a marchar para el Kurdistán el hijo de tus amigos http://www.albertomf7.blogspot.com.es/? ¿Son estas todas tus preocupaciones?

2014/08/05

LA TORRE VIGÍA, de Ana María Matute

Tal como dejaste escrito, llevaste para la playa un libro de Ana María Matute, fallecida este año. Cuando, unos días antes de marchar, pasaste por la biblioteca, ibas pensando en Olvidado Rey Gudú, pero no estaba disponible, así que cogiste de entre lo que había en las estanterías una obra de tamaño ligero, que resultó ser La torre vigía.

No te gustó, quizá porque venías de leer a García Márquez con su prosa sugestiva y exuberante. Es una pena catalogar a un escritor por una única obra pero quizá no le vuelvas a dar otra oportunidad.

Narra los años de formación de un caballero medieval. Por momentos te pareció que abusaba exageradamente de las comas, ese pecado que detectas en muchos escritores aficionados de cuentos. Por si no lo habías escrito nunca, no te gustan ni la pornografía ni la recreación de la violencia, ni en la pantalla ni en el papel. Para más inri algunas vísceras salpican la letra impresa.

Acercó más el barón el collar, en la afilada punta de su lanza, al joven y éste intentó apartar el rostro. Aquel gesto levantó toda la furia de Mohl. Retrocedió en su montura, cimbreó su lanza y cargó sobre el muchacho, atravesándole la boca: igual que si del ejercicio del anillo se tratara (y que con tanto gusto solía presenciar). Lo llevó a cabo tan certeramente, y con tan singular puntería dio una y otra vez en blanco, que, a poco, una masa sanguinolenta y viscosa sustituía a aquella boca fresca, descarada y riente, que tanta pasión –aunque más dulce- despertara otrora en mi señor.

2014/08/03

SUPERIORIDAD MORAL

Estaba la mujer árabe en la playa disfrutando a su manera del baño y de la compañía de los suyos. Dicen algunas defensoras de las costumbres de su raza ¿o de su religión? que vestirse de esa forma, dejando a la luz mínimamente la cara, las manos y algo de los pies no es prueba de sometimiento al varón ni temor religioso sino una reafirmación de su identidad cultural.

Nadie la molestó, podrías decir que hasta pasó desapercibida. Las parejas que se querían siguieron queriéndose cerquita y cercanos. Quien leía, no apartó el libro que tuviera en las manos ni interrumpió la conversación, el paseo o el chapuzón.

Unos días antes observaste allí mismo a una matriarca gitana ataviada también al modo de su estirpe, mientras los churrumbeles correteaban entre la arena. Tampoco te percataste del yugo, de hecho se movía con soltura pese a los refajos.

Son dos ejemplos de pueblos que respetan a la mujer.

Hace unos meses, estuviste en la escuela interna de formación de la capital del reino para recibir la primicia sobre el coche silencioso, el Pay Pal y otras novedades implantadas al poco tiempo, que ya se conocían por la prensa. Lo que no viste publicado en ningún sitio fue determinada rotulación de un WC y no te resististe sin comprobar de qué se trataba. Como pasan periódicamente por tal escuela los árabes que se están formando para el tren de la Alta Velocidad de La Meca, hubo que adaptar servicios higiénicos a sus costumbres.

Ellos no tienen por qué hacer lo propio con nosotros porque sus creencias son las verdaderas y eso no se discute.