2006/11/29

No me decepcionó. Nunca decepciona ver y oír a Francisco Sosa Wagner, dandy a su pesar.

Ayer tuvo lugar en el Club de Prensa de La Nueva España la presentación del libro ASTURIANOS EN LA POLÍTICA ESPAÑOLA del Catedrático de Derecho Constitucional de Oviedo Joaquín Varela. Introducían el acto Francisco Sosa y un miembro de la editorial.

Lo que ocurrió era de esperar. El presentador se comió al presentado, lógico pensando en la fuerza expansiva y mediática de Sosa, pese a la tenacidad y la seriedad de Varela. Como la foto que sale en la prensa la hicieron, como siempre, al principio, para cucrir el trámite e ir cerrando la edición, no refleja en absoluto lo ocurrido. Si hubiera esperado, habría tenido la oportunidad de obtener una foto psicológica con Sosa casi echado sobre Varela, sacando pecho, en esa postura intermedia que medio mira al autor, medio mira al tendido, con su sonrisa picarona, sus mofletes y la permanente pajarita, dandy contra el dandismo. Varela se tenía que echar hacia atrás y hacia el lado opuesto a Sosa, formando dos líneas paralelas oblicuas con respecto a la mesa.

¿Y lo que se contuvo después mientras hablaba Varela, que le daban ganas de apostillar cada frase?

No es una crítica, porque al fin y al cabo yo iba a ver a Sosa. Otro comportamiento me habría decepcionado.

Ya en otra ocasión me tocó presenciar algo parecido. Fue cuando Fulgencio Argüelles presentó en el Café Español uno de sus libros. Invitó por cortesía a D. Agustín, pero iba a introducir el acto Álvaro Ruiz de la Peña, que también estaba ayer entre el escaso público. Pero, ay amigo, cómo se iba a conformar D. Agustín sin traer a colación a los héroes de la mitología clásica, vinieran o no a cuento, que no venían..

Igual ayer, Sosa llevó la presentación a su terreno, a la elogiable estructura del Derecho Público alemán o de su plan de estudios, no me quedó claro, cómo en el Derecho Alemán no existe la distinción entre Derecho Constitucional y Derecho Administrativo. Mostró su sorpresa, y su elogio, por que un Catedrático de Derecho Constitucional se volcara más en el estudio de la historia que en las pequeños comentarios sobre lo que el Tribunal Constitucional escribe o deja de escribir. ¿No te dedicas a eso, no? Le vino a decir. Como entre el público podía haber otras “sensibilidades” hizo una salvedad de estilo por si acaso.

No dejó bien parada a España. “No somos un país serio”.

No se atrevió a meterse con los políticos, no en vano estaba allí el ingenuo ex presidente del Petromocho, quiero decir del Principado, Luis Rodríguez Vigil, que más bien, asistía en su condición de escritor de historias asturianas, brujerías y cosas así. De hecho realizó desde su asiento alguna apostilla histórica. El ex presidente no dejó de rascarse la cabeza, repantingado en la silla, mirando hacia atrás a ver quién entraba, como los niños pequeños en la iglesia, el ex presidente. No sé si es un patán o una muestra de que el pueblo llano puede llegar al poder.

Por lo demás, el auditorio era mínimo, quizá cuarenta personas, entre los que estaban el Director del Grupo Editorial, que no se prodiga mucho por otras conferencias; estaba Ramón Punset, otro catedrático de Derecho Constitucional, de grato recuerdo para mí, no en vano me puso una matrícula en segundo.

Como en sus intervenciones los ponentes aseguraran que el político necesita un respaldo intelectual detrás, uno del público, casualmente el que escribe estas líneas, les preguntó en la ronda de preguntas si ese respaldo intelectual tenía algo que ver con el pensamiento Alicia. No les sonaba, dijeron.¡Hombre! y después, y después no haberlo leído. No tocaba polemizar con D. Gustavo Bueno, máxime en la sede de La Nueva España, su atril laico.

2006/11/22

LA CASONA DE REGLA

Triste final se aventura para la Casona de Regla, edificio urbano del siglo XVIII, que vió nacer al músico y muicólogo asturiano y asturianista Eduardo Martínez Torner. Una temporada lleva ya en los papeles y su futuro no es halagüeño. Como suele ocurrir, las informaciones son contradictorias. Hay un peligro cierto de intoxicación informativa. “La propiedad” se mueve bien en el entorno mediático, patrocina espacios en televisiones locales o regionales, tienen presencia en los medios, en general para no decir nada. Algún joven periodista de la sección de local, tendrá un problema de conciencia sobre lo que puede decir y no, pero esa es su cruz.
El caso es que muchos de los inquilinos fueron marchando y ahora solo queda un cerrajero en el bajo, y tampoco de eso estamos seguros, porque la propiedad dice que cerrajero sería en otro tiempo, que ahora ya no tiene actividad, y éste replica señalando que la disminuyó precisamente por el puteo de todo tipo a que le sometieron.
La casona la compraron (para rehabilitarla) los del restaurante Latores, pero finalmente se declaró en ruina. A saber en qué quedará la cosa. La Voz de Asturias pone algo; La Nueva España en la misma línea. Menos mal que hay algo de libertad de prensa y en este caso le tocó a EL COMERCIO dar algún dato más concreto: los propietarios tendrán que declarar como imputados porque la policía encontró indicios muy evidentes de que en el piso superior alguien serró las cañerías intencionadamente para que se deteriorara la parte inferior.
Problema moral: los de Latores tienen un restaurante de gran prestigio en la ciudad. No sé por qué se meten a bomberos. Zapatero a tus zapatos. De momento gozan de presunción de inocencia, pero pienso si debería ponerle un veto, aunque nos tratan bien porque tenemos ciertas coincidencias vaqueiras que compartimos de las castellanas tierras de Torrestío.
Con remilgos de este tipo no voy a poder entrar en ningún sitio ni comprando nada, porque o los productos están manufacturados en el Oriente asiático por un cuenco de arroz, o están hechos aquí a base de economía sumergida, o andan jugando con los contratos temporales y con los inmigrantes. Ya tengo puesta una cruz negra al café-bar-pub Filarmónica por cierto incidente que trascendió con un o una hispana. Los tengo en el recuerdo.

PRINCIPADO Y HOSTELEROS FIRMAN LA PAZ DEL TABACO

La Nueva España: Principado y hosteleros firman la paz del tabaco.
Y en la entradilla “ Gobierno y empresarios negocian la interpretación de los aspectos más conflictivos de la ley que prohíbe fumar y pactan más ayudas al sector y una política no intensiva de sanciones”.

En el desarrollo de la noticia lo leemos todavía más clarito: “El Gobierno, atenderá las denuncias que formulen los ciudadanos, aunque dio a entender que será selectivo en las actuaciones de oficio de los servicios de inspección, que no se irá a una acción sancionadora intensiva”. Y acuerdan negociar la interpretación de la ley en donde se abordarán los aspectos más confusos, así como los expedientes sancionadores abiertos o que puedan abrirse.

Hace un tiempo su análisis era otro. Pero todos tenemos derecho a cambiar de opinión, y en política más.

El gobierno atenderá las denuncias. Hombre, que menos, lo que no asegura que se vaya a terminar en ninguna parte. Atenderá, es decir, un modesto funcionario pondrá el sello del registro de entrada en el duplicado de la denuncia. Con eso ya queda atendido el ciudadano. Hombre, estrictamente sí.

Será selectivo. Más bien la selección, como algunos premios, quedará desierta. No habrá inspecciones de oficio. Para evitar problemas, sírvanse los inspectores del ramo tomar el café de la mañana, ya que están dentro de jornada, en locales de menos de cien metros, que alguno habrá en las inmediaciones. No osen aparecer en locales mayores, no se vayan a ver en el compromiso de denunciar de oficio para el inglés. Cursarán, porque no tienen más remedio, las denuncias que presenten los ciudadanos, ciudadanos que ingenuamente piensan que para qué van ellos, pobres, a denunciar nada, si ya habrá inspectores que velan por el cumplimiento de la ley. Vana ilusión. Al ciudadano le toca poner la firma y la cara, y a esperar, quiero decir a esperar cómo su papel queda en agua de borrajas.

Negocian la interpretación. Creí que las normas administrativas las interpretaba la Administración o, en última instancia, los tribunales, pero no, aquí las interpreta una comisión. Y la misma comisión abordará los expedientes abiertos o que puedan abrirse, o sea que, como en las comisiones de recursos de los expedientes disciplinarios. Seguramente esa patronal se quejará del intervencionismo sindical en las sanciones a sus trabajadores, pero ven perfecta la colaboración con la Administración en eso otros recursos.

Y, por fin, las ayudas. Bien. Los hosteleros respetuosos con la ley que acometieron obras perdieron un dinerillo por timoratos, por ser respetuosos con la ley, nada nuevo por otra parte.

A partir de ahora, los que se adapten tendrán subvenciones. Las adaptaciones podrán ser como quieran, no serán sancionables, serán interpretables a favor del administrado, etc.

Tendrá que ser así.

LOS HOMBRES DE...

Puedo hablar en genérico, pero estoy pensando en la empresa, en mi empresa. Gestionar el cambio, frase que está entre el acierto y el papanatismo, no sé más cerca de cuál.
Los que ya tenemos una edad y quizá estamos desencantados (es decir, no confiamos en que los problemas se resuelvan de acuerdo con principios sino de acuerdo con intereses, no siempre legítimos, no siempre exponibles, qué manía tengo por los paréntesis) tenemos mitificadas algunas cosas del pasado, algunas formas de organizarse, con otros medios. Quizá lo veíamos con otra ilusión, con otros ojos, y a lo mejor eran tan arbitrarias como las actuales.
Volviendo a la frase semi-inicial “gestionar el cambio”, o es una idea-fuerza (olé) o es una muletilla útil. El caso es que la acabé interiorizando y ahora estoy convencido de su acierto. Decía que oí o leí alguna vez, quizá para justificar cambios y nombramientos, que los gestores actuales no tienen que ser especialistas en nada, sino en gestionar cambios. ¿Qué estudiaste Biblioteconomía? No hay problema, si hiciste un máster, o incluso sin hacerlo, pero eres un hombre con regaños o, sin regaños pero con la amistad oportuna en el momento oportuno, te pueden hacer Director de Operaciones. ¿De donde? No importa, hay directores de operaciones en siderurgias, en distribuidoras, en tabacaleras y en hipermercados. ¿Y qué equipo pones? Tampoco importa. Alguien habrá que sepa (y algún ingenuo que crea) algo al final de la cadena. Alguien sabrá algo de tabaco, de hierro, de algo concreto, por encima de sinergias, transversalidades, vacíos y parafullas.
Tengo asistido a alguna ponencia en la que participó algún directorón y no decía, por ejemplo: “El departamento de Seguimiento de Inversiones externas informará de…”, sino que lisa y llameante hablaban como en el bar: “Eso lo lleva Paco”. Hala, los hombres de Paco, cuando allí habrá hombres que hacían cosas antes de Paco y que las seguirán haciendo cuando Paco, a no tardar, ascienda.
En mi empresa, digo, acaban de hacer una reestructuración, pero no se dice “Se vió la conveniencia de descentralizar territorialmente las operaciones de mantenimiento de vehículos de…”, sino “querían apartar a Alfonso pero le dieron los talleres nuevos”.
En fin, una falta de respeto, que, no por esperada, deja de extrañar. El caso es que no sabemos si hay que seguir teniendo ilusión o si hace uno el gilipollas manteniendo alguna. No hablamos de ilusión por una imposible y ya no deseada promoción, sino por el ansia de trabajar con rigor (de acuerdo a norma, lo siento, uno es rehén de su pasado), sin que quiera decir que lo mejor es ir estrictamente por el libro.
En fin, como decía Unamuno de la República “No es esto, no es esto”.

2006/11/20

LA VUELTA DE GUMERSINDO

Mis hermanos quedaron fríos cuando se lo dije. Siempre tuve una confianza especial con papá, no en vano hago de hermano mayor, aunque no lo fui. Lo fui y lo soy para mí y para mis hermanos, pero no para mamá y papá: cuando tenía dos años, mi hermano mayor, Alfonso, cayó al río una mañana del mes de julio, mientras mi madre lavaba, y su cuerpo nunca recibió sepultura.
Mis hermanos y yo tuvimos una infancia feliz, si es que la felicidad es un estado y no una meta. Mis padres y los tres abuelos que vivían por entonces nunca superaron aquel trauma. No eran tiempos de psicólogos. Rumiaron la muerte en soledad. Nunca nadie reprochó nada a mi madre. Fue un trago para ella, según supe después, la mañana que fue con mi padre a declarar al cuartelillo, a los cuatro días de aquello. Lo que mi madre contó ante el cabo jefe del puesto fue lo único que mi padre le oyó para siempre jamás. Al cabo de unos días el cabo dijo a mi padre que el juzgado había archivado el asunto. Mi padre no le preguntó más, únicamente le pidió que, cuando encontrara a mi madre por la calle, se hiciera el encontradizo y se lo contara él mismo, porque él se había prometido olvidarlo, si era posible.
Años más tarde, tendría yo mismo una oportunidad única de leer aquella declaración cuando me dieron una beca para informatizar el archivo histórico de la Guardia Civil en la Provincia. Llegué a tener el legajo polvoriento en mis manos, pero lo escanée, le asigné la clave correspondiente y no quise destruir el secreto. No me arrepiento.
Estaban muy orgullosos de Alfonso, era un niño guapo, cariñoso, despierto y sabía de memoria unas cuantas sintonías de la radio, en especial la inconfundible música del parte.
Mis padres, Sindo y Teresa, no querían tener más hijos. Eso me confesaron mis dos abuelas, cada una por su parte. Pero en el enero siguiente, a los seis meses de faltar Alfonso, en casa no se decía morir, mi madre quedó embarazada de mi hermana Julia. Sería la primera de una larga serie de embarazos, así fueron viniendo al mundo Leonardo, Arquímedes y Aristóteles. Fueron unos años en los que mi padre, además de tener hijos, leía libros de historia y de antigüedades en general, y bautizaba a sus hijos según sus heroes del momento. A mí me llamaron Sindín, de Gumersindo, como mi padre. No sé sí no sería mejor que me hubieran llamado Platón o Jenofonte. Para los hijos siguientes el nombre lo eligió mi madre, que se decidió por Rosa, Azucena y Violeta, no en vano se pasaba horas en el jardín entre podas e injertos. Si en esa fase de la vida Dios les hubiera dado un varón, porque los hijos entonces los daba el cielo, sería un Crisantemo, que quedaría en Cris. Mi madre murió en ese parto. Era la época en la que los niños empezaban a nacer en los hospitales, pero mi madre quiso tener en su casa el que ella decía que sería el último, en la misma cama que parió a Alfonso y a todos los hermanos. Sí, fue el último. Estaba ya un poco delicada y recibía muchas visitas. En una de ellas, vino a verla un tío, hermano de su difunto padre. Se notó peor, pero no se atrevió a decir nada, para no molestar. Nunca quería molestar. Ese pacato sentimiento tan antiguo le costó la vida. Me cuesta escribir esto de mi madre.
Pasaron los años. Mi padre se dedicó en cuerpo y alma a nosotros. Le dimos muchas alegrías y algún disgusto.
El último fue cuando, después de tomar juntos unos vinos, al llegar a casa le dije que me separaba. Ni por lo más remoto lo sospechaba.
- ¿Hay otra persona?, me preguntó.
- No, soy yo.
- No te creo, eso es imposible. En las separaciones siempre hay otra u otro.
- Créeme, papá, no hay nadie.
- ¿Y ella,…Susana, qué dice?
- Lleva tres días sin salir de casa.
- ¿Y los niños saben algo?
- No, ya sabes que están de campamento y no vienen hasta dentro de unos días. Pensé el momento. No quería que vivieran esa tensión y busqué el instante menos malo para decírselo a Susana.
- Ese momento siempre es malo, Sindín, hijo.
Mi padre se quedó mirando fijamente para la lámpara del techo para contener las lágrimas. No tuvo más remedio que ir al comodín a por un pañuelo limpio.
Seguí.
- Mira, papá, busqué un momento en el que Susana tuviera esos días de descanso que junta de vez en cuando, de las guardias que le deben, porque ya me temía que lo iba a tomar así.
- ¿Y hablasteis ya de cómo decírselo a los guajes?
- Susana no para de llorar. No sé cómo la voy a entrar, y eso que mi amigo Ricardo el sicólogo me había recetado unas fórmulas, pero, nada, no soy capaz, se me cayeron los esquemas, y no pensé que lo fuera a tomar así.
- No te extrañe, Susana siempre fue muy buena conmigo y con tus hermanos. Acuérdate de cuando Aris estuvo en el hospital tres meses.
- Sí, papá, me acuerdo, pero eso no son razones para seguir un matrimonio sin amor.
- Ya, pero yo te lo tengo que terminar de decir…que fue ella la que lo acompañaba en la rehabilitación, yo creo que fue gracias a ella por lo que Aris recuperó la movilidad.
- Sí, papá, te repito que lo tengo en cuenta. No lo puedo olvidar. No lo voy a olvidar, pero quiero pasar página, que la vida solo se vive una vez.
- Pero, ¿qué te falta, hijo?
- Papá, me falta que ya no soy feliz.
- ¿Y separándote crees que lo vas a volver a ser? Porque no me dirás que no lo fuiste nunca.
- Sí, creo que lo fui, pero ya ni siquiera estoy seguro de eso. No, no estoy seguro. No tengo ilusión, papá. Me da igual so que arre, nada me hace gracia, los compañeros me ven cambiado y cuándo me preguntan qué me pasa, les digo que nada, pero con razón no me creen.
- Bueno, está bien, hijo, cuenta conmigo para lo que quieras. Si quieres voy a ver a Susana. ¿Lo saben ya mis consuegros?
- Sí, cuando llamaron ese día por la noche, notaron que algo pasaba y se lo dijo.
- ¿Y cómo quedaron?
- Mudos.
- ¿Hablaste con ellos?
- No, ya te digo que quedaron mudos. Bueno, te lo digo por quitar un poco de hierro.
- Bueno, pues, no sé si será buen momento, pero yo también te tenía que decir una cosa. Lo que pasa es que quería que estuvieran presentes tus hermanos, al menos los que están en España, que no nos volvimos a juntar desde que Azucena sacó las oposiciones.
- ¿Qué es? ¿Qué te decides a ir a vivir para el piso nuevo por fin?
- Sí, pero no voy a ir solo.
- Irás con Viole, que no hay manera de echarla de casa.
- No, me voy con Amaya.
- ¿Con Amaya?
- Sí, con Amaya. Me caso con ella.
- ¿Cómo que te vas a casar? ¿con Amaya la de…, bueno, la viuda de Don José?
- La misma.
Ahora sí que se me cayó el alma a los pies.
- ¿Pero desde cuando…salís? No tenía ni idea.
- Bueno, ya sabes que siempre fui…esta familia siempre fue discreta, pero desde que me dijiste que te separabas…
- Hombre, papá, no me digas que te vas a casar porque me separo yo, para mantener la cifra de matrimonios de la familia.
- Pues mira, Sindín, ya que lo preguntas, hace tiempo que Amaya y yo lo tenemos hablado, pero en nuestra familia nunca hubo ni una separación, ni nadie que haya quedado viudo se volvió a casar, pero como ya no soy el primero…nos lo acabas de allanar.
- ¿No me estarás gastando una broma para que me vuelva atrás?
- Lo mío y de Amaya está requetepensado, solo necesitaba una disculpa, un empujón, algo, y eso es lo que me acabas de dar.
- No lo entiendo, papá.
- Entiéndelo, yo también quiero ser feliz. Tengo sesenta y cinco años. Con la salud de ahora y un poco de suerte, todavía puedo disfrutar algo de la vida medio bien…estoy enamorado.
No pude evitar un profundo suspiro mientras me acordaba de mamá, cuya tumba acabábamos de visitar el día de Todos los Santos. Debería reprimir ese pensamiento repelente, pero los estoy imaginando en la cama, a Amaya la de Don José y a mi padre.
- No digo que no tengas derecho, ¿pero estás seguro de que es Amaya la que te conviene? Con ese nombre de gitana…
- Sindín, no te pases, que yo te escuché lo tuyo y no te dije nada.
- Perdona, papá.
- Estoy enamorado, hijo.
- ¿Y cómo lo sabes?
- Porque creo que estoy enamorado y creer estar enamorado es estarlo ya.
No hablamos más. Me despedí de mi padre y regresé a casa, a la que fue mi casa, a la que todavía era mi casa.
- Te tengo que decir otra cosa.
Susana seguía acurrucada en el sofá, tal como la dejé. No me contestó.
- Mi padre se casa.
- ¿Pero qué os pasa a los Sindos?
- Con Amaya la de Don José. Dice que si un Sindo se descasa, otro se casa. No lo dijo así. Se me acaba de ocurrir.
- Pues con el serio que siempre os gastateis, vaya cantada que vais a dar a estas alturas de la vida.
- ¿Pensaste algo en cómo decírselo a los niños?
- Tú mismo, que eres el que lo tienes todo tan pensado. Explícales todo eso de la felicidad y que lo entiendan, que entiendan cómo los dejamos juntos, tu ý yo, al pie del autobús, cuando marcharon para el campamento y cuando vuelvan estamos cada uno por su lado. Explícales eso de la felicidad. Y si no, que se lo explique tu padre.
- No metas a mi padre en esto, que ya le dije yo lo que le tenía que decir.
- No me meto, es cosa suya, tiene derecho a ser feliz, claro que sí, como tú, tú también tienes derecho a ser FE-LIZZZ
Lo dijo así, con retintín, recalcando un final de palabra que podía ser también el final de una etapa.
Se levantó de golpe, como un resorte, se puso de pié frente a mí, avasalladora, con la voz enérgica que reservaba para las grandes ocasiones.
- ¿Sabes lo que te digo? Que puedes ir cogiendo tus cosas ya, que no me voy a acojonar ni por esto ni por nada. Que como tu padre se marchará al piso nuevo, te dejará el suyo, y no tendrás que hacer ningún esfuerzo. Él llevará sus cosas y ahí tendrás hueco de sobra para lo tuyo, para todos tus cachivaches. Puedes empezar a llevarlos ya.
- Susana.
- Ni Susana ni mierda caliente. Lo que te dije. No te pienso putear, pero puedes empezar cuando quieras, es más, cuando vuelvan los niños del campamento, te pueden ayudar con-la-mu-dan-za, que así te irás antes pa-ra-tu-pi-so-de-sol-te-ro, co-tu-her-ma-ni-ta-Vio-le, y que Violeta me perdone esta alusión.
- …
- Pasado mañana vienen los niños, a la una están aquí, que coman y a las tres ya te pueden ayudar a empaquetar tus cosas.
No era lo esperado. No pretendí vender mi separación como una imposible victoria, pero tampoco quería salir con el rabo entre las piernas, y tenía toda la pinta.
Ahora resulta que lo mío desencadenó lo de papá, y eso sí que me jorobó, además con la viuda de Don José, con la fama de estirados que tenían por estos contornos.
¿Y si me vuelvo atrás habrá un efecto dominó con mi padre?
Marqué su número de teléfono.
- Papá ¿y si no me separo?
- Hijo, la decisión está tomada, lo que más me costó fue pasar la vergüenza de decírtelo. Ese fue el trago más duro. Lo acabo de hablar con Amaya. Está tan emocionada que no pudo articular palabra. Nos queda poco de vida, estamos sanos, pero ya vivimos más de lo que nos queda y lo que nos reste queremos estar juntos.
- El que no va a ser feliz ahora soy yo.
- Lo siento, Sindín, en la vida hay que tomar decisiones. Tú tomaste una y me allanaste el camino. Te lo agradeceré siempre. A veces las felicidades son incompatibles y por desgracia excluyentes, es lo que pasa cuando dos están enamorados del mismo o de la misma pero no al contrario. Para que uno sea feliz otro tiene que ser infeliz.
- …
- En el amor y en el desamor los padres comprenden a los hijos, pero los hijos no entienden a los padres. Es lógico. Son etapas por las que ya pasamos. Con sesenta años te imaginas lo que piensa el de treinta, pero no al revés. Puedes repensar el pasado, pero no siempre es fácil adivinar el futuro y es lo que pasa en la relación entre jóvenes y mayores.
- …
- Espero que Susana y tú os portéis. No sé si habéis hablado ya de quién marcha de casa, porque ella tiene otra y tú tienes ésta, que te voy a dejar libre en breve. Una vez que tomé la decisión será cuanto antes. Os queda para ti y para Viole.
- ¿Pero no hablaste con Susana? Si es lo mismo que me acaba de decir, casi con las mismas palabras.
- No hace falta se muy inteligente, las posibilidades no son tantas, y a veces no hay que ir a Salamanca para resolver el caso. La solución viene rodada.
Una interferencia cortó la comunicación. Mejor. Estaba todo dicho.
Cuando fui a dejar el teléfono en la base, Susana ya había hecho unos cuantos paquetes. Con tinta indeleble escribió en el exterior con letras bien grandes mi nombre, GUMERSINDO.

2006/11/14

ERRORES TÁCTICOS

Reconócelo. Te volviste a equivocar. Una vez más, creiste que con no decir nada, con mantenerte serio, con poner focicu o apetar la boca, las cosas se iban a arreglar solas, con la inercia del tiempo. Ya sabes que no. Siempre te pasó igual pero no escarmientas, no pierdes la esperanza de que las cosas se arreglen solas. Ya sabes que no siempre el que calla otorga. Lo que siempre es verdad es que el que calla no dice nada. Con tu silencio, con tu comodidad, hiciste sufrir a personas que te quieren y a las que quieres. Si no te gusta ese refrán, cógele el sentido al dicho de hacer el avestruz. Ya sé que no crees en eso de la inteligencia emocional, que dices que es una milonga para vender libros vacíos y dar conferencias insulsas y coloristas, incluso estoy contigo, pero tú mismo dices, yo te lo oí cuando estamos a solas, que no basta con ser inteligente. Tú mismo reconoces que hay que controlar las emociones. Ábrete a otras ideas aunque vayas para viejo. No trates de llevar los principios de la asquerosa burocracia a tu vida, ese chascarrillo que circula entre gente ociosa y parásita enquistada en las entrañas del Estado, que se jactan en proclamar ante quienes le ríen las gracias o guardan un sospechoso silencio, que lo que no tiene solución no es problema, o ese otro que asegura que los problemas se resuelven aparcándolos. No te confundas, a veces sirven esas disculpas de acomodado chupóptero no comprometido, pero las más de las veces, por no haber cogido el toro por los cuernos, corres el peligro de que te acometa una manada y puedes resultar corneado en el alma. Y ya lo sabes de otras veces, las mayores cornadas te las das tú mismo, que eres el juez más implacable, que te flagelas y te condenas.
Y prométeme que no vuelves a comportarte como un niño que coge un rabieta. Pero prométemelo en voz alta, que no te oí

2006/11/13

NEGRITOS VENDIENDO

Estoy viendo en un bar, concretamente en la sidrería Muñiz, un partido de fútbol de los que echan en Canal +, por ejemplo el Barça-Zaragoza. Es un partido interesante, incluso emocionante a juzgar por lo que se ve y sobre todo por lo que se oye. Para estos comentaristas, que tienen entren sus objetivos los índices de audiencia, no hay partido anodino, todos son el partido del siglo. No tengo ni idea de si en Senegal se juega al fútbol, incluso de si allí es un fenómeno de masas, pero seguramente no entrarían si estuvieran echando un partido de baloncesto, claro que si echan baloncesto, no estaría yo en el bar y no me encontraría con ningún negro. Entra un negrito, en realidad un negro, ya no era un niño, con un carrito de la compra de esos estilo ¿Rölster?, ofreciendo pantalones vaqueros, que otros más cursis dicen tejanos, a los clientes. Nunca había visto negritos ofreciendo vaqueros por los bares, sí películas, CD´s, más raramente camisetas, pero ¿vaqueros? Este emprendedor merece toda la suerte del mundo. Me llaman la atención, me los imagino no hace mucho llegando en una patera, con muchos compañeros muertos en el mar, como los muertos en viajes transoceánicos, que los echaban a los tiburones. De pequeño tuve un tiburón azul claro. Me imaginaba que era de los que comían las humanas patitas.
Seguí atento al partido cuando el ambiente no me llevaba por los cerros de Úbeda. Por ejemplo, la hoja deportiva, a rebosar de resultados, clasificaciones y anuncios de los patrocinadores, bares y cafeterías en su mayoría. Y, sorpresa, como una pica en Flandes, entre los anuncios, uno de Alcohólicos Anónimos. Eso sí que es valor, sí que es un puntazo, afán de superación, como Demóstenes, que siendo tartamudo llegó a ser el mejor orador de su tiempo.
Dice Juan Cueto (Juan CueNto, según los malévolos) que la tele hay que verla entre el barullo, o a través de un escaparate, o con la voz apagada, en definitiva, para disfrutar auténticamente de la imagen, para que las imágenes desplieguen todo su potencialidad (olé la cursilada), y estoy con él. El fútbol por la tele hay que verlo como dice Juan Cueto. No prodiga los artículos brillantes, de hechos muchos son anodinos, pero es un precursor.
El partido avanza y entre otro negro. Este se enrolla conmigo. Debo dejarme porque no es la primera vez. Este ofrece películas y música. Me preguntó que si sabía francés, hablamos un peu, algo me dijo de la barriga, no sé si le dolía o si la tenía vacía, o si los primero por lo segundo. Le ofrecí un pincho. O no lo entendió o no lo quiso, nos reímos y siguió intentando alguna venta con el personal de la barra.
Como el dinosaurio de Monterroso, cuando marchó el negrito de los discos, el de los vaqueros seguía allí, con su gorra roja, calada, y eso que maldita si hace falta a las diez de la noche, no se esperaba lluvia, el sol hacía tiempo que había puesto pero la gorra es un signo de distinción. Allí que quedó en la barra, sin tomar nada, vigilando el carrito, no se lo fueran a llevar, y atento de reojo a los clientes y a los dueños, por si le recriminaban su intrusismo, estar allí sin tomar nada. Es grande Occidente que te deja ver la tele gratis. Vida a salto de mata, pendiente de que los blancos les dejemos hacerse un hueco en la barra y en la vida. Gente admirable, pacíficos, que dan poco que hablar. Tengo sentimientos contradictorios sobre sus actividades, seguramente al margen de la ley, pero seguramente amparados por el estado de necesidad.
Otra vez Buridán.

2006/11/12

EL PICU CASTICHU Y LA ECOLOGÍA

El viernes tocó una jornada atípica de monte como a mí me gustan, a saber, por libre, en un día laborable, sin mayor programación.
Se chafó el viaje a Galicia por la repentina prostatitis de Pepe, el anfitrión, pero como el día ya lo había cogido, se buscó una alternativa.
Por la mañana de taxista para que mi madre bajara a hacer compras a La Pola. Lo acostumbrado: sacar perras de la Caja de Ahorros, con la libreta tradicional, que eso de la tarjeta ye un lío; comprar unas botas de goma porque para andar a castañas hay que pasar algunos regueros y las madreñas no son lo más adecuado; compras en el Alimerka (con el paréntesis que se dirá en la espera ); compras en el economato de HUNOSA (que merecerá otro excursus); compra en la carnicería de Antón en Campomanes, y a las doce estamos en Naveo dando vueltas al árbol genealógico y a historias del pasado, los que marcharon pa la Argentina, los que vinieron a vender la hacienda, los que se quedaron aquí con las cosas que eran de los emigrados pero que nunca vendrán a reclamar, se supone; los que figuran como hijos del marido de la mare, pero en realidad son de otro; se apuntó por padre, se dice.
(Primer paréntesis: esperando fuera del Alimerka, porque el coche estaba en doble fila, había una chica posiblemente rumana, muy joven, sentada en el suelo, contra la entrada, con un letrero que hablaba de los dos niños que tenía y que necesitaba dinero para “puter” vivir, la proximidad de las dentales t y d induce a tristes juegos de palabras. Entró en el merka un treinta o cuarentañero, con chándal, con ese aspecto inconfundible de los enfermos de sida, con la cara entre rosada y blanquecina, con pinta de que ya no les nace la barba, esparigüelau, cojo, de andares desparramaos, y, hombre que necesita más recibir que dar, se alejaba de ella, pero volvió para echarle una moneda que ella agradeció muy tenuemente con un levísimo movimiento de cabeza; y todavía volvió para dejar algo en la papelera, quizá el envoltorio de un caramelo, quizá el ticket: la solidaridad y el civismo de los más necesitados).
(Segundo paréntesis para el economato de HUNOSA: qué triste era el economato funcionarial, en el mal sentido de la palabra, de la RENFE, igual de triste es el de HUNOSA, por el contraste del colorido de los alimerkas o de los Más y más, con sus estanterías oxidadas, dobladas y destartaladas, con estanterías repletas y otras vacías, descompensadas, luz de fábrica, cables de cualquier manera, con los cajeros (no cajeras, al menos ayer) cansinos, con sus batas blancas reglamentarias, y sin embargo la gente va, es cuestión de precio. Se ahorra, pero es la impresión es más que desagradable). Hace unos días los del Más y más andaban con no sé qué promoción y decoraron la tienda más próxima a mi casa con motivos de cine y los dependientes estaban todos disfrazados y con cara de risa. Qué lejos del economato de HUNOSA.
Vamos a contarlo al estilo Saramago. Pues nada, comida sencilla, un filete con patatas y unos pimientinos que a Luis Simón siempre i gustaron unos pimientinos (por segunda vez el corrector de Word quiere poner pimientitos, pues, no, pimientinos), y en vez de la acostumbrada siesta, a hacer la digestión monte arriba, cámara de fotos en ristre, registrando el suelo amarronado de fueya, con hojas de todas las tonalidades, cuesta arriba, aquí hubo una cruz de cuando se llevaba a hombro a los muertos, pero de la cruz, clavada a un castaño, solo queda el palo vertical, yo por mí la ponía, pero está en la mata de un vecino con quien ya hubo mejores relaciones, son cosas que pasan en los pueblos y en la vida, unas veces se está a bien con unos y otras, con otros, no hay mal que cien años dure, pero a veces pasan cosas que van quedando dentro, van dejando un poso amargo que queda ahí para siempre jamás, antes se pasa de bien a mal que del mal al bien, a veces se alude a los muertos, se discute por la medida de unas lápidas, por el poco espacio que queda para limpiar las tumbas contiguas y entonces la cosa ya tiene peor arreglo.
Segimos cuesta arriba, dejamos atrás los muertos y el llano de la iglesia, y embocamos por la nueva pista abierta para la minicentral. Mira qué vista hay desde aquí, aquello ye La Romía, cuanto habrán andado por aquí los mis hermanos, y Luis el de Madrid, y acuérdome que una vez vino Paquito, tendría cuatro años, con Valentín, y como se alejó un momento, Paquitó marchó para La Romía, ¿y no tenías miedo?, andá, no, pues llamo a un taxi y le digo que hasta Juan Bravo, y ya lo pagará mi padre. No oí veces la historia.
La cuesta, llevadera, uniforme, no demasiado pronunciada, se podría hacer en su mayor parte con un turismo. Vemos un carrescu, o sea, un abeto, con sus preciosas bolinas rojas y sus hojas verde brillantes y aceradas. Qué guapa ye la naturaleza.
Arriba del todo estaba el castro cuya destrucción denunciaron los defensores de los vestigios histórico. Ahora está la balsa, que también, que también denunciaron los ecologistas. Bueno, bueno, mejor se preocupaban de otras cosas, que por lo menos se hizo un camino, y los vaqueros pueden ir al monte en el patrol, y la naturaleza se puede disfrutar, que si no hay que verla desde una ventana, porque se acaban cerrando los caminos.
En lo alto del todo, en los riscos habría una docena de cabras, seguramente de Enrique. Entre las cabras a veces hay algún castrón, por no decir cabrón, e impone su respeto, de manera que dejaremos la coronación para mejor momento, que sigo sin licencia de armas.
La verdad, no sé que pensar de lo del picu Castichu. Era la segunda vez que iba en mi vida, la primera fue, tendría diez años, de vuelta de pasar unos días en La Palanca, una cuadra en el monte, a donde habíamos ido con mi padre y madre a la hierba para los de La Romía. Tengo un recuerdo imborrable de aquella estancia, de las mejores patatas guisadas que comí en mi vida, cocinadas en la trébede, con la cabana afumada, con aquellos camastros, y un regueru o una fuente al lado de la cuadra. Decían que era el agua lo que le daba ese gusto inconfundible. Ahora ya no se comen patatas de esas, guisadas, sin más, … Pues bueno, bajando del monte, en aquella ocasión, hará cuarenta años, llegué hasta el picu Castichu, que como siempre lo había visto tan alto desde Naveo, no me hacía a la idea de que no fuera tan puntiagudo desde el otro lado. Viniendo desde Pandoto, es algo más llano. Retomo y digo que es la segunda vez que iba al Picu, nunca había oído hablar del castro hasta que lo destruyeron, es cierto que dicen que decían que había uno. Posteriormente vi trabajos que lo documentaban, pero en el pueblo nadie lo valoraba. Sí que hay unos praos que los llaman El Questru, pero, no sé que pensar. Si era un castro de valor histórico notable, merecería la pena su conservación, pero si era uno más de entre los quinientos que puede haber en Asturias, no tendrá tanta importancia, máxime, si la carretera que hicieron para los accesos, origina indudable comodidad a los habitantes, por ejemplo, vale para llegar hasta el cementerio.
Nuevamente Buridán, la duda. Ya sé que así no se llega a ninguna parte.

2006/11/09

RUIDO Y ECOLOGÍA

La central de Correos está en La Jirafa. No me pilla exactamente camino del trabajo, pero casi. Como tenemos un apartado de correos para recibir sugerencias, me hice el encargado de recogerlas, interesado como estoy en que no se me escapen de plazo. La gente nos escribe poco. Hacen bien, para el caso que se les hace… NO se me ocurrirá fomentarlas. Una al mes y ya está bien. No demos cancha al síndrome de Estocolmo.
Estos días estamos con el paso cambiado. Se realizó una campaña de concienciación ecológica por aquello del desarrollo sostenible y tal y tal, y se entregaron unos impresos que la gente puede rellenar y dejar en un buzón de correos. En definitiva, los esforzados escribidores van a entrar en un sorteo, de manera que esta temporada, hasta el fin del plazo, el quince de noviembre, se están recibiendo en cantidades considerables.
Resulta que Correos está en obras y ya no la encuentro de paso. Provisionalmente está en la calle Santa Susana, de manera que el cambio de estrategia es obligado: salir, cuando proceda un poco antes, y de ahí a tomar una sidra al mi Fontán mientras leo el periódico o contemplo a los feriantes. Ayer me fijé en un grupo de sudamericanos. Una jovencita estaba todavía con su blusa-poncho blanca y su negra falda larga. ¿Sería recién llegada? ¿cuánto tiempo pasa desde su llegada hasta que se ponen la ropa occidental? ¿Si vamos a trabajar a Nigeria, vestiríamos con la túnica en cuanto se nos fuera quedando vieja la ropa de la maleta?
A lo que vamos, que esto iba a ser una meditación ecológica. Crucé por el camino más corte, el Parque San Francisco, donde cuelgan las fotos de Sebastiao Salgado que no pude detenerme a contemplar. Mecachis, estamos en otoño, las hojas caen y los barrenderos ya no llevan el clásico escobón de piornos. Se modernizaron y lucen en la espalda un ruidoso aspirador inverso, un soplador que va desplazando las hojas hasta que hacen un estruendoso montón. Se oye en todo el parque. Ni en ese templo del silencio hay tranquilidad. El Departamento de Organización del la sección de jardines municipales, después de un sesudo estudio, habrá llegado a la conclusión de que persistir en el uso de la escoba no solo era una antigualla, contraria a la modernización, sino que acabaría llevando a la quiebra económica del consistorio. El romanticismo no cotiza. Como muestra del tiempo pasado acabarán haciéndole una estatua al barrendero.
Llego a Santa Susana, recojo las cincuenta y tres sugerencias y nuevo ruido arbóreo, que en este caso, de la poda de los árboles, mosierra en mano. Adiós el obsoleto tijerón. Al magnolio, como verde cabellera, le estaban aplicando la psicoestética ramirense, no del prerrománico sino del peluquero multimedia.
Camino Quintana abajo y llego hasta el Fontán. Doy unas vueltas tanteando la mejor ubicación. Hoy la sombra era cosa de salud. La busqué en mi lado preferido, el de la plazuela Daoíz y Velarde. No hubo suerte y al sol no se paraba. Norteando en busca de un sitio ¡coño! veo asomar a Javier Neira por allí, y me digo, a por él. Lo abordo y le comento lo escorado a la derecha de su columna, pepera para entendernos, por contraposición al programa de debate que llevó en TeleOviedo. Matiza que un cosa es moderar un debate y otra realizar una columna de opinión, que es opinión. Doy forma a sus palabras. Escucha creo que con sincero interés mis opiniones, de manera que adelante. Como es una conversación privada, vamos a ocultar algunas cosas. Le digo que como jefe de opinión de La Nueva España….No, no soy jefe de opinión, no hay tal cargo, el jefe de opinión es el director. Ah, bueno, pensé.
Hago como los periodistas: no dejes que la realidad te destruya un buen titular, de manera que hube de reciclar el rollo que tenía pensado.
En este caso, iba a reconocer la pluralidad informativa del periódico, en el que coinciden varios firmantes conservadores como García Noriega, Greciet, él mismo, y otros de signo contrario, como Cuervo, Millás, Antonio Rico, Pedro de Silva. Señala que en el periódico hay más firmas de izquierdas, más. Le comento su buenismo, que admite como debilidad. Comentario sobre el artículo antibuenista de Faustino en La Voz y sobre este periódico en sí. Y última acotación: lo curioso que me resulta qué sea él quien entreviste a los conservadores y Javier Cuervo a los otros, no voy a decir progresistas porque los conservadores dicen que los progresistas son ellos. Reconoce que sí, que es cierto, pero que son encargos del director. Con la satisfacción del deber bien hecho, ya podía tomar la botella de sidra.
Necesariamente situado en la plaza porticada, cerca de la placa de Tigre Juan, y antes de dar cumplida cuenta de la prensa del día, me entretuve en leer las sugerencias de la gente sobre el reciclaje. Ingenuos. Qué incompatibles resultan los intereses cándidos del ciudadano (con tan buenas ideas, en este caso separar, reciclar, contenedores para pilas, para grasa, para pañales, para periódicos) con la problemática gestión de los residuos. ¡Cuánto interés ponen las personas en apuntar ideas, sugerencias, que como no se le ocurran al gestor de turno no valen para nada!. La humildad era verde y comióla un burro.

2006/11/07

YA SE HA INICIADO UNA INVESTIGACIÓN

Y dicho eso, los altos estamentos pueden estar tranquilos, van a depurar las responsabilidades a que haya lugar. con esa frase se quedan tan frescos, y a veces hasta nos lo creemos, si no fuera porque nos toca también desde el otro lado de la barrera decir que ya se ha iniciado una investigación. Lo importante es que el portavoz se desplace al sitio y diga que la situación está controlada. Me hace gracia. Es muy típico en los incendios. Sí, la situación está controlada, claro, quieren decir que saben lo que está ardiendo, pero no cuándo se va a extinguir la llama. Ay, la tergiversación de las palabras, que deberían servir para aclarar y no para oscurecer.
El caso es que de esa investigación iniciada la mayor parte de las veces nunca más se supo ni nunca nadie más preguntó por ello. Una vez más, son los gabinetes llamados de comunicación, antes propaganda, los que llevan de la mano a los medios de comunicación clásicos que se dejan llevar, que son la inmensa mayoría. Sabia la gente antigua que llamaba propaganda a lo que ahora decimos publicidad.
Podemos hacer la prueba buscando en google “ha iniciado una investigación”, y nos encontramos con miles de apariciones, por ejemplo los siguientes:
- Transeúnte sin vida en Hostalric: la policía autonómica ya ha iniciado una investigación para determinar si se trata de una muerte violenta.
- Los Tedax encuentran detonadores en Las Regueras: la Guardia Civil ya ha iniciado una investigación.
- Malos tratos en guardería de Guetxo: la ertzaina ya ha iniciado una investigación.
- Aviación Civil desaconseja vuelos de Air Madrid pero ya ha iniciado una investigación.
- Se derrumba puente en Mallorca y la Dirección Provicial de carreteras ya ha iniciado una investigación.
- Caso de violencia escolar en…la Consejería YA ha iniciado un investigación.

Todos han iniciado YA una investigación, es otra muletilla de los manuales de estilo al uso. Hay que poner la palabra YA, que incorpora la idea de eficacia, de actividad, de gran interés por el ciudadano, por el interlocutor. Comeeeedia.
Pasan unos días y los ciudadanos a veces nos preguntamos ¿en qué habrá quedado la investigación que YA se hacía iniciado, horas después, minutos después del suceso? Lo tengo comprobado en los accidentes ferroviarios, que sigo con especial interés, como es lógico. Nunca más se supo, pero es que no se puede saber. Cualquier asunto importante está YA sub iudice, y, ay amigo, para defender el derecho de defensa, para no herir el honor de nadie, en particular si es pudiente y nos puede demandar, se acabó la investigación. Carpetazo.
¿Y qué decir de las comisiones parlamentarias paralelas? Ídem, después de grandes alharacas y refriegas, el parto de los montes, porque lo importante está sub iudice.
Como el otro: fuese y no hubo nada.

2006/11/06

EL FERROCARRIL Y LOS FONDOS MINEROS

Rata de oficina, de papeles, de periódicos y ahora de Internet, hace unos días entré en un foro de La Nueva España en el que se podían colgar opiniones sobre la eficacia de los fondos mineros. Allí dejé mi breve granito de tinta, que, ¡sorpresa! publicaron unos días después, no sé si en papel en la edición de las Cuencas, pero sí el la edición digital. Allí salió mi aportación con nombres y apellidos.
«No se ha invertido, porque no se ha solicitado ni un duro en las estaciones del ferrocarril ni en infraestructuras del transporte ferroviario, debido al poco peso político de este sector o a falta de conocimientos y de imaginación». http://www.lne.es/secciones/noticia.jsp?pNumEjemplar=1449&pIdSeccion=38&pIdNoticia=459811
Así lo creo por razones varias:
- El ferrocarril está en retroceso y su rentabilidad, en caso de haberla, sería a largo plazo.
- Las carreteras tienen la ventaja de que los usuarios de la zona las utilizan alguna vez. Los trenes son los grandes desconocidos. Puede haber gente que hace más de veinte años que no va en tren, que los ve pasar de lejos, pero no se imagina cómo son por dentro.
- Si ya fueron polémicos los enlaces de la autovía minera, en administraciones acostumbradas a gestionar puntos competenciales fronterizos, no quiero pensar la polémica que se levantaría con el ferrocarril.
- Los gestores del ferrocarril son extraordinariamente dependientes del poder político. En caso de duda, no hacer nada para no crear polémica.
- No hay ningún peso pesado sindical en el sector ferroviario en la región, con capacidad no ya de inclinar la balanza de las inversiones hacia este terreno, sino de traer unas migajitas. Los que hay no miran por el ferrocarril. No cuestiono con esto que un liberado del ferrocarril defienda los intereses de los trabajadores de la carretera o del mar. Por una cuestión de solidaridad tiene que ser así.
Veamos casos concretos que se podrían haber acometido con los fondos mineros si hubiera habido propuestas, ideas, estudios, proyectos, ganas. ¿No merece la villa de Mieres una estación como es debido, no superlimitada por el espacio actual? ¿por qué se da por buena una expropiación para una carretera y por imposible para hacer más digna una estación? ¿y cómo está La Pola L.Lena, que no se hace nada pendiente del AVE Mr. Marshall? ¿Y qué pinta Olloniego donde está si la población está ya mas al norte?. Y Tudela Vguín, que se desplazó hacia el Box. ¿y la deslocalización de El Entrego? Con lo fácil y, entonces no demasiado costosa, que habría sido un soterramiento. ¿Para cuando otra parada en Avilés? ¿Y qué estación nueva se hizo en los últimos cincuenta años? Se remodelaron muchas, la mayoría, qué menos, pero quiero decir su reubicación o nuevas implantaciones. De acuerdo, La Corredoria, sí. ¿Qué pinta La Frecha, La Cobertoria, Santullano, etc. si los núcleos de población se desplazaron hacia otras zonas y la estación a verlas venir?.
Harían falta geógrafos con poder, que ajusten las infraestructuras al territorio y el territorio a las infraestructuras. Lo dicho: poco peso político, falta de conocimientos, falta de imaginación.

YA ESTUVO BIEN DE REIRLE LAS GRACIAS A GUSTAVO BUENO

GUSTAVO BUENO Y ´GARRAFUNDIA´
Su última hazaña es un libro que bien hubiese podido editar el sector lírico y financiero de la FAES.
05/11/2006 FAUSTINO F. Alvarez
Cuando la Historia, aún siendo impostora, ponga las cosas en su sitio, y a cada merecimiento en sus límites, y a cada pleitesía en su deshonestidad, y a cada cantante en su coro, y a cada árbol en su bosque encantado, y a cada ola de hormigón es su mar, y a cada ruina en su jardín secreto, será cuando las generaciones venideras hagan un hueco para don Gustavo Bueno en ese entrañable epígrafe de los ovetenses pintorescos, los Cigaña, Antón de la Madre, Manolín el Pinzu, Josefa la Torera, Cilia la Tocha, el Torollu y Garrafundia , todos ellos dignos contribuyentes y de plenos derechos y obligaciones en la ciudad de los prodigios, y que no eran simios ni habían leído a Lewis Carroll ni habían postulado la pena de muerte para los etarras ni para cualquier heterodoxo, y que ni siquiera habían dicho que José María Aznar era un cultísimo experto en la poesía greco-latina o moderna, ni que a Gabino de Lorenzo había que rebautizarlo como Gabino de Médicis, epístola privada hecha pública vergonzosamente para arrastrar la quilla de la soberbia por la realidad del barro y para dar fe ante la colectividad de una conquista y de una rendición. El alcalde-ingeniero, perito en debilidades humanas ajenas de tan desgarradamente asomarse a las propias, le facilitó a don Gustavo un edificio de rango ateniense, negándoselo a los desfavorecidos de la ciudad, y el profesor actúa con la espontaneidad del paisano agradecido no por una vivienda social sino por un palacete de mágicas nostalgias mayéuticas, puesto que allí nacieron asturianos ilustres como la princesa Leticia Ortiz (a cuya familia ningunearon en Vetusta algunos poco previsores acólitos del catedrático del cierre categorial) y gentes de menor relumbrón: tantos y tantos ovetenses a quienes la cigüeña traía por aquellos tiempos a una clínica ribereña de un puti-club en la arteria que encaminaba a Vetusta hacía el oeste gallego, y palacete hoy reprivatizado y por cuya chimenea se envían a la atmósfera los residuos del pensamiento o las virutas del mito de la felicidad y las volutas del cierre categorial.
Este don Gustavo, reencarnación adoptiva de ovetenses celebérrimos, como los ya citados, a los que se podrían añadir Bocanegra, Arturín, Severino Camporro o Guillermo Carrocera (versificador ilustre con raíces en Olloniego, taurino, caballeroso y atormentado), se forjó una imagen heroica de sí mismo con calculada y reconocida dedicación académica y con indudable éxito para elaborar todo un tratado de mitología que incluye extravagantes arengas en las lampisterías de las madrugadas mineras.
Nunca ocultó su condición teatral, que comprendía una mezcla consentida de agitador y de bufón, con la complacencia de una izquierda gratificada porque un tipo de postín acudiese a la bocamina a proclamar no se sabía muy bien qué, ni por qué, ni para qué, cuando al final de la plática los picadores y los barrenistas y los artilleros descendían hacia el tajo tal como si la Hunosa del hábil Mamel Felgueroso les hubiese facilitado un número de circo antes de enfrentarse al grisú o a la dinamita, y poco más hasta la huelga siguiente. No está de más preguntarse, ahora que ya se van conociendo algunos trucos, qué cojones hacía Gustavo Bueno arengando a los mineros en una caricatura de las escenas románticas y atormentadas de Zola en Germinal . Ahora entiendo muy bien por qué, años más tarde y fatigosamente dedicado a darle otros vuelos a su propio personaje, este venerable jubilado se presta a defender la tele-basura, e incluso arma caballero a un descendiente para perpetuarse en tal condición genética de frecuentador de los platós de Boris Izaguirre y la ex de Jaime Ostos.
La última hazaña de don Gustavo es un libro que bien hubiese podido editar el sector lírico y financiero de la FAES aznarista, y en el que arremete contra el "pensamiento Alicia" o contra lo que el catedrático considera como la inconsistencia del presidente democrático Rodríguez Zapatero en el País de la Maravillas... Lo he leído un poco a saltos, pero con suficiente atención: es un tomo revelador y confesional, especialmente para entender algunos trucos de esta España tan incierta y también porque es un espejo de las fobias del analista transferidas teatralmente al analizado. No seré quien reproche ni a Platón ni a Sabino Arana que expresen, por escrito, lo que hayan pensado, tan distinto, y que cada palo aguante la vela con la que proyecta su luz en su caverna. Allá ellos. Pero lo que llama la atención en don Gustavo, aún con las cartas marcadas boquiabiertas, y lo digo desde una vieja cordialidad, es que haga de su presunta autoridad moral, tan discutible, un púlpito más proclive a la bronca que a la razón y a vociferar más que a entender. Será, en el futuro, un señor que inmigró a Asturias, con todo derecho, y que aquí plantó a su familia y su tinglado, y que en el paritorio que fue el sanatorio Miñor tiene su madriguera municipal financiada con dinero del procomún, y cuyos viejos discípulos, mayoritariamente, han ido desertando al tiempo que veían clarear ente las oscuridades boscosas del animal divino. Su célebre escuela filosófica cabe en el mismo coche que, ignominiosamente, le incendiaron unos fascistas a la puerta de su casa, atentando que sigue mereciendo memoria solidaria y reprobación sincera.
No estamos ante una sofista confrontación ideológica entre la izquierda y la derecha, ni entre el marxismo y el capitalismo, ni entre Zapatero y Aznar, sino ante el nuevo libro de un caballero listo de solemnidad y que, vestido de pastor protestante, ha encontrado un filón para su santonismo demagógico que sólo en ciudad tan complaciente y tan dormida como es Oviedo se aplaude a medias. Y, por favor, don Gustavo, abandone, si le place, las formas de sus airados monólogos públicos, también sus recitales de falta de respeto al discrepante, y contra éllo me hermano con la filóloga Inés Illán y con el arquitecto Toribio, algunas de sus más recientes reprendidos. Ya aburre, más que irrita, su exhibición de profundas advertencias políticas o morales que aparentan navegar desde la Grecia clásica y naufragan en el Oviedo de la escultura de "la gorda" de Botero, imagen inversa de la heroica ciudad de la elegancia: allí donde Alicia come bombones rellenos de niebla, y donde una Regenta de cartón-piedra mira hacía la aguja de la catedral con cara de idiota.
* Periodista

www.lavozdeasturias.es

ANÁLISIS DAFO, NO, POR FAVOR

Lo que me faltaba: EL PAÍS resume en un análisis DAFO la situación del idioma castellano o español, según conclusiones de un congreso o unas jornadas que tuvieron lugar en San Millán. Creí que era bastante con que en los plúmbeos y estériles cursos de formación a los que obligan a uno a asistir (formación proactiva, dicen) nos veamos en el ridículo de inventar situaciones de debilidades, amenazas, fortaleza y oportunidades para el propio negocio, o para un sector o para un caso práctico.
Voy al caso. En la lista siguiente mezclo a propio intento aspectos que figuran unos como debilidades y otros como amenazas:
1. Superioridad tecnológica de otras áreas geográficas.
2. Leyes de English Only en EE.UU.
3. El español como herramienta (otra palabreja que, vaya) para los negocios, la diplomacia y las relaciones internacionales.
4. Exceso de autocomplacencia por el elevado número de hispanohablantes.
5. No se asocia a productos de calidad o de diseño.
6. El subdesarrollo económico y la falta de oportunidades para acceder a la salud y a la educación.
7. Ausencia de medio audiovisual de referencia informativa y de noticias a nivel internacional.
Y hay unas cuantas más. Si hubiera un despistado lector que leyera estas líneas y en ese incauto coincidiera cierto gusto por las cosas de la lengua, quiero decir, del lenguaje, me gustaría saber cuáles del los guiones anteriores colocaría en debilidades y cuáles en amenazas.
Pero vayamos con la segunda parte. Siguiendo el método anterior, vamos a mezclar fortalezas y debilidades:
1. Crecimiento en EE.UU., Brasil y en otras áreas.
2. Mejora de la información sobre novedades bibliográficas en español.
3. El Instituto Cervantes como institución para la difusión de la lengua.
4. Creciente internacionalización de las empresas españolas fuera del área hispanohablante.
5. El crecimiento económico en América Latina.
6. Creciente interés de extranjeros por ser profesores de español.
¿Qué son los primeros más que aspectos negativos, y los segundos más que aspectos positivos? Todo lo demás son distinciones artificiales y artificiosas que pueden servir para enredar, para justificar un proyecto formativo (olé la pompa), un dinerillo que hay que gastar en formación, hala, venga, que hay que presentar los papeles y se cierra el plazo.
Con esa disculpa podemos echar una buena mañana discutiendo si la superioridad tecnológica de otras áreas geográficas es una debilidad o es una amenaza, discutirlo en grupos, inundar de flechas, letras, cuadros y números el rotafolios, y finalmente, flash, nos descubren la mágica transparencia última en el imprescindible power point con la verdad absoluta definitivamente revelada, encajando cada fortaleza en su sitio, cada amenaza en su esquinita, la oportunidad, ni una más ni una menos, y debilidades las justas. Ay, qué pérdida de tiempo y de recursos. Y es la formación que hay, no pidas otra.
Confieso que siento una cierta prevención contra algunas novedades, contra los másters, quizá tengo entronizada la enseñanza universitaria, que en su momento no me parecería tan buena, pero es que el nivel que veo es rastrero. En cuanto veo el DAFO, pongo una cruz negra al curso.
(Solución al problema: son debilidades el 3, el 4, el 5 y el 7; son amenazas: el 1, el 2, el 6; son fortalezas el 1, el 3 y el 4; son oportunidades el 2, el 5 y el 6. Pero quedamos que son esas porque algo hay que poner en este juego).

2006/11/05

LA HERENCIA MARXISTA

Un arquitecto alemán prejubilado donó dos millones y medio de euros al partido marxista-leninista. El hombre los heredó de su madre y no los iba a tirar al río. Lo curioso es que un partido comunista los acepte, un partido que está en contra de herencias, donaciones y plusvalías.
Es difícil ser fiel hasta el final a los principios. Entre los principios y los finales están los medios, en los medios está el estómago y hay que sobrevivir. Los principios esté allá a lo lejos, puede que hasta nos guíen, pero que no nos los apliquen al pie de la letra, que entonces renegamos de principios y de finales. Están bien para una charla de café, para un chateo electrónico, para una divagación, para una columna de prensa.
Ya no nos extraña que sindicatos, en su calidad de empleadores, hagan contratos temporales a sus trabajadores, y a saber si cumplen al completo la legislación social, de prevención de riesgos, etc. No nos extraña que desde la COPE, cadena episcopal, se fomente el odio. Ya no nos extraña nada.

2006/11/02

EL DÍA DE TODOS LOS SANTOS

No será arriesgado decir que ocurre lo mismo en todos los cementerios del mundo. Los que perdieron a un ser querido en el último año y celebran (?) su primer uno de noviembre bajo tierra, o en un nicho, que es lo más frecuente hoy, lloran allí su pena indiscutible, pero según pasa muy poco tiempo, un año, dos, dependiendo del muerto, del parentesco, de la edad, acaban siendo un puro compromiso que nadie se atreve a romper, so pena de ser señalado con el dedo, y el dedo acusador no perdona. Gran idea la de mi padre queriéndose incinerar, y no menor la de mi hermana cuando pensó y decidió que sus cenizas se depositaran en la cima del Naranco. ¿Dónde estarán ya? En los primeros días y durante bastante tiempo, miraba por la ventana al Cristo del Naranco ¿cuánto hace que no miro, y no digo “no voy”?

En otro tiempo debieron celebrarse más los difuntos. Queda el nombre y ya es algo. Mucha gente mayor sigue hablando de ir al pueblo “por difuntos”. En América hablan de las ánimas. A los más jóvenes les suena más el puente de Todos los Santos.

Para el peregrinaje por los cementerios, necesité coger el coche y atravesar a pié el centro de la ciudad. Sobre las once de la mañana ya había turistas por La Escandalera. Se les distingue por la cara y por el plano. ¿Son más libres que los demás? ¿No tienen ningún muerto reciente? ¿Son igual él y ella? ¿Tendrían algún problema con sus respectivas familias, o ellos mismos entre sí por esa decisión? ¿Son, sin más, unos descastados? ¿Son la vanguardia? Habrá de todo.

Llevo muchísimos años haciendo lo mismo: por la mañana a San Pedro, donde está mi abuela materna, por la tarde a La Pola donde tengo un tío, también materno. Esto del tío materno es por apoyar a mi madre, que si no no hay quien vaya. Mi tío estaba viudo y está solo en su tumba todo el año, sin visita alguna. De hecho, su nicho es el peor conservado de todos los de los alrededores. Murió después de seis meses en coma, tras ser atropellado por un coche. No fui a su entierro. Estábamos de vacaciones en Benidorm. Cuando me enteré habíamos ido a conocer Calpe. Mi madre no me quiso llamar para decírmelo antes. También estaba de vacaciones cuando murió Valentín, y su sobrino Jose. No fui a ninguno de ellos y, por las odiosas comparaciones con otros muertos, no tengo la conciencia tranquila. No sé si será por eso, pero sueño a veces con que Félix revive o resucita y cuando le voy a hablar, me aparta y me da a entender: “quítate, que no me querías”. Para rematarla, en la actuación que tuve como abogado en el juicio del accidente, el juez, un sustituto, aplicó una ley derogada que concedía menos indemnización. Luego alegando el error, llegué a un acuerdo con la Compañía de Seguros, la Mutua Madrileña, cuyo nombre quedará asociado para siempre a ese hecho, a ese siniestro, por hablar con propiedad técnico-jurídica.

La misma imagen de abandono ocurría estos años de atrás con la tumba de mi abuela hasta que mi madre encargó un pequeño adecentamiento. Hoy la vi por primera vez y quedó bastante bien. Somos un poco adanes para esas cosas, y me siento responsable como hijo mayor, varón, etc. Está claro que no heredé las cosas buenas de mi padre. Quizá las malas sí.

Mientras vivíamos en Fierros mi padre, si no trabajaba, iba a León, a la tumba de su madre, en viaje que hoy reconozco. Yo fui todos los años al cementerio del pueblo, donde estaba enterrado el tío Jesús, al que no conocí, hermano de mi madre. Su madre, mi abuela, lo lloró siempre desde que murió a los treinta y dos años en un accidente ferroviario en el puerto de Pajares. Era mozo de tren, y reemplazaba a jefe de tren. Murió en oscuras circunstancias, dicho sea en sentido positivo. Se asomó demasiado por una barandilla de un vagón o de una garita y se pegó contra el túnel. Para los míos le dio un mal. Las malas lenguas decían, según mi madre, que había bebido. Eso nunca lo podré saber ni habrá quien me lo cuente, pero me es indiferente porque la historia no tiene vuelta atrás y la pena está vivida y, en cierta forma, transmitida. Hoy me fijé en un curioso detalle: su lápida habla del recuerdo de su madre, hermanos y compañeros de la RENFE, que quizá colaboraron en el pago. Para la familia era un dios y es cierto que todos los que me hablaron de él, ya adulto yo, me hablaron bien y podían simplemente callar.

Era el sustento de todos desde que sus padres, mis abuelos, se separaron y no vieron un duro de Ramón, del que nunca se hablaba. Tampoco tuvimos mucha relación en aquel entonces con su familia. No estaban enfadados, pero más adelante mejoró algo la situación. No me interesé nunca por ellos hasta que me dio por enredar con el árbol genealógico. Estoy, no obstante, orgulloso de haber podido hacer algo por un primo de esa rama, maquinista, que tenía una carta de despido por larga mano.

Volviendo al tío Jesús, poco supe de él, solamente que le gustaba la gaita, y por eso mi abuela lloraba cuando la oía por la radio o en la misa. Y mi madre lloró hasta hace bien poco cuando pasábamos por la carretera en un lugar muy próximo al del accidente.

Retorno al cementerio. Creo que habré ido un par de veces al cementerio de León donde está Daría, mi abuela paterna. Fui una vez, estando de militar en León, cuando sacaron los restos. Cogí la calavera en la mano, detalle que me recuerdan mis tíos cuando me ven.

Me gustan los cementerios sin nichos. Si voy de turismo a cualquier sitio y el cementerio me pilla de paso, la visita es obligada. Así lo hice en La Habana y en Yernes y Tameza. Los cementerios con nichos son más fáciles de limpiar, más funcionales, aprovechan mejor el espacio, pero me quedo con lo clásico, con las flores naturales adornando las tumbas, con la tierra removida y bien colocada, con una sencilla cruz en la que pudo borrarse la pintura de las inscripciones y dificulta la lectura. ¿Quiénes serían todos esos muertos para mí desconocidos? Acabamos sabiendo que uno era carpintero, otro de Villaviciosa, otro debía ser uno que estuvo aquí de maestro. En eso quedó resumida una vida.

Es un curioso equilibrio el de los cementerios, qué criterios se sigue en el necesario reparto de tiempos, entre la familia de uno y la familia política, y dentro de la familia, la paterna y la materna, el juego de las distancias, de los afectos, de los quereres, miedos e intereses. La intemerata debe ser cuando hay un divorcio por medios.