2006/11/14

ERRORES TÁCTICOS

Reconócelo. Te volviste a equivocar. Una vez más, creiste que con no decir nada, con mantenerte serio, con poner focicu o apetar la boca, las cosas se iban a arreglar solas, con la inercia del tiempo. Ya sabes que no. Siempre te pasó igual pero no escarmientas, no pierdes la esperanza de que las cosas se arreglen solas. Ya sabes que no siempre el que calla otorga. Lo que siempre es verdad es que el que calla no dice nada. Con tu silencio, con tu comodidad, hiciste sufrir a personas que te quieren y a las que quieres. Si no te gusta ese refrán, cógele el sentido al dicho de hacer el avestruz. Ya sé que no crees en eso de la inteligencia emocional, que dices que es una milonga para vender libros vacíos y dar conferencias insulsas y coloristas, incluso estoy contigo, pero tú mismo dices, yo te lo oí cuando estamos a solas, que no basta con ser inteligente. Tú mismo reconoces que hay que controlar las emociones. Ábrete a otras ideas aunque vayas para viejo. No trates de llevar los principios de la asquerosa burocracia a tu vida, ese chascarrillo que circula entre gente ociosa y parásita enquistada en las entrañas del Estado, que se jactan en proclamar ante quienes le ríen las gracias o guardan un sospechoso silencio, que lo que no tiene solución no es problema, o ese otro que asegura que los problemas se resuelven aparcándolos. No te confundas, a veces sirven esas disculpas de acomodado chupóptero no comprometido, pero las más de las veces, por no haber cogido el toro por los cuernos, corres el peligro de que te acometa una manada y puedes resultar corneado en el alma. Y ya lo sabes de otras veces, las mayores cornadas te las das tú mismo, que eres el juez más implacable, que te flagelas y te condenas.
Y prométeme que no vuelves a comportarte como un niño que coge un rabieta. Pero prométemelo en voz alta, que no te oí

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