2020/12/23

 

CUENTO DE NAVIDAD. EL TREN MIXTO

Faltaban muy pocos días para la Navidad. El año había sido difícil para casi todos. En algunas casas algunos faltaron para siempre. Quien más quien menos estaba cansado del dichoso virus y de sus malditas consecuencias. Había quien llevaba meses sin abrazar a alguno de sus seres queridos. Otros perdieron su trabajo. Muchos sufrieron un recorte brutal en sus ingresos. Los encuentros con los amigos se fueron distanciando. Había más tiempo libre, pero faltaban las ganas de llenarlo. Muchos decían estar aplanados. Se palpaba en el ambiente un decaimiento general.

En estas se estaba cuando los vecinos recibieron un mensaje de WhatsApp con un texto enigmático: “Mañana en la estación a la una en punto. Mantener distancia”.

Cientos de mensajes viajaron de móvil en móvil con idéntico texto. Surgió una duda elemental. ¿Cómo iban a estar todos mañana en la estación manteniendo la distancia? El pueblo había menguado mucho, pero aquello era materialmente imposible. Y temerario. Además, se enteraron de que en los pueblos próximos se habían recibido mensajes similares, solo que en unos casos hablaba de estar a la una y cinco, en otros a la una menos cuarto, en otros a menos veinte. Toda la gente de la comarca había recibido el aviso.

Esos mensajes eran un peligro. Era evidente el riesgo de aglomeraciones en la estación, en todas las estaciones, por lo que los alcaldes mantuvieron una conferencia virtual hasta bien entrada la noche. Finalmente alcanzaron un acuerdo: aunque las estaciones eran grandes, únicamente un miembro de cada casa acudiría a los andenes. Algunas estaciones habían cumplido ya un siglo. Se levantaron en la época en la que todo se movía en los trenes, viajeros y mercancías. Algunas conservaban los viejos almacenes, vacíos o alquilados para cualquier menester. Todas tenían grandes muelles y largos y anchos andenes.

En las casas hubo sus más y sus menos. Algunas familias eran reacias a acudir a la cita de WhatsApp. ¿A cuento de qué había que hacer caso a un mensaje de origen desconocido que hasta podía ser una estafa? Por el contrario, en otras casas todos querían ir, hasta los pequeños, porque ese enigmático día de mañana era un sábado y libraban de la clase. Los alcaldes habían sido taxativos: de cada familia debería ir únicamente el adulto de más edad que gozara de buena salud.

Hubo a quien le costó conciliar el sueño solo de pensar qué misterio tendría esa cita. Por lo de la distancia a guardar, sospechaban que algo tendría que ver con esa epidemia que los estaba llevando a hacer cosas sin sentido a base de prueba y error.

Llegó la mañana del sábado. Los minutos no acababan de pasar. A las doce ya se habían concentrado los primeros parroquianos. Milagrosamente la estación conservaba el viejo reloj, que, además, marcaba perfectamente la hora.

Fueron avanzando los minutos. Era ya la una menos cuarto, así que comenzaron a llamar a conocidos de la estación de la una menos veinte. Nada. No cogían el teléfono ni respondían a los mensajes. La inquietud comenzó a adueñarse de los andenes. ¿Y si se trata de un tren aniquilador que fulmina a todos cuantos presencien su paso? Los de la una hablaron con los de la cita de menos diez y, lejos de darse tranquilidad, transmitieron sus mutuos y similares temores.

Faltaba un minuto para la una cuando a lo lejos se divisó una enorme locomotora verde y silenciosa de forma nunca vista que remolcaba un buen número de vagones de mercancías y coches de viajeros. El tren frenó sin meter ningún ruido. Se abrieron las puertas correderas de los vagones y una voz metálica anunció: “En el andén quedarán unas bolsas. No acercarse hasta que el tren se haya alejado. No aglomerarse. Hay para todos”. Efectivamente, un brazo articulado depositó las bolsas en el andén. Acto seguido, se cerraron las puertas e inmediatamente la máquina pitó y arrancó con el mismo silencio de la llegada. Observaron que el aspecto exterior de los coches era el de siempre, pero el interior les pareció totalmente diáfano y con únicamente unas luces en cada extremo. El tren cogió gran velocidad y no pudieron percatarse de más detalles.

Les costó esperar, pero en cuanto perdieron de vista el tren, cada uno se hizo cargo de una bolsa. Eran las justas. No faltó ni sobró ninguna. Cuando las abrieron comprobaron que cada una contenía un número de pequeñas cajitas como las de las joyerías. En todas las bolsas había un sobre con un escueto mensaje: “No contar nada. Abrir las cajas en las casas”. En cada bolsa había exactamente una caja para cada habitante de la casa. Entendieron ahora que los amigos de las estaciones anteriores no hubieran contestado al teléfono. Habían tomado al pie de la letra lo de no contar nada.

Ni que decir tiene a qué ritmo emprendieron la marcha hacia sus respectivas casas. Cada caja contenía dos cápsulas y un mensaje: “Tomar una cápsula con agua tibia, solo una. Mañana en la estación a la una en punto con la cajita”.

Ni el químico jubilado ni el farmacéutico daban abasto a aclarar las dudas de sus vecinos. Nunca habían tenido en sus manos cápsulas de esa textura y ligereza.

Al día siguiente, desde bastante antes de la una todos estaban en la estación entre expectantes y temerosos. Tenían interés por ver si actuaba el famoso brazo articulado de los vagones. Algo nuevo les dejaría.

Ya se divisa al fondo la imponente máquina verde. Parece que el tren se está pasando de frenada, pero no, los vagones de mercancías rebasaron el edificio de la estación, y los coches de viajeros quedaron milimétricamente detenidos frente al numeroso grupo que esperaba. Solamente se abrieron las puertas del tercer coche. Desde el andén oyeron sones y vieron luces de fiesta en los dos primeros. Unos altavoces anunciaron: “Vecinos, subid al tren de la esperanza”.  Nadie quedó en tierra. El tren arrancó. A la una y cinco debía estar puntual con la siguiente cita en la estación inmediata. En un extremo del coche lucía un árbol de navidad, en el otro un pequeño nacimiento, con villancicos como música de fondo. La misma voz metálica que algunos oyeran el día anterior anunció un mensaje: “Tomad ahora la segunda cápsula. Es la vacuna definitiva y los efectos son inmediatos”.

El tren iniciaba la frenada en la estación siguiente.


2020/12/15

LUCIÉRNAGAS EN LA MEMORIA, de Pilar Sánchez Vicente


Luciérnagas
es la historia novelada de una familia de perdedores de la última guerra civil española, la familia formada por un alcalde del Frente Popular, Arsenio Montes; su mujer, Matilde Peón, maestra; y sus hijos, el joven Jacinto, maqui en los montes de Asturias; y la niña Adriana, refugiada en Francia y más tarde en Argentina aprovechando que en este país permanecía algún lejano pariente de la familia.

 

Es una historia de buenos y malos, pero no por eso deja de tener gran interés documental, y sentimental para el bando perdedor.

 

La novela va relatando alternativamente y en largos capítulos la, en definitiva,  desgraciada vida de Adriana y la aventurera vida de Jacinto, refugiado en las montañas, siempre huyendo y escondiéndose.

 

La vida de Jacinto se describe a través del propio diario que va llevando clandestinamente en su refugio. Seguramente hubiera podido ser cualquier cosa, mas no tuve ocasión de probar ninguna. Sin pedir permiso, la política se instaló en nuestras vidas trastornándolas, y la guerra acabó de deshacerlas. 

 

Una parte importante de la vida de Adriana se desarrolla en Tucumán, cuya etimología se relaciona con la luciérnaga, de ahí el título de la novela. La protagonista sufre un matrimonio amañado y finalmente infeliz con un abogado bonaerense veinte años mayor que ella. Aquel acaba siendo colaborador de la dictadura militar argentina. La frustración de la vida personal de Adriana es total cuando, de resultas de un aborto, queda estéril. No obstante, es una luchadora que consigue ser, como su madre, una maestra innovadora. Llega a intimar con el Che Guevara, argentino, que la intenta reclutar para la causa, pero ella no se atreve a dar el paso, con gran decepción del carismático líder.

 

Adriana sufre y siente el desarraigo, duda si es española o argentina. Por su parte, el diario del guerrillero va pasando por las previsibles etapas de ilusión y decepción.

 

En la novela asoman también algunos chilenos con familias desaparecidas por la dictadura de Pinochet y algún espía de la Segunda República.  

 

En la novela se ven claras las intenciones desde el primer momento, pero se explicitan con claridad en sus últimos párrafos: “Me preguntaba qué interés podía tener contar nuestra historia y ahora lo sé: será una forma de compensar tanta injusticia, tanta aflicción, tanto desatino. Nora llevaba razón, es una burla cruel que triunfe la versión de los vencedores, duele más que la pérdida. La víctima que calla asume su condena, perpetúa su padecimiento. ¡Que guarden silencio los culpables! Y sea mi testimonio su mordaza”.


2020/12/06

INTROSPECCIÓN INDEMNE


Lees un artículo crítico-poético de Juan Gaitán, uno de los columnistas habituales del grupo al que pertenece La Nueva España. Se refiere a los cierres perimetrales y a la consecuencia de que desearía relacionarse (castamente, supones) con una prima pero no puede, es como si ella viviera en Alaska. Valga esta explicación para que se pueda entender la frase que reproduces:  

"Hasta el 23 de diciembre (en su autonomía por lo visto) nuestras casas y nuestras vidas van a seguir limitando con Alaska por todas partes. No podremos ir a ningún lado excepto a nosotros mismos (con lo peligroso que eso resulta siempre, que nadie ha salido indemne de ese viaje)".  

 

Del  peligro de la introspección nos habla Gaitán, hombre al que nunca oíste su voz pero te lo imaginas con una dicción pausada próxima a lo inaudible. En cuanto a la indemnidad, para determinarlo habría precisamente que inspeccionarse, y para ello es preciso parar. Si tienes una actividad frenética diaria no hay margen para pensar, salvo que te reserves un tiempo para tu soledad o tus soledades, esas de las que hablaba Lope de Vega.  

 

"A mis soledades voy, 

de mis soledades vengo, 

porque para andar conmigo 

me bastan mis pensamientos".  

 

https://youtu.be/tfz41N2LWig 

 

Piensas  que quien tienda al remordimiento, por ser de conciencia estricta, bien por la formación recibida o por el carácter innato, saldrá malparado de sus soledades y meditaciones, pero el optimismo también se trabaja y acaba siendo optimista el que quiere serlo; claro que si se pasa de frenada corre el riesgo de ser un fantasma, pero uno así tiene más posibilidades de triunfar (ante los demás) que el estricto. Así y todo ¿qué dirá de sí mismo ese fantasma en sus soledades? ¿Se aprobará o se suspenderá?  

 

No revelas un secreto demasiado íntimo si confiesas que, después de estudiar muchos años en un seminario, tomaste la decisión de dejarlo justamente en unos ejercicios espirituales. Llevabas entonces un diario que acabó años después en la cocina de carbón.  Escribir te ayudó a fijar posiciones, como se dice en la técnica parlamentaria. ¿Saliste indemne? Sí.