2007/04/24

EL PARTIDO DE VETERANOS

- Por cierto, Pepe, me dijiste el otro día que ibas a jugar un partido de veteranos, ¿ya fue?

- Sí, Roberto, jugamos este domingo.

- ¿Y qué tal salió?

- Hubo de todo, en general bastante bien.

- ¿Hizo alguien alguna jugada curiosa?

- El entrenador nos tienen dicho que no quiere Messis ni Maradonas, que lo importante es el conjunto.

- ¿Un poco aburrido, no?

- No, qué va. Hombre, a veces te gustaría rematar las jugadas. Te hablo de los entrenamientos, pero cuando estás a punto de chutar, pita alto para ensayar unas carreras. No sé. Tendrá que ser así.

- Cada maestrillo tiene su librillo.

- Nos ensaya mucho los rondos y las paredes, y nos dice cómo hay que respirar, y también alguna técnica de cosas muy elementales, por ejemplo, sobre cómo hacer un saque de banda, que parece fácil pero tiene su aquello.

- Pero supongo que a vosotros, en los entrenamientos, lo que os gustará será jugar partidillos y chutar a gol. Por cierto, ¿quién es el encargado de tirar los penalties?

- Calla, calla.

- ¿Pasó algo?

- Nos pitaron un penalty a favor, ya casi al final del partido, y mira que lo tenemos ensayado...

- ¿Lo fallasteis?

- No, no es que lo falláramos, pero no sé qué pasó que cogieron carrerilla dos a la vez...

- No jorobes. ¿Y qué pasó?

- Parecían ciegos. Y sordos. Uno era diestro, el otro zurdo. Llegaron incluso a tropezar.

- ¿Pero al final fue gol?

- Sí, fue gol, pero mira qué espectáculo.

- ¿Y el público qué dijo?

- Yo creo que no se dieron cuenta. Pensaron que era una táctica para despistar al portero.

- ¿Pero no lo tenéis ensayado?

- Sí, hombre lo tenemos superensayado, pero como García y Antúnez tiran penalties los dos, se liaron, sin darse cuenta de que uno los tira en casa y otro fuera.

- El entrenador os echaría una bronca del copón.

- ¡Qué va! Nunca dice nada al final del partido. Y en el primer entrenamiento, cuando pensábamos que nos iba a echar un chorreo, nos dijo que teníamos que mejorar el achique de espacios.

- ¿Y ni una palabra del penalti?

- Ni una palabra. Los entrenadores son un poco como Valdano. Parece que la gente ve un partido y ellos otro. Por cierto, Roberto, ¿tú no salías este domingo con tu coro de veteranos?

- ...

- Roberto, ¿colgaste? Roberto ¿estás ahí?.

PRECAMPAÑA EN EL FONTÁN

Hacía unas semanas que no pasabas un sábado por el Fontán a tomar la consabida botella de sidra con su correspondiente pincho de picadillo. Estas últimas semanas tienes un cierto compromiso de coger el periódico los sábados en el kiosco que está cerca de tu casa, porque son gente atenta, que te guarda las copas de la vajilla que salen los jueves y los viernes (peste de coleccionables) aunque no les compres el periódico por semana porque se lo dan a tu mujer en la empresa. Sí lo vas a comprar el domingo, pero te parece que estás obligado a hacerlo también la víspera, de manera que estos sábados de atrás lo cogías y lo ibas a leer a El Mayu, sidrería cerca de tu casa, donde vas a veces a ver los partidos. Pero El Mayu no es el Fontán, ni tampoco hay pinchos de picadillo, ni el ambiente es igual, ni ninguna placa recuerda que allí actuó Lorca con La Barraca en 1932, ni que las casas corcovadas son el escenario en donde se desarrolla TIGRE JUAN, de Pérez de Ayala, ni tienes oportunidad de ver si los inmigrantes que mercadean por allí llevan poco o mucho tiempo en Asturias según conserven sus ropas autóctonas o ya se vistan de occidentales pobres.
Das a Dios lo que es Dios y a César lo que es del César, les compras La Nueva España y las copas a las chicas del kiosco y coges el portante y te vas para El Fontán.
Cae un sol de justicia y no hay manera de pillar un sitio a la sombra debajo de las columnas de la plazuela de Daoiz y Velarde, de manera que te tienes que conformar con situarte en la plaza cerrada. Saldrás ganando por lo que no tardarás en ver.
En las primeras páginas lees la entrevista a Alejandro, el chico que se presenta por IU a las elecciones municipales de Oviedo. Tiene cara de buena persona, pero no acabas de entender el conflicto del PCE e IU, porque resulta que tanto uno como otro partido (tampoco sabes seguro si IU es un partido, pero no te detienes en este momento a buscarlo en la web) tienen un sector oficial y otro crítico, y te parece un galimatías monumental porque el sector Oficial del PCE nacional debe ser el sector crítico nacional en IU, que no coinciden a su vez con los respectivos sectores oficial y crítico en Asturias, y lo mismo ocurre en Oviedo con respecto a Asturias. Lo dicho, un follón, del que no vas a poder aclararte. Sacas en limpio que no los vas a votar. Realmente te queda la duda de si tienen alguna mínima diferencia ideológica, y si hay tanto matiz para que haya un sector crítico y otro oficial, o si lisa y llanamente son personalismos o algo todavía menos confesable.
Estás a la mitad de la entrevista cuando ves a un grupo de seis o siete personas, de los que alguno te resulta conocido, y, coño, ves a este Alejandro entre ellos. Es la primera vez que lo ves en directo o, al menos, que te das cuenta de ello.
La oposición de su propio partido, o sector, o vete a saber, ya lo puso en un aprieto cuando descubrió que no iba a votar en Oviedo sino en Gijón, y él se disculpa diciendo que son despistes de la juventud, que ya se sabe lo remisos que son los jóvenes a actualizar el papeleo. También parece que inició estudios de Derecho, pero no se sabe que los haya terminado, y no está en edad de ser estudiante-estudiante. Es un hombre olvidadizo, por lo que se ve y se lee.
Mientras controlas de reojo y sigues leyendo la prensa, ves a un joven pidiendo, delgadísimo, que refleja en su cuerpo el rastro del cáncer o del sida, y piensas que le queda poco tiempo. Está pidiendo para un niño de seis años. No le das nada. Sí le da algo alguien del grupo electoral, pero lo llaman después de haberlo dejado pasar. Te quedas pensando si lo darán porque alguien los ve, y nuevamente meditas sobre las críticas que la izquierda marxista hace a la caridad cristiana, caridad versus justicia.
El picadillo ya quedó atrás. Mientras avanzas con la sidra, ves a una antigua compañera de Facultad, de algún curso inferior. Te fijabas para ella porque se contoneaba un montón al caminar y porque teniendo unos labios muy exagerados todavía los pintaba más. Nunca entendiste ese maquillaje. Ya entonces vestía estrambótica y tendría veinte años. Con más de cuarenta y cinco, ese día llevaba una especie de bombachos como de tergal, y parecían arrugados a propósito, y con una blusa blanca de flores y encajes. No perdió el estilo ni, por supuesto, los andares.
Llaman a Alejandro por el móvil y aprovecha para dar un paseo por allí como buscando cobertura, pero en realidad, haciendo precampaña, dándose a conocer.
En casa por la tarde, lees las ediciones digitales de EL COMERCIO y de LA VOZ DE ASTURIAS. ¡Caramba! Todas incluyen una entrevista amplia al mismo Alejandro, de IU. Se conoce que ya tiene jefe de prensa o coordinador de campaña o reporting algo.
Te llaman la atención varias noticias, pero, pasados unos días te quedas solo con una: la que lees en EL COMERCIO, según la cual los hosteleros del Fontán (Ramón entre ellos) constituyeron una asociación, Sabores del Fontán. Precisamente recogen unas declaraciones de José Ramón Fernández, Ramón para todo el mundo, menos para la periodista, que es “Fernández”.
Miras quién firmó la noticia y es Susana Neira. Neira es un apellido muy conocido en el periodismo asturiano, pero decides no apostar ni un euro ni por Susana ni por Alejandro.

2007/04/21

EL NIÑO OBESO Y EL ACCESO A LAS FUENTES

Ibas a publicar este artículo en el lugar de costumbre, pero marchaste de vacaciones a Portugal y no te dio tiempo, porque faltaban unos retoques. Los das y era esto.

Como a todo el mundo, te llamó la atención la noticia que leíste en tu periódico habitual: la Consejería de Asuntos Sociales retiró la custodia a unos abuelos porque su nieto, de diez años, pesaba más de cien kilos.
En principio era una noticia curiosa sin más. Al día siguiente, ya fue noticia de portada y te dicen que salió también en la tele.
Es la mañana del sábado. Estás todavía en el kiosco, no pagaste todavía el euro del periódico y te dices ¿qué pasa aquí? Esta semana viste también en la portada a los dos ciudadanos de Pola de Lena que estuvieron entre los elegidos de las cien preguntas de Zapatero. Eso fue un día de esta semana. Hoy sábado te vuelves a encontrar con otro conocido: el abuelo del niño obeso.
No te hace falta leer nada más para darte cuenta de que la retirada de la custodia no fue una cuestión descabellada, pero no encuentras alusión ninguna en toda la prensa a lo que tu piensas. Más bien encuentras un poco de demagogia (el rapto de los ciudadanos por el Estado) en el artículo de Javier Neira, que está tan escorado a la derecha que va acabar por hundirse. Lo malo sería que arrastrara a alguien en el hundimiento porque es el columnista de referencia (ahora se dice así) de La Nueva España.
Repasas mentalmente qué sabes del abuelo. Nunca supiste cómo se llama. Te enteras de que es José Sánchez, que tiene sesenta y cinco años. Sí sabes que es un jubilado del taller de máquinas de Renfe en Oviedo. Por lo tanto, fue compañero de tu padre. No debieron ser muy buenos amigos porque este José Sánchez es un hombre huraño y tu padre más bien era un vivales. De todos modos no tienes prejuicios contra este hombre.
Tú tienes tu propio concepto de él. De él y de otro ciudadano de Oviedo, que se parecen a Machado en el desaliño indumentario, pero solo en eso; dos seres que cuando los ves, siempre sin afeitar o muy mal afeitados, por ejemplo con restos de espuma seca por la cara, con los zapatos sucios, calcetines de colores o de cuadros, a punto de caer de los pantalones, siempre sin planchar, jersetones viejos, camisas con una punta fuera, despeinados.
Al abuelo, no, al otro personaje lo viste por primera vez, y desde entonces ya no lo olvidas, de interventor del PSOE en tu colegio electoral. Te preguntaste si no tenían otra cosa en el PSOE. Lo ves a menudo y te preguntas dónde trabajará y quien tendrá que soportar sus olores. Te viene a la mente el caso de un compañero de empresa que por sus efluvios (fedor se dice por aquí) no quería nadie trabajar con él, y le salió bien la jugada porque lo mandaron a una estación en donde está el solo, no comparte olores con nadie y no da golpe. Una estación que si no fuera por atender ese caso ¿humanitario? estaría sin personal. ¡A ver si resulta que los malos olores crean puestos de trabajo!
Volviendo al abuelo, sabiendo lo adán que es, podrás suponer que si era desordenado él, sería desordenada la mujer. (Lo piensas así y a lo mejor tiene que pasar una generación para que desaparezcan esas asociaciones de ideas.) Y si eran desordenados para la alimentación del nieto, lo serían para los estudios, para la vida y para la educación.
Como ocurre en estos casos, algunos medios regionales publican cosas de charanga y pandereta, sin entrar en el asunto. Otros hicieron algún esfuerzo de investigación. La prensa nacional fue más sobria y veraz. La regional apunta cosas pero seguramente no tienen acceso a cuestiones de las que nadie quiere hablar.
Por suerte esto no llegó a suceso, pero algunos aspectos de las noticias de sucesos nunca salen en la prensa por aquello de la intimidad y por el temor a las demandas. En fin, ocurre con esta noticia lo que con la prensa en general: que algo pasó con un niño obeso, pero no exactamente lo que pasó.

Pasaron las vacaciones, la prensa volvió a publicar algo del nenu gordín y ahora resulta que el abogado del abuelo y la familia ya no cuestiona el ingreso del niño en una institución, reconoce que bajó treinta kilos y, sobre todo, que mejoró su situación y su autoestima. Difícil labor pedagógica la del abogado, que tiene que hacer ver a sus abuelos lo equivocados que estaban. Pero la gente en general sigue sin conocer el trasfondo y los entresijos del asunto. Lo dicho: que algo pasó, pero no exactamente lo que se publicó.

2007/04/13

IMPRESIONES DEL VIAJE






Vas, no vas, no sabes que hacer, ya estuviste alguna vez en Portugal, pero por suerte no te acuerdas de las cosas, sí, tienes una ligera noción, Grândola Vila Morena, el Chiado, la Plaza del Comercio, pero te haces un lío mental con las colinas, las calles cuestas y los tranvías, de manera que la visita puede resultarte como nueva. Al final te enteras de que te apuntaron y vas.
La última vez que pasaste esa frontera llevabas escudos y hoy vas con euros. Algo de tiempo ganaste porque no tuviste necesidad de pasar por el banco ni buscar un bancario (se enfadan si les dices banqueros) conocido para que te diera un buen cambio.
Medio adormilado, pasas por las tierras de Zapatero, te despiertan los de la agencia de viajes para ofrecerte unas pastas o unos frutos secos o unos bombones o un chupito. De momento dices que no, pero en etapas sucesivas no perdonarás ningún avituallamiento, no te vaya a entrar la pájara.
Llegas en forma al final de la primera etapa, Ciudad Rodrigo. Entras en el hotel con espíritu positivo. Cuando sales a dar una vuelta por la ciudad, te apetece preguntar por el dueño para plantearle una única cuestión: si oyó alguna vez hablar del marketing y de la imagen. Te parece que puede haber gente que se eche hacia atrás solo por la primera impresión exterior. Al día siguiente te preguntas sí tú, en un viaje particular, harías una noche en ese sitio, y llegas a la conclusión de que sí, y eso que no tienes ni idea del precio, ni lo vas a preguntar porque te da exactamente igual y cuando vas de excursión lo que votas es el programa electoral en conjunto, no cada una de las ofertas. Si hubiera que votar dónde se iba a comer o dónde a cenar o si se iba al Teatro o a la pesca submarina, no se haría ningún viaje.
Más adelante confrontarás esa imagen con otros hoteles que dan el pegu por fuera, y a lo mejor son como sepulcros blanqueados.
A la puerta de la Catedral te encuentras con D. Atilano, al que conoces por ser asturiano, y porque estudió contigo en el Seminario, aunque él estaba en los últimos años cuando tu estabas empezando. Charláis un rato. Cuenta cómo para él el Seminario era un descanso porque lo duro era ir a la hierba por las empinados prados de Cangas de Narcea.
Por la noche vas a ver una procesión. Es una procesión sencilla pero digna. Te preguntas cuánta gente, no solo del público, sino entre los papones, van con algo de fe. ¿Fe en qué? Dejas ahí la cuestión porque estamos de vacaciones.
Llegas a Salamanca, y dónde más gente ves es buscando la rana de la fachada de la vieja Universidad o el astronauta del pórtico de una de sus catedrales. Esto te recuerda a los bebés que no quieren comer y les dicen que miren un pajarito y mientras abren la boca, zás, allá fue la cucharilla. Al menos comieron. Lo mismo el turista, al que hay que amenizar con algún entretenimiento. Si, después de eso, coge algún punto, eso que se ganó para la causa. Parece que los dices con un poco de retintín, pero en realidad tiene que ser así, no les vas a contar a un variopinto grupo de turistas, las diferencias entre el gótico flamígero y el gótico alemán.
Echas un pigazu en el bus y llegas a Fátima. Te quedas un momento oyendo una misa, más que nada por ver si entiendes algo del portugués. Te preguntas cómo será que lo entiendes bastante bien cuando lo lees, pero cuando lo oyes, prácticamente no te enteras. Dejas las reflexiones lingüísticas para otro día.
Cuando te alejas de Fátima, supones que con fe debe verse con otros ojos.
Llegas en esto a Nazaré y te impresionan las portuguesas con sus mantones negros y los portugueses con sus viseras y su ropa oscura. Te fijas para sus zapatos y los llevan limpios. Es bueno que elimines los prejuicios y dejes de asociar tipo de ropa con falta de higiene.
Ya estás en Lisboa. Puestos a calibrar, te parece que el hotel está bastante bien ubicado. Puede que el otro hotel alternativo estuviera más cercano, pero a lo mejor por allí no podías salir a dar un paseo y por aquí sí, y en cualquiera de los dos casos, necesitarías un taxi para el centro, de manera que, de chiripa o como sea, te parece que salisteis ganando.
Y en nada a Oporto.
Después de unos cuantos días de monumentos y bacalao ya no sabes si la fachada aquella la viste en Belem o en el barrio de Alfama, si la torre de la iglesia verdosa era gótica o corintia, o si el santo de la capa verde estaba en Oporto o en Sintra. Y lo mismo con el bacalao, que no distingues si era fresco o congelado, incluso si era merluza. Esas dudas dieron vidilla a las mesas.
Y repasas establecimientos y te das cuenta de que sitios que prometían mucho, no eran para tanto, mucha etiqueta, mucho ¿me permite, señor?, pero guardas mejor recuerdo de otros palomares donde te atendían en reñida pelea con el mínimo protocolo. ¡Y decimos a los niños que no hay que comer con la vista!
Haces un repaso del viaje en clave electoral y te dices que fue un viaje de centro porque para captar los votos de la mayoría, en unos casos se hicieron concesiones al ahorro y en otros hubo alguna alegría.
Y vuelves a España, y no lo puedes celebrar cantando porque tu himno no tiene letra, y cantarlo con boca cerrada lo dejas para los ensayos.
Termináis con la tradicional mariscada de O Grove. Piensas una vez más en la oferta y la demanda, no acabas de dar con el motivo de que algunos alimentos tengan esos precios. Seguramente estás equivocado porque todo el mundo se pirria por esbillar y tú preferirías un pinchu de bonito y mayonesa en Lira.Haciendo un último repaso mental del viaje, resulta que la mayor discusión que se suscitó fue a cuenta de Fernando Alonso, de manera que te das con un canto en los dientes y te prometes que dequiparriba te apuntarás a todas las excursiones y saraos, que la vida son cuatro días.

2007/04/11

LAS CADENAS

Recibes al cabo del día un montón de cadenas: del amor, de la amistad, de la paciencia, de la sabiduría, de los Alpes, del África Tropical, de Machupichu, del País Llionés.
Según las abres, dices: “otra vez la cadena de los Alpes”, le das intros o AvPág rápidamente, y en diez segundos, las das por despachadas. Algunas ya las conoces por el nombre del anexo y borras directamente el mensaje. Otras veces no te percatas de que ya los viste hasta que pasan diez o doce secuencias, las antiguas filminas, pero como no te acuerdas muy bien, no las abortas y continúas hasta el final para ver en qué queda la cosa.
A veces recibes alguna de Maite o de personas a las que aprecias especialmente o a las que quieres, además de que no se prodigan en mensajes, y en ese caso ya no das al intro ni al AvPág, aunque conozcas el fichero, que no es el caso.
Entonces te detienes en las frases y en las imágenes y en la música porque realmente la persona que te lo manda te dice algo.
“He aprendido que no puedo aprender a que alguien me ame. Solo convertirme en alguien a quien se puede amar. El resto depende de los otros” y te dices que es verdad, que Maite tiene razón.
“He aprendido que hay cosas que puedo hacer en un instante y que pueden ocasionar dolor toda una vida”. Y te dices que también es verdad, que a veces dices cosas a la ligera, que recién dichas ya las olvidaste, tú, pero no el que las oyó o a quien iban dirigidas, que puede acordarse de ellas toda una vida.
“He aprendido que el dinero es un pésimo indicador del valor de algo o de alguien”. Repites esta cantinela muchas veces pero no siempre lo sigues al pié de la letra. Cuentas como una muletilla, en cuanto puedes, que si un buen día traes a tu mesa a un japonés o a un cherokee o a un hutu, y les pones delante un plato de sardinas a la plancha, una ración de caviar y unas patatas fritas, a lo mejor se comen las patatas y desprecian el caviar, porque no siempre el gusto va en paralelo con el precio. Y piensas cuantas veces por puro esnobismo tiendes a pensar que está más buena la comida más cara. Otro tanto haces con los hombres.
“He aprendido que en muchos momentos tengo el derecho de estar enojado, pero no el derecho de ser cruel”. Esta frase te parece una variante de otra anterior, la de las cosas que pueden ocasionar dolor toda una vida. Te detienes en ella porque a veces las mismas ideas se pueden decir de diferente manera.
“He aprendido que el verdadero amor y la verdadera amistad continúan creciendo a pesar de la distancia”. Nunca tuviste la experiencia de si el amor crece a distancia…o ya no te acuerdas de aquello porque pasaron treinta años desde la última vez que tuviste algún amor en la distancia, pero te parece que puede ser verdad. Desde luego así lo crees respecto de la amistad.
“He aprendido que por mas fuerte que sea mi duelo, el mundo no se detiene por mi dolor”. Así es. Cuantas veces dices “lo siento”, “te acompaño en el sentimiento”. Es imposible sentir tanto por tantos y que tantos acompañen en el sentimiento tantas veces como se dice esa manida frase, pero ya se sabe que las palabras también se desgastan con el uso, pierden su forma y su sentido original.
“He aprendido que tanto escribir como hablar alivia los dolores emocionales”. Y no tienes nada que añadir a esto porque se comenta por sí mismo.
Y ves todas esas fotos de Paris, que es una hermosa ciudad, y escuchas la canción en ese francés del que intentas entender alguna palabra y coges al vuelo algo de “La bohème” y poco más después de haber estudiado tantos años de francés y piensas en el autor del montaje y en el fotógrafo, en la ilusión que pusieron en los encuadres “que no salga esta señal”, “este coche estropea la foto del parque”, “¿pondré antes la foto de El Louvre o la del Sena?”. Y cuando repones una y otra vez el montaje “sientes” con el que lo hizo y con la persona que te lo mandó, y te das cuenta de que la aprecias y de que la quieres y de que le deseas lo mejor.