2007/04/21

EL NIÑO OBESO Y EL ACCESO A LAS FUENTES

Ibas a publicar este artículo en el lugar de costumbre, pero marchaste de vacaciones a Portugal y no te dio tiempo, porque faltaban unos retoques. Los das y era esto.

Como a todo el mundo, te llamó la atención la noticia que leíste en tu periódico habitual: la Consejería de Asuntos Sociales retiró la custodia a unos abuelos porque su nieto, de diez años, pesaba más de cien kilos.
En principio era una noticia curiosa sin más. Al día siguiente, ya fue noticia de portada y te dicen que salió también en la tele.
Es la mañana del sábado. Estás todavía en el kiosco, no pagaste todavía el euro del periódico y te dices ¿qué pasa aquí? Esta semana viste también en la portada a los dos ciudadanos de Pola de Lena que estuvieron entre los elegidos de las cien preguntas de Zapatero. Eso fue un día de esta semana. Hoy sábado te vuelves a encontrar con otro conocido: el abuelo del niño obeso.
No te hace falta leer nada más para darte cuenta de que la retirada de la custodia no fue una cuestión descabellada, pero no encuentras alusión ninguna en toda la prensa a lo que tu piensas. Más bien encuentras un poco de demagogia (el rapto de los ciudadanos por el Estado) en el artículo de Javier Neira, que está tan escorado a la derecha que va acabar por hundirse. Lo malo sería que arrastrara a alguien en el hundimiento porque es el columnista de referencia (ahora se dice así) de La Nueva España.
Repasas mentalmente qué sabes del abuelo. Nunca supiste cómo se llama. Te enteras de que es José Sánchez, que tiene sesenta y cinco años. Sí sabes que es un jubilado del taller de máquinas de Renfe en Oviedo. Por lo tanto, fue compañero de tu padre. No debieron ser muy buenos amigos porque este José Sánchez es un hombre huraño y tu padre más bien era un vivales. De todos modos no tienes prejuicios contra este hombre.
Tú tienes tu propio concepto de él. De él y de otro ciudadano de Oviedo, que se parecen a Machado en el desaliño indumentario, pero solo en eso; dos seres que cuando los ves, siempre sin afeitar o muy mal afeitados, por ejemplo con restos de espuma seca por la cara, con los zapatos sucios, calcetines de colores o de cuadros, a punto de caer de los pantalones, siempre sin planchar, jersetones viejos, camisas con una punta fuera, despeinados.
Al abuelo, no, al otro personaje lo viste por primera vez, y desde entonces ya no lo olvidas, de interventor del PSOE en tu colegio electoral. Te preguntaste si no tenían otra cosa en el PSOE. Lo ves a menudo y te preguntas dónde trabajará y quien tendrá que soportar sus olores. Te viene a la mente el caso de un compañero de empresa que por sus efluvios (fedor se dice por aquí) no quería nadie trabajar con él, y le salió bien la jugada porque lo mandaron a una estación en donde está el solo, no comparte olores con nadie y no da golpe. Una estación que si no fuera por atender ese caso ¿humanitario? estaría sin personal. ¡A ver si resulta que los malos olores crean puestos de trabajo!
Volviendo al abuelo, sabiendo lo adán que es, podrás suponer que si era desordenado él, sería desordenada la mujer. (Lo piensas así y a lo mejor tiene que pasar una generación para que desaparezcan esas asociaciones de ideas.) Y si eran desordenados para la alimentación del nieto, lo serían para los estudios, para la vida y para la educación.
Como ocurre en estos casos, algunos medios regionales publican cosas de charanga y pandereta, sin entrar en el asunto. Otros hicieron algún esfuerzo de investigación. La prensa nacional fue más sobria y veraz. La regional apunta cosas pero seguramente no tienen acceso a cuestiones de las que nadie quiere hablar.
Por suerte esto no llegó a suceso, pero algunos aspectos de las noticias de sucesos nunca salen en la prensa por aquello de la intimidad y por el temor a las demandas. En fin, ocurre con esta noticia lo que con la prensa en general: que algo pasó con un niño obeso, pero no exactamente lo que pasó.

Pasaron las vacaciones, la prensa volvió a publicar algo del nenu gordín y ahora resulta que el abogado del abuelo y la familia ya no cuestiona el ingreso del niño en una institución, reconoce que bajó treinta kilos y, sobre todo, que mejoró su situación y su autoestima. Difícil labor pedagógica la del abogado, que tiene que hacer ver a sus abuelos lo equivocados que estaban. Pero la gente en general sigue sin conocer el trasfondo y los entresijos del asunto. Lo dicho: que algo pasó, pero no exactamente lo que se publicó.

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