2020/12/15

LUCIÉRNAGAS EN LA MEMORIA, de Pilar Sánchez Vicente


Luciérnagas
es la historia novelada de una familia de perdedores de la última guerra civil española, la familia formada por un alcalde del Frente Popular, Arsenio Montes; su mujer, Matilde Peón, maestra; y sus hijos, el joven Jacinto, maqui en los montes de Asturias; y la niña Adriana, refugiada en Francia y más tarde en Argentina aprovechando que en este país permanecía algún lejano pariente de la familia.

 

Es una historia de buenos y malos, pero no por eso deja de tener gran interés documental, y sentimental para el bando perdedor.

 

La novela va relatando alternativamente y en largos capítulos la, en definitiva,  desgraciada vida de Adriana y la aventurera vida de Jacinto, refugiado en las montañas, siempre huyendo y escondiéndose.

 

La vida de Jacinto se describe a través del propio diario que va llevando clandestinamente en su refugio. Seguramente hubiera podido ser cualquier cosa, mas no tuve ocasión de probar ninguna. Sin pedir permiso, la política se instaló en nuestras vidas trastornándolas, y la guerra acabó de deshacerlas. 

 

Una parte importante de la vida de Adriana se desarrolla en Tucumán, cuya etimología se relaciona con la luciérnaga, de ahí el título de la novela. La protagonista sufre un matrimonio amañado y finalmente infeliz con un abogado bonaerense veinte años mayor que ella. Aquel acaba siendo colaborador de la dictadura militar argentina. La frustración de la vida personal de Adriana es total cuando, de resultas de un aborto, queda estéril. No obstante, es una luchadora que consigue ser, como su madre, una maestra innovadora. Llega a intimar con el Che Guevara, argentino, que la intenta reclutar para la causa, pero ella no se atreve a dar el paso, con gran decepción del carismático líder.

 

Adriana sufre y siente el desarraigo, duda si es española o argentina. Por su parte, el diario del guerrillero va pasando por las previsibles etapas de ilusión y decepción.

 

En la novela asoman también algunos chilenos con familias desaparecidas por la dictadura de Pinochet y algún espía de la Segunda República.  

 

En la novela se ven claras las intenciones desde el primer momento, pero se explicitan con claridad en sus últimos párrafos: “Me preguntaba qué interés podía tener contar nuestra historia y ahora lo sé: será una forma de compensar tanta injusticia, tanta aflicción, tanto desatino. Nora llevaba razón, es una burla cruel que triunfe la versión de los vencedores, duele más que la pérdida. La víctima que calla asume su condena, perpetúa su padecimiento. ¡Que guarden silencio los culpables! Y sea mi testimonio su mordaza”.


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