Vas con tu mujer en el coche. Paras en un semáforo. En la misma esquina donde estás esperando el verde hay una sucursal del Banco Herrero, ahora Banco de Sabadell. Ves que hay un graffiti en una luna con un texto que te hace dudar. “Por fin una hipoteca flipante”. Dudáis de si es un graffiti o un anuncio. Si es un graffiti está superlogrado porque incluso arroyan (sí, con y griega) los churretes, la pintura. Te entraron ganas de parar unos metros más adelante y pasar el dedo por el cristal. Al día siguiente te fijas en otras sucursales del Banco Herrero y acabarás comprobando que es una campaña publicitaria.
Dijiste al principio que era un graffiti y terminarás diciendo que es una pintada. Asocias graffiti a una pintada de letras de colores de perfiles muy marcados y tan artísticas que se hacen difíciles de leer, tanto como aquellas antiguas caligrafías con sus adornos y rebicoques. Un graffiti es pura policromía mientras que la pintada es monocolor. En la pintada lo importante es el mensaje, en el graffiti el texto puede ser ilegible, de puro recargado, lo que cuenta es la forma.
Cuando el semáforo se puso en verde ya habías llegado a la conclusión de que la pintada era una prueba más de la evolución de las normas: de cómo lo que ayer está prohibido, hoy deja de estarlo y mañana pasa a ser obligatorio. Ayer fue la arruga, hoy la pintada y mañana lo que los publicistas digan.
1 comentario:
Y los probinos del Herrero/Sabadell, también tienen que vestirse, en plan rapero?
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