2007/10/12

PACO Y EL SR. QUINTUELES FINALIZAN LAS VACACIONES

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Vas a tener que esperar un rato en el coche, así que coges una revista que tienes pendiente, concretamente un Magazine de La Nueva España de hace quince días. Lees el artículo siempre interesante de Andrés Trapiello, el trabajo visceral de Lucía Etxebarría, el insulso de Marius Carol, el chiste de Jordi Labanda, las típicas entrevistas o reportajes del que presente libro o película, hasta que llegas a una entrevista a Ramona García-Macià, médica responsable de prevención de riesgos laborales en Cataluña.

¿Qué hacer (ante el síndrome posvacacional)?
No te incorpores de golpe al trabajo. Recibirás un aluvión de información que te hundirá. Mentalmente, debes prepararte unos días antes y jamás decir aquello de “no voy a pensar en el trabajo hasta que suene el despertador el primer día” porque al levantarte sólo te dirás “tengo por delante once meses de trayectoria frustrante”.

Que una cosa es predicar y otra dar trigo lo tienes claro. Si tuvieras a mano a Doña Ramona le preguntarías si en el departamento que ella dirige, o coordina, que se dice ahora, permite a sus operarios que se vayan reincorporando poco a poco al trabajo, que no se les ocurra venir el primer día a las ocho, o a las siete o a la hora que entren. No, hombre, que vengan sobre las diez o una cosa así, más o menos a la hora del pincho, y, hombre, Paco, ya estás de vuelta, vamos a tomar un café, y salen Paco y sus colegas al chiringuito de costumbre. Se dan novedades en la barra y de allí mismo, sobre las once, se vuelve para su casa, no se vaya a estresar. Por supuesto, ese día contará como de trabajo.
Al día siguiente, Paco, que quedamos que trabaja en el departamento de riesgos Laborales de la Generalitat, llegará sobre las nueve y media, encenderá el ordenador, leerá algún correo electrónico, pero solo los más cortos, dejando los tochos para otro día. A las diez saldrá, como es lógico a tomar el café, y, en su aclimatación progresiva se quedará hasta la hora de tomar el vino, sobre la una, echando una ojeada a algún papel.
Al tercer día llegará sobre las ocho y media, leerá los correos más extensos y a media mañana dirá a su jefa, que ya sabemos que es la comprensiva responsable de riesgos, que mañana ya empieza en serio, y ella le dirá que tranquilo, que sí, hombre, faltaría más, lo primero es lo primero.
Si en vez de trabajar en una oficina y llamarse Paco, fuera Pedro y, hombre moderno de empresa progresista, estuviera de cajero en El Corte Inglés haría lo propio. Por ejemplo, el primer día, no haría falta que se presentara a las dos de la tarde. Con ir sobre las cinco sería suficiente, no es necesario que lleve el uniforme, daría una vuelta por la tienda, echaría una ojeada a la zona de cajas, charlaría con algún supervisor, no podría hacerlo con sus compañeros/as cajeros/as porque estarían atareados/as, pero se daría cuenta de algunos cambios: que por fin sustituyeron los terminales de las cajas, aunque no funcionan de la 10 a la 14 por una interferencia de ondas magnéticas; que intercambiaron la sección de textil de caballero y señora, y que lo de niño lo subieron a la planta tercera. Con eso se da por servido para el primer, que, por supuesto, contará como jornada completa.
El segundo día tampoco hará falta que vaya de uniforme. Será suficiente con que pase por Recursos Humanos a recoger las nuevas chapas de identificación, ahora solo con el primer apellido, para satisfacer una vieja reivindicación sindical.
El tercero vestirá ya el uniforme, y dará unas vueltas por la tienda, un poco por la sección de electrodomésticos, y después por la de informática porque, claro, tiene que estar enterado de las últimas novedades, por si le preguntan algo cuando mañana esté en caja. Pasará por la cafetería de la empresa más que nada por charlar con un amigo camarero que le pone al día de los últimos rumores.
El cuarto día irá ya a las dos en punto de la tarde, con su nuevo uniforme de invierno y con la nueva chapa que le identifica ante todos, no como Pedro, sino como Sr. Quintueles.
Cuando tienes escrito todo lo anterior, relees la respuesta de Doña Ramona y quizá lo hayas entendido mal, que no es que Paco y el Sr. Quintueles pueden racanear los tres primeros días de trabajo haciéndose el longuis, sino que tres días antes, mientras “disfrutan” de los últimos días de vacaciones, se van mentalizando y poniendo al día, leyendo los correos desde su casa, poco a poco, eso sí, o llamando por teléfono a El Corte Inglés para ver si por fin funcionan los nuevos terminales de venta o si llegó la chapa o si después de meses de obras, cambiaron las secciones de señora y de caballero. A lo mejor tienes que quedar el día anterior en la cafetería de debajo de tu casa con el camarero de la gran superficie para que te dé las últimas noticias.

No te quedó claro cómo es esa transición que, estás seguro, ni Dona Ramona lleva a cabo ni permite que practiquen dentro de jornada sus trabajadores, pero, como dijiste antes, una cosa es predicar y otra dar trigo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Inmejorable!!!