Si no vieras a la foto de una conocida, habrías pasado de largo por esas páginas de La Nueva España que reproducen los diálogos de una tertulia que tradicionalmente organiza entre varios expertos el periódico líder de la prensa regional para comentar las óperas que se acaban de representar en la ciudad. En esta ocasión la ópera comentada era “Thaïs”.
La vieja conocida cantó en tu coro hace unos años, así que no te desanimes que puedes verte catapultado hacia el éxito en el momento más inesperado.
Te sube la moral.
Pero ahora que te puede dar por la ópera, resulta que bajó mucho el nivel, no de los artistas, sino del público, al que habrá que irle quitando el apelativo de respetable, porque mira que no dejar de toser durante la representación... Dice un contertulio: “las toses de siempre, es sencillamente terrible”. Apostilla otro: “Me parece que es una cuestión de educación y que está empeorando la educación, porque antes no ocurría tanto. Y lo digo por lo que pasa aquí, en el Campoamor, y también en otros sitios, en otros teatros por ahí que es lo mismo” y un tercero: “Pues en Europa, en muchos teatros de Europa, te echan si ocurre algo así. Con amabilidad, pero te dicen que salgas”.
No se atreven a ser políticamente incorrectos, pero entiendes perfectamente que quieren decir que ahora hay mucha gandaya entre el público. Estabas decidido a sacarte un abono para la ópera y resulta que ya no es tan distinguido, se tose y todo, y puede haber hasta tísicos contagiosos.
Te baja la moral.
Sigues leyendo. Alguien comenta: “Aunque no sea una ópera muy conocida, algunas cosas sí lo son, como la meditación con unos compases que se repiten a lo largo de toda la obra, lo que ayuda al reconocimiento.” Tu antigua con-corista asegura: “Cantaron todos muy bien. El barítono por encima a veces, destacando con su voz, estuvo muy bien”. Lo entiendes.
Te sube la moral.
Ahora habla una entendida refiriéndose a la soprano: “Me gusta el color de la voz, su característica cálida. Juega muy adecuadamente con los pianos, con los cambios de volumen, con los filados”.
Te baja la moral porque no distingues colores en las voces ni filados. A lo mejor tu propia voz tiene algún color y algún filado pero los sueltas así, de cualquier manera sin “ponerlos en valor”. Sigues la táctica clementina de “patadón p’arriba” sin florituras técnicas.
Te baja la moral.
Alguien puso un pero: “La voz es bonita, de eso no hay duda. Con un centro y un agudo destacados. Matiza mucho. Y en el canto francés las veladuras y otros efectos, bien. En el segundo acto, sin embargo, dejaba algunas notas centrales sordas, quizá para llegar mejor al final.”
Te baja la moral a los pies con lo de las veladuras, los centros, los agudos y las centrales sordas y el canto francés.
Dejas ahí el artículo, a la mitad. Decides ahí mismo abandonar los ensayos del coro. El mismo jueves ibas ya a devolver la carpeta para que pudiera servir a algún nuevo corista, pero no te atreviste y a las ocho estabas allí, como siempre. Aprendiste una cosa nueva: qué es una anacrusa, así que progresas adecuadamente y a lo mejor, dentro de poco ya puedes ir de comentarista a las tertulias de La Nueva España. Anacrusa: nota o notas iniciales de una pieza, anteriores al primer tiempo fuerte del compás. Se aplica también a toda nota que, durante la pieza, forma con un valor más acentuado que la sigue, un motivo rítmico continuo.
Te sube la moral.
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