LA ENCUESTA TELEFÓNICA

No es broma. A veces cuando lees el periódico de noche en casa te pones un sombrero, el único sombrero que tienes, el sombrero de paja que dan en los chiringuitos por las Fiestas de San Mateo. Claro que para que eso suceda tienen que concurrir varias circunstancias: que te den las diez y no lo hayas terminado de leer, que esté el sofá titular ocupado, que lo que estén echando en la tele no te distraiga de la lectura. El misterio del sombrero tiene un fundamento lumínico-térmico. Para el sofá auxiliar de tu salita compraste en su día una lámpara muy sicodélica de la que es aconsejable guardar una prudente distancia porque pasados dos o tres minutos junto a ella necesitas un sombrero para que no te caliente la cabeza.
Estás de esta guisa leyendo el suplemento de La Nueva España de los jueves. Queda bien para estas líneas que digas que lo que estabas leyendo es el suplemento de cultura, con firmas otras veces brillantes, las de Antonio Rico, Tino Pertierra, José Luis García Martín o Francisco García Pérez, pero que en este número encuentras insulsas.
En estas estás cuando suena el teléfono y lo coge tu hija. Van a dar las diez y media. Te mira, pone cara de resignación y tuerce la cabeza. La oyes decir: veintitrés, tres, cuatro, uni, no puedo.
Ya te das cuenta de que están haciendo una encuesta y te sorprende que la hagan a estas horas. Te da pena de los pobres encuestadores porque sospechas que no les van a pagar el plus de nocturnidad.
No se pasaron. La encuesta duró tres o cuatro minutos. Preguntaron por el número de miembros de la familia, qué televisores había en casa y la cuestion fundamental: qué programa se estaba viendo en ese momento.
Hubo suerte porque en el instante del examen estaba puesta la Cuatro, que emitía “Parque Jurásico”. Un minuto después corristeis un grave riesgo de que os pillaran con “El Gran Hermano”, ese programa que nadie ve.