EL RÉGIMEN FASCISTA

Bien, de acuerdo, hay que dejar tranquilos a los muertos…y a los vivos que tienen algo que temer, nada de revolver fosas, olvidar. El caso es que sin buscar huesos, ni escarbar nada, en ese peinado que das a la vieja prensa rastreando datos para el superárbol genealógico, encuentras cosas que te sorprenden.

Creciste en una dictadura, durante casi todo el Bachillerato tuviste como asignatura la Formación de Espíritu Nacional y revisando ahora los pocos libros que conservas (pura reliquia) no encuentras que a finales de los sesenta y principios de los setenta se refirieran a España como un régimen fascista. A lo mejor ya no lo era, aunque no fuera una democracia.

Repasando los libros ves que el autor de POLÍTICA SOCIAL, un libro de FEN, era Efrén Borrajo, catedrático de Derecho del Trabajo del que manejarías algún texto años después. Y los autores de otro texto POLÍTICA ECONÓMICA resultan ser Fuentes Quintana y Velarde Fuertes. Ahora te explicas la cantinela de Velarde Fuertes, contrario a cualquier atisbo izquierdista.

En la época de la transición y, por supuesto, ahora, nadie se llamaba a sí mismo fascista. Es más decir a alguien “fascista” era un insulto y con esa rabia era proferido casi separado en dos palabras (fas-cista). No te suena, al oírlo, nadie respondiera “a mucha honra”.

Sin embargo lees ahora que la denominación de régimen fascista al instaurado durante y después de la guerra no derivaba de profundos estudios de politólogos, ni siquiera provenía de los políticos de los regímenes extranjeros opuestos al de Franco, sino que ellos mismos, los vencedores, los que ya estaban venciendo, se autodenominaban fascistas.

Bien, en 1937 estábamos en plena guerra, pero ellos mismos se llamaban fascistas. Que no lo tomen como un insulto, ni siquiera ahora.