En la teoría general del Derecho se distingue entre voluntas legis (voluntad de la ley) y voluntas legislatoris (la voluntad del legislador). Cuando una norma no resulta suficientemente clara, uno de los criterios es atender a lo que la ley haya querido decir, pero ¿qué quiso decir la ley? Cuando la ley es reciente, es fácil averiguar la intención, pero si hablamos del más que centenario Código Civil o del Fuero de Avilés ¿quién sabe la voluntad del legislador? Lo que queda es la volunta de la ley. ¿Y quién conoce la voluntad del texto de un convenio colectivo de hace cinco años si cada parte tenía una?
Eso que ocurre con el Derecho pasa también con el arte y con la vida. En las manchas de Rorschach el hambriento ve una hogaza y el sediento una botella.
Viene esto a cuento del Elogio del Horizonte de Chillida, que tuviste oportunidad de volver a ver en Gijón. Cada vez te sugiere una idea diferente. No encontraste a bote pronto en internet qué quiso decir el autor con su cemento, y casi lo prefieres, así no estás limitado por un prejuicio. Como al principio estamos en contra de todo, se intentó desprestigiar su obra comparándola con una taza del wáter. Hoy es uno de los símbolos de Gijón. El progreso artístico, literario, social muchas veces tiene que avanzar contra viento y marea. Contra viento y marea se asienta el Elogio del Horizonte.
Según como te pongas te sugiere una idea. Si lo miras desde el oeste te parece la cabeza de una mujer llorando o gritando, con la boca descomunalmente abierta, con el pañuelo de la cabeza azotado y medio suelto por el viento. Puede ser la madre que despide al marinero o que llora por él. Te imaginas a la madre y no a la mujer.
Si te pones de espalda a Gijón con la obra al frente, ves una gran abertura que es la apertura de cualquier villa marinera al mar. También ves la bocana del puerto, el buque que se bota, la botella de champán estallando sobre el casco.
Das la vuelta y te pones entre el Elogio y el Musel y lo que ves son dos brazos que intentan abarcar a alguien, abrazarlo, el regreso del marino, la vuelta a tierra firme.
Vistos así pueden la secuencia podría ser: la despedida, la marcha, el regreso.
De cualquier forma, te parece una realidad asimétrica pero equilibrada. Y te falta la visión desde el mar o desde el aire. ¿Cuál de todas es la verdadera? ¿Cuál era la de Chillida? ¿Y si hay un divorcio entre la voluntad del autor y lo que cada uno ve o quiere ver?
Al final esto es lo que acaba valiendo, como en la voluntad de le ley.
1 comentario:
Como tu muy bien dices a cada uno el elogio del horizonte le sugiere cosas diferentes.
A mi por ir ligado a mis recuerdos de infancia y a mis juegos en el cerro, me sugiere curiosamente imágenes de guerra.
Quizás porque conoci el cerro cuando existía una guarnición militar y lo recuerdo con soldados, literas y un polvorín.
Después me sugiere amores furtivos pues ya adolescente jugábamos en el bunker que está situado debajo del elogio del horizonte, y ahí encontré algunos de los primeros besos adolescentes.
Recuerdos de juegos peligrosos colgados del acantilado buscando vainas de balas y la leyenda de que por una cueva se entraba al polvorín.
Nos imaginabamos el bunker con sus cañones apuntando al Almirante Cervera leyenda del Cuartel de Simancas...
A mi me sigue recordando el casco de un soldado o el esqueleto de un bunker, aunque eso si la vista desde allí es incomparable y desde el cerro mirando el mar soñabamos con tierras lejanas..
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