Mientras ves caer al Real Madrid ante el Mallorca te enteras de lo mal que lo está pasando tu vecina de al lado, tu vecina de partido, aclaras, que vanamente mantuvo, con esperanzas de que fuera a más, una relación paralela con un compañero casado de la oficina, que al final no se decidió a cortar con su mujer. Te enteras de que durante meses llegó a hablar dos o tres veces por semana con la que podía ser su futura suegra, o al menos, suegra de hecho, pero al final, de lo abstracto no se pasó a lo concreto, y no veas lo que todavía está sufriendo si se tiene en cuenta que siguen en la misma oficina.
Esa no fue la única abstracción de la tarde porque mientras los Guti y compañía calentaban en el vestuario pasaste un rato en una galería de arte. Hace unos días habías leído en La Nueva España una crítica sobre José Paredes, un pintor que expone en Oviedo y tomaste nota de la galería para hacer una visita. Conoces de vista a José Paredes porque es de esas personas que te encuentras a todas horas por los alrededores de la estación. Además, durante una temporada coincidisteis tomando café antes de la penúltima mudanza de oficina.
Tenías un vivo interés por conocer qué carallo pintaba. El perspicaz crítico del periódico te dejó intrigado. Observa en el pintor “una evolución determinada por la progresiva transición o deslizamiento desde las composiciones más representativas del pintor, los ámbitos desolados poblados de multiforme materia cósmica y personajes inarticulados, el peculiar y muy reconocido universo metafísico que venía caracterizando su obra, haciendo sugerencias conceptuales y formales que tenían más relación con lo orgánico, fantasías personales también, pero más atentas a las sugerencias o sentimientos de la naturaleza”.
Llegas a la conclusión de que, bien el pintor, bien el crítico, o a lo mejor ambos, son unos fueras de serie o tú un analfabeto pictórico o todo a la vez.
Sigues perplejo cuando lees que “desarrolla su imaginación en la exploración de nuevos espacios con más amplio recorrido conceptual y mayores posibilidades de sensualidad plástica”. Te quedas pensando y repitiendo las palabras: recorrido conceptual, re-co-rri-do-con-cep-tual, sensualidad plástica, sen-sua-li-dad-plás-ti-ca, y no sabes si quieren decir algo o son como esos versos que se meten a calzador para que rimen.
Más perplejo quedaste al leer una entrevista que le hicieron al autor en el otro periódico de la capital porque caes en la cuenta de que se entiende mejor al autor que al intérprete.
-- Hay alguna diferencia?
--Sí, algunas obras son en tabla de 2x1,80 metros y la serie nueva es más pequeña, en papel de 70x60 centímetros.
-- Algo más además del soporte?
--Es una temática más simplificada, la obra actual es más pintura, menos realismo y más abstracto.
-- Siempre ha tenido ese interés?
--Sí, desde hace muchos años, ya cuando empecé a leer los primeros haiku de poesía japonesa. Hablaban de la vida, la naturaleza y el agua de la manera más simplificada. Siempre he tenido esa influencia.
-- Por qué ha cambiado?
--En un período de tres meses he cambiado la simbología de los cuadros y la manera de pintar, buscando algo nuevo.
-- Qué ha cambiado desde que empezó a pintar?
--Muchas cosas. La transformación se va viendo con el tiempo, al principio hacía pintura social con personajes más irónicos y paisajes más fantásticos.
-- Eso el público lo nota?
--Yo lo noto muchísimo, así que imagino que el público también.
Al autor se le entiende porque concreta. Habla del tamaño de las tablas, de realismo, de la pintura social.
Lo cierto es que aunque te rías de esta palabrería que traduce, interpreta y emperifolla la llamada pintura abstracta, y aunque digas que esas manchas de Miró las pinta un guaje de cinco años, si tuvieras que encargar un cuadro para tu casa o para una oficina o para el portal de la comunidad, no elegirías un paisaje o un cuadro de realismo fotográfico, sin que tirarías por esa denostada pintura moderna que al final acaba gustando.
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