Estamos de acuerdo. El latín no vale para nada, el griego, menos. La cultura clásica, una antigualla. Mejor dedicar más tiempo a las matemáticas, a la física y a la química, que “crean valor”.
Cuando la cultura clásica se haya olvidado del todo, ¿quién escribirá artículos como éste?
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Augurio de vidrios rotos
JAVIER MORÁN
JAVIER MORÁN
No le disgustan del todo los augurios a la alcaldesa Paz Felgueroso. Es más: en una ciudad de tanta raíz romana como Gijón, habría que buscar vestigios de las prácticas predictoras del Imperio. Thornton Wilder, en su magnífica novela epistolar «Los idus de marzo», pone en boca de Julio César aquella célebre frase que, más o menos, decía: «Gobierno sobre innumerables hombres, pero a mí me gobiernan los vuelos de las aves y las entrañas de los pollos». Es decir, los romanos observaban el planeo de águilas y buitres, o el hígado de un pollo sagrado sacrificado, y sacaban consecuencias sobre lo que se les venía encima.
Y Robert Graves fabula en «Yo, Claudio» sobre un general -antepasado del lerdo emperador- que, al encarar una batalla naval, fue advertido de que esa mañana las gallinas divinas estaban inapetentes. «¡Pues entonces que beban!», y mandó arrojarlas al mar. Salió después a combatir y sufrió una tremenda degollina.
Pues bien, Paz Felgueroso gobierna sobre innumerables gijoneses, pero ayer unos vidrios rotos se le pusieron de cara cuando unas copas de cava se fueron al suelo al ir a brindar junto a los periodistas habituales en la información del Ayuntamiento.
¿De qué fue presagio aquello, pues justo antes la Alcaldesa había glosado sus proyectos tan queridos para 2008, empezando por el plan de vías -torres Junquera y hotel Zaera- y continuando por la reforma de El Molinón, por no hablar del balneario de Poniente, largamente esperado?
No están claros los augurios que se puedan extraer de la rotura de vidrios. Que no se rompa la botella en la botadura de un barco le parece poco propicio al gremio de mareantes. Del mismo modo, es preceptivo que el novio judío rompa un vaso o una copa al final de la ceremonia de su casamiento, dicen que en memoria del destruido templo de Jerusalén, o en referencia a la fragilidad humana, recuperable, pese a todo, pues el vidrio roto puede fundirse de nuevo y volver a ser soplado.
Rotas ayer las copas, Felgueroso sonrió, pues pudiera ser que disponga de alguna bruja -¿una comadre, tal vez?- que no conocemos, pero que la asesora en la gobernanza municipal. Sin embargo, y en estricta aplicación de los cánones romanos sobre presagios, que suceda algo imprevisto -como lo de ayer, con el cava Freixenet Cordón Negro desparramado sobre el alfombrón consistorial- es siempre indicio de mal augurio.
De hecho, grandes presagios como un cometa, o el nacimiento de un ternero con garras de águila, y de otro con dos cabezas, fueron los que retuvieron temporalmente a Agripina la Menor, o Agripinila, en el plan de envenenar a su marido, el citado Claudio, para así dejar paso franco a su hijo Nerón.
No obstante, Claudio comió finalmente las setas y Nerón reinó. Pero cuando éste comenzó a tontear con Popea, mamá Agripinila se puso como un basilisco y su hijo tuvo que mandar matarla. Se cumplió así la profecía de unos augures caldeos según la cual Nerón iba a ser rey, «pero matará a su madre». Agripinila había escuchado esto tiempo atrás y, sin embargo, se entusiasmó, pues dijo la famosa frase: «Occidat, dum imperet», o sea, «que me mate, con tal de que impere».
¡Qué gran mujer, y qué madre! Está claro que la familia romana ya había alcanzado, antes de la cristiana, elevadas cotas de heroísmo.
Pero volvamos al asunto, porque nos maliciamos que si Felgueroso abundara en la interpretación de signos especiales, o contratara un servicio municipal de augures, la vida sería mucho más emocionante en Gijón.
-Alcaldesa, no inaugure hoy el centro de talasoterapia, que las gaviotas no han comido.
-¡Pues entonces, que les quiten los huevos! (práctica habitual y plaguicida del servicio de Medio Ambiente del Ayuntamiento).
Otra idea romana incorporable a la actualidad gijonesa es que muchos mandatarios del Imperio concluyeron que era mejor reinar que gobernar. En efecto, Felgueroso suele envidiar el trato informativo que recibe Gabino de Lorenzo. Pero es que el regidor ovetense, además de restringir sus comparecencias públicas, impera más que gobierna, pues no hay que olvidar tampoco la destreza con la que tiempo atrás echó a los leones a ediles que habían provocado alguna trapisonda.
En cambio, algo francamente destacable en Felgueroso -que también ha cortado alguna cabeza, pero con mayor disimulo- es el grado de accesibilidad que ofrece a los periodistas. Y, claro, así, entrando a casi todos los trapos y asuntos, es más difícil imperar que gobernar.
No obstante, Felgueroso no pierde la esperanza de reinar algún día como una serenísima reina. O como «una faraona».
-Igual este Antroxu me visto de Cleopatra.
Julio César y nosotros nos alegraríamos una barbaridad.
1 comentario:
Leí una vez algo sobre Claudio, y recuerdo que me hice una pregunta que nuevamente me hago hoy al leer éste texto... Claudio murió envenenado, por unas setas, o algo similar, dicen que por obra de su última esposa, Agripina, pero, por qué no murió Haloto, su catador? La verdad es que su hijo "Británico" se estaba haciendo mayor y su mujer sentía más devoción por "Nerón", lo cual aceleró los hechos. Luego Nerón mataría a su madre según habían previsto otros, no recuerdo, pero a fin eran unos caldeos como bien cita Javier Morán. ¿Envenenamiento, o quizás otro tipo de muerte? Agripina luego mandó matar con el ascenso de Nerón, a Narciso, alguien cercano a su persona, que cargaba con valiosa información sobre los últimos días de Claudio. Así se destruyeron en hogueras las cartas y papeles de Claudio, perdiendo de esta forma mucha información de la vida y sucesos alrededor del crimen.
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