Tu hija se puso en el Messenger como sobrenombre accidental para estos días “siempre lo dejo todo para el último momento!!!”. A saber qué es ese todo. No le puedes reprochar nada porque a lo mejor copió de ti.
Pues bien, el día 5 de enero por la tarde, sabedor de que si visitabas el mercadillo del Paseo de los Álamos de Oviedo, te llegaría la inspiración para enviar la carta a los Reyes Magos; y conocedor de que sus Majestades contaban con los últimos artilugios telemáticos, sabías que estabas en plazo para enviar el pedido anual, como así fue.
El caso es que el día anterior habías leído un anuncio en la prensa que ponía la cosa muy grave, exactamente decía que la “carpa situada actualmente en el Paseo de los Álamos, del Parque San Francisco de Oviedo, presenta gravísimas deficiencias de seguridad en su estructura e instalación…lo que advertimos en previsión de posibles accidentes que podrían afectar a los trabajadores y visitantes de ambas”.
No le prestaste demasiada atención porque sabes que la Inspección de Trabajo habría realizado ya a buen seguro una esmerada inspección de oficio en cuanto el Inspector de Guardia hubiera leído la prensa en su despacho a las ocho de la mañana.
Así que entre tenderete y tenderete te entretuviste en tu vicio de leer papelotes, incluso uno con membrete municipal clavado en una puerta de intercomunicación de las carpas. Te dijiste que, habiendo examinado nuestros munícipes tantas disposiciones de aplicación a tan humilde instalación, tantas leyes, decretos, ordenanzas y resoluciones, no podía haber nada fuera de regla.
Viste con tus ojos que contaba con el informe favorable de la Sección de Parques y Jardines (luego, no iba a caer ningún aligustre encima), de la Policía Local (estarían los extintores en regla, las vías de evacuación señalizadas), la Sección de Licencias (contribuirían religiosamente al sostenimiento de las arcas públicas, incluida la reposición del sufrido suelo periódicamente claveteado).
Viste que eran de aplicación determinados artículos de la ley de Medidas de la Modernización del Gobierno Local, de algo que llaman TRLOTU que te intrigó, de otro RAMPIM que te sembró de dudas y todavía de un LEPAR.
La zozobra aumentaba por momentos pero no ibas a marchar para casa ni menos para un cibercafé para averiguar qué eran tales cosas. Había que seguir con la carta a los Reyes Magos. Así que sacaste la cámara e hiciste una foto al pasquín.
Discretamente se te acercó un chico, un chico sólo un poco más joven que tú a decir verdad, que dijo ser Carlos el encargado de la carpa y te preguntó educadamente por el motivo de la foto. Le dijiste que no podrías dormir sin saber qué eran el TRLOTU, el RAMPIM y el LEPAR y que en vez de tomar nota, sacabas un foto para mirarlo después, un puro vicio intelectual entre tanta artesanía manual.
Como acabáis casi amigos, aprovechaste para preguntarle por el motivo del anuncio alarmante del periódico y ¡acabáramos! resulta que la carpa la encargaron a una empresa que no es miembro de esa asociación de carpas que tanto vela por nuestra seguridad.
La carpa no cayó, los Reyes llegaron, y por fin pudiste averiguar que el TRLOTU es el Texto Refundido de las Disposiciones Legales vigentes en materia de Licencias, que el RAMPIM resulta ser el famoso Reglamento de Actividades Molestas, Insalubres, Nocivas y Peligrosas y que la LEPAR es la Ley del Principado de Asturias de Espectáculos Públicos y Actividades Recreativas.
Con esa tranquilidad esperaste plácidamente la llegada de los Reyes Magos, que, además de pijamas, paraguas y mudinas, te dejaron el Diccionario Etimológico de Toponimia Asturiana de Julio Concepción (dedicado) y unos Sonetos de amor de Shakespeare en inglés y en castellano.
Lo que no sabes es si te regalaron estos sonetos porque alguien ve en ti un déficit de inglés o de amor o de ambas cosas.
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