2008/01/10

GRITOS Y SUSURROS

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No esperas que de un corpachón de ciento treinta kilos salga un hilillo de voz, como tampoco esperas que un flacucho emita un vozarrón, un vozarrón tan fuerte que quedaría mejor con b: bo-za-rrón. Era el caso de aquel profesor saltarín y flacucho de Derecho Penal al que llamabais “Voz de trueno” porque era lo que más contrastaba con su cuerpo.
Si vas detrás de una rubia de minifalda espectacular, piernas largas y torneadas y andares estilosos y la adelantas para un disimulado examen facial, no esperas encontrar una careta. Por aquello de la paridad, y para que no se enfaden las hipotéticas lectoras, tendrías que poner algún ejemplo de chicos Cloney, pero no se te ocurre ninguno.
No esperas que si estás en tu trabajo de atención al cliente un señor que no pagó el billete monte un cristo porque le cobraron la cantidad prevista para la ocasión, que serán dos cañas al precio de Madrid. Pero tampoco esperas que un chico y su novia, que cayó de un tren a la vía al cerrarse una puerta y está escayolada, se expresen con una educación y una suavidad de formas, que casi te apetece decirles:
- Pero si teníais que montar un pollo de aquí te espero.
Por lo que ves a tu alrededor, gentes que quizá consigan ser felices pero que nunca llegarán a nada.
Y aquí lo vas a dejar porque si comienzas a divagar a cuenta de la relación entre ser algo y ser feliz, te metes en otro ovillo.

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