2007/09/05

ROSA DÍAZ Y FERNANDO SAVATER, por Luis Arias Argüelles-Meres

http://www.lne.es/secciones/noticia.jsp?pRef=1751_52_554267__Opinion-Rosa-Diez-Fernando-Savater
A Rosa Díez, so pena de incurrir en cegueras voluntarias, o en ruindades cicateras, no se le puede negar el coraje del que siempre hizo gala no sólo frente al terrorismo y la extorsión, sino también contra el discurso político dominante, que en el País Vasco tiene, como bien se sabe, raigambre nacionalista. Por tanto, se ha ganado a pulso un respeto que no se le debe regatear. Dicho todo ello, sorprende que inicie un proyecto político amparada por Fernando Savater. Se deduce sin demasiado esfuerzo que la eurodiputada y el catedrático de Filosofía discrepan de la política de Zapatero en materia antiterrorista y que desaprueban que el Presidente haya intentado negociar con ETA. ¿Están en todo lo demás de acuerdo con el PSOE actual, es decir, en materia socioeconómica, en política educativa, en asuntos ideológicos, etcétera? ¿De qué se trata? ¿Acaso de crear una fuerza política intermedia entre el PSOE y el PP? ¿Acaso de una apuesta por la política que se llevó a cabo durante el felipismo, también en el País Vasco? Contra el fundamentalismo y la deriva sangrienta de ETA no caben ambigüedades ni tibiezas. En esto no hay la más mínima fisura, ni puede haberla. Lo que uno se pregunta es si esos mimbres son suficientes para crear un partido político. Se habla, por otro lado, de conexiones con Ciudadanos de Cataluña, así como de futuras alianzas en distintos lugares de la geografía española. No se sabe bien en qué podrá dar todo esto. Son más las incógnitas que las perspectivas que puedan avistarse. Se colige que se pretende frenar el avance de los nacionalismos más radicales. Están -perdón por la perogrullada- en su perfecto derecho de defender ese planteamiento. Si, al hilo de esto, se critica a Zapatero su falta de proyecto para España, cabría preguntarse cuál es el de este partido, o el de esta previsible alianza de partidos. Se supone que no es el coincidente con lo que el PP dice sostener, puesto que, de serlo, lo lógico sería que estas personas llamaran a la puerta de la formación que en su día fundó y refundó el ex ministro de Franco que durante las últimas legislaturas gobernó Galicia. Convendría, por ello, que se nos hablase con claridad al respecto. Otra de las preguntas que resultan inevitables es el papel de Savater en esta empresa política. ¿Se desentenderá tanto cuando el partido eche a andar como lo hicieron los intelectuales catalanes más notables que auspiciaron el nacimiento de Ciudadanos de Cataluña? Y la madre de todas las preguntas sería ésta que sigue: ¿Se pretende un partido político que esté ideológicamente entre el PSOE y el PP, o se persigue un objetivo más ambicioso de vertebración y regeneración? Rosa Díez encara un nuevo proyecto sin que se haya desmarcado de una vieja política, la llevada a cabo por su partido antes de que Zapatero gobernase. ¿No es eso un lastre considerable para ganarse la confianza ciudadana? Si, como los hechos demostraron, el intento del actual presidente de negociar con ETA fracasó, ¿no encuentran ni encontraron condenables las anteriores negociaciones de los gobiernos del PSOE y del PP? ¿Nada tienen que decir la una y el otro sobre la corrupción y el terrorismo de Estado que tuvieron lugar durante el período de Felipe González? Un intelectual como Savater que guardó silencio ante muchas de las tropelías del felipismo acaso no sea el referente más adecuado para patrocinar un proyecto político que ilusione al país. No es Ortega al frente de la Agrupación al Servicio de la República. Si es de admirar el valor de Rosa Díez, eso mismo es cien por cien aplicable a Savater, por la gallardía que vino mostrando frente al entorno etarra, por su compromiso valiente contra los terroristas y sus cómplices. Distinta cosa es la consideración que pueda merecernos en lo que a su trayectoria intelectual se refiere, autor desigual, que escribió un más que meritorio ensayo sobre Cioran y que publicó algún libro literariamente infame, como una novela que lleva por título «Caronte aguarda». Ello por no hablar de una trayectoria en la que pasó de ser un pensador provocativo y audaz a convertirse en un filósofo cómodo y acomodaticio en tiempos del felipismo. Escritor prolífico, polemista a veces brillante, del que echamos de menos que tomase posiciones claras e inequívocas ante situaciones que su pluma, tan ágil, obvió. Si hay clamores admirables, que se dieron y se dan en ambos personajes, también hay, y hubo, silencios vidriosos.
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A todo esto, poco más tienes que añadir. En general, te parece que el que se afilia a un partido no se afilia a uno cualquiera, como ocurre más a menudo con un sindicato. Te parece que te afilias porque es el partido con el que más de acuerdo estás, con el que coincides en el noventa y cinco por ciento de su programa electoral, aunque haya un cinco por ciento que no aceptes. Si ese cinco es tan básico para ti, no te afilies y en paz. También tienes la posibilidad o la aspiración de cambiarlo desde dentro, pero esa labor titánica solo está al alcance de los grandes líderes. La alternativa es marcharse.
En cierta manera y a otro nivel es lo mismo que ocurrió con quince expulsados o suspendidos de militancia en el PSOE de Oviedo por criticar públicamente el nombramiento nada democrático de la cabeza de lista a las últimas elecciones municipales. Te da la impresión de que tenían razón, pero también te parece que esas ropas se lavan dentro y un juez acaba de fallar a favor del partido y en este caso aplaudes la sentencia.
A ver si te acuerdas otro día de meditar en voz alta sobre cómo un partido puede ir evolucionando democráticamente desde dentro. Merece unas líneas más elaboradas.

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