2007/09/05

ASÍ QUE PASE UN AÑO. JULIO DE 2008

Como todos los años, estás de vacaciones, D.M., en la segunda quincena de julio, en un lugar que no vas a revelar. Hace casi un año que murió Antonio Puerta, el futbolista internacional andaluz. Sí, ya hace un año y parece que fue ayer.
Cada tres o cuatro días te conectas a internet para leer el correo y echar una ojeada a la prensa. No te da tiempo a leerla a fondo porque te basta con los titulares, sólo saber si pasó algo señalado en tu ciudad o en tu país, si estuvieras de vacaciones fuera del territorio nacional. No te va a dar tiempo de entrar en los editoriales ni en las viñetas de EL PAÍS o de LA NUEVA ESPAÑA, ni en los artículos de Javier Cuervo, ni en los de Antonio Rico, ni en los de Mario Bango, ni en los de Ruiz de la Peña, ni en los de José Manuel Ponte, ni siquiera en los sueltillos de Pedro de Silva, ni en los blogs en los que entras habitualmente.
Te detuviste en un titular: “La compañera de Antonio Puerta, fallecido en agosto de 2007, demanda al Sevilla”.
No eres adivino, pero lo veías venir, son cosas que pasan, la vida es así. Son circunstancias que se repiten alrededor de las muertes que guardan alguna relación con el trabajo. El caso hay que plantearlo antes del año. Ya están lejanas las palabras de apoyo de la empresa, el Sevilla en este caso, en las que prometen a la familia todo el apoyo. “Ya sabes dónde estoy para lo que necesites”, habrá dicho el Presidente.
La compañera de Puerta habrá manifestado que no quería nada para ella, que era en recuerdo de Antonio y por el hijo de ambos y para que nunca más se vuelvan a repetir estos casos. Lo de siempre. Alguien le habrá insinuado que metiendo el asunto en abogados podía sacar algo. Algún abogado habrá considerado viable el caso.
Te resultará difícil saber en qué quedó finalmente el asunto. Habrá una primera sentencia. El perdedor recurrirá. A su vez el perdedor de esta segunda sentencia hará lo propio. Cuando recaiga la definitiva, habrán pasado, en el mejor de los casos, cuatro o cinco años, y entonces la noticia solo aparecerá en los repertorios jurídicos.
Es tan elemental, que prometes no apuntarte ni siquiera el mérito de proclamar: “Ya lo decía yo”.

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