A veces, suele ocurrir en las navidades, lees que en algún lugar del mundo se celebró una votación sobre las mejores obras de la literatura universal. En otras ocasiones no se trata de ninguna votación sino simplemente de elegir una cifra redonda de obras, cincuenta, cien. En esos casos empiezas a marcar con cruces y puntos: este ya la leíste, esta no te suena, esta no te dice nada, esta es muy larga, etc. Al final, repasas las notas y te dices que hay diez o doce que tienes que leer, pero pasa el tiempo y abandonas ese criterio de lectura.
En realidad ¿qué criterio sigues para leer? Rigurosamente ninguno, o ninguno del que seas consciente. Pondrás como ejemplo cómo te decidiste para elegir el libro que estás a punto de comenzar a leer.
En ese famoso viaje a Madrid que hiciste a primeros de septiembre, y al que tanto jugo sacas, mientras estabas perdido en un calle de la que no recuerdas el nombre y eso que tenías la placa delante cuando llamaste al taxi salvador, viste a un viejín del brazo de una señora caminando muy lentamente y como si diera unos minúsculos saltos. Era muy delgado, con un bigote muy fino y tenía unas gafas de montura de pasta. Jurarías que era Ernesto Sábato, escritor al que encomendaron relatar las torturas de la dictadura militar argentina.
Por de pronto ni siquiera sabes si está muerto o vivo, y en este caso, si vive en Madrid. Ya lo mirarás en el Google, si es que incluye el dato. Pero incluso perdido como estabas en ese momento y nervioso porque el taxi que habías llamado no acababa de llegar, todavía tuviste tiempo para decirte que nunca habías leído nada de Ernesto Sábato y que ya iba siendo hora.
Este sábado fuiste a la biblioteca y cogiste directamente un libro de Sábato, EL TÚNEL. Procuraste que fuera de pocas páginas para empezar con un autor nuevo para ti.
Estabas tomando la sidra en el Fontán cuando el camarero te cogió el libro. Entonces te fijaste en un detalle de la contraportada: la edición la patrocinaba Endesa. Menuda paradoja, Endesa promoviendo un libro de quien describió con extrema crudeza la picana eléctrica, aparato de tortura profusamente utilizado por la dictadura militar.
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Escrito lo anterior, entras en Google para comprobar si realmente Sábato vive en Madrid. Lees en Wikipedia que vive en Argentina, pero sorprendentemente en un blog de alquien que ni sabes quien es, ni siquiera si es nombre o mujer, relata un encuentro casual en junio con Sábato en Madrid en unos términos muy parecidos a los que tú acabas de plasmar, que dejarás tal cual para lo bueno y para lo malo.
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