2007/09/05

COPIAR

Siempre copiaste lo que pudiste en los exámenes y, por suerte, nunca te pillaron, seguramente porque tampoco los maestros, profesores o cuidadores de apoyo ponían demasiado interés. Crees que pensarían como el profesor Alarcos, cuando un ayudante le dijo: “Señor Alarcos, señor Alarcos, están copiando” y el maestro contestó: “Que copien, que copien, ya los suspenderá la vida”.
La frase es sonora y contundente pero no estás seguro de que acabe siendo siempre cierta, como podrá comprobar el que llegue hasta el final de estas líneas.
Te jubilaste de la vida académica sin llegar a conocer las modernas técnicas electrónicas o informáticas de copieteo y seguramente si hoy tuvieras que examinarte de algo, serías el hazmerreír de la concurrencia porque seguirías con las clásicas chuletas.
En tus tiempos utilizaste los últimos avances de la época: escribir en las mesas de madera, en la palma de la mano, con la punta de un compás sobre un BIC, con un bolígrafo sin tinta en un folio de examen en blanco, chuletas de acordeón, tiras enrolladas con gomas estilo papiro, el alfabeto de los sordos, el libro abierto sin más y alguno que se te olvidará.
Hubo alguna época en la que incluso, sin más, hacías chuletas de todo. Era la época del papel enrollado. Te justificabas porque si valían, valían, y si no, te servían para repasar mientras las ibas haciendo. Para distinguir cada tema en los cruciales momentos del examen, unas chuletas iban en azul, otras en negro, otras en rojo. A su vez, en los márgenes marcabas unas rayas con lápices de diferentes colores, y en los programas, que permitían llevar a los exámenes, ponías marcas correspondientes a los colores de las chuletas para ir a tiro fijo porque no había tiempo que perder. Era un número entretenido. Esto fue ya en la Facultad.
De mas joven la necesidad te hizo olvidar los posibles problemas de conciencia, que asomaban de vez en cuando, sobre todo a raíz de que en unos ejercicios espirituales, el cura contara a la adolescente feligresía el caso de un cirujano al que, por haber copiado en un examen y no dominar determinada materia, se le murió un paciente en la mesa de operaciones. Aquel ejemplo no se te olvidaría nunca, pero siempre encontraste un pretexto para no aplicar el principio al pie de la letra.
Te quedó grabado que en una ocasión en la Facultad, y no en los primeros cursos, pillaron copiando a una alumna, unos años mayor que tú, y salió del examen con más dignidad que don Rodrigo en la horca.
Tanto tú como ella andabais a caballo por varios cursos y no tenías una relación especial. De hecho no sabes cómo se llama (ahora ya sí) aunque os saludáis por la calle. Pues bien, un día de estos ves una foto suya en el periódico con su nombre y su cargo y resulta que ocupa un puesto importante de los que se sacan por oposición y ves en google que ocupó con anterioridad otros también de oposición.
Ahí Alarcos se confundió: no la suspendió la vida.

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