MOTIVOS PARA JUBILARSE

Prefieres tomarte una sidra con un amigo o conocido, o incluso solo si no coincides con nadie, a tener una comida de trabajo en la que hay que asistir al palo, reír alguna gracia, no ser ni demasiado condescendiente ni demasiado crítico con el sistema, dar alguna idea de mejora (solamente alguna y fácil, no vayas a sugerir una difícil y te encarguen llevarla adelante), enterarte de que en las grandes sedes de la capital las preocupaciones no son por la crisis sino por el reparto de los despachos o por quién presume de la última versión de la PDA, en la que no tendrá cargada ninguna información relacionada con su actividad.

Te repatea escuchar que el Departamento de Programación son los hombres de Mariano o que el de Informática son los chicos de Soledad o que los de Contratación sean los de David, como si esos trabajadores no tuvieran pensamiento e identidad propios, como si fueran un mero apéndice de los tales Mariano, Soledad o David por muchas puñaladas que hayan dado para llegar hasta ahí.

Das una vuelta por la ciudad con los ilustres visitantes y te muestras ufano de poder saludar a alguien cada cuatro pasos. Prefieres esta villa provinciana en la que caminas diez minutos y estás en la oficina, a la agobiante vida de Madrid, con desplazamientos de una hora en cualquier transporte público, apretujado, que ni leer el periódico tranquilo puedes.

Oyes que, dentro de lo que cabe, hay quien tiene suerte porque, si madruga un poco, encuentra una plaza en el aparcamiento de la empresa, si no lo ocupan antes los seguratas (desprecio sientes por quienes hablan así de este colectivo). Oyes que albergan alguna intención de jubilarse llegado el caso, no para dedicarse a la jardinería, ni a la caza mayor, ni al improbable parapente. No, se decantarán por la jubilación el día que no tengan asegurada una plaza de aparcamiento.

Tal cual.

Regalas la idea a los Consultores de Recursos Humanos que puedan leerte.