En la tierna infancia leíste en la Enciclopedia Álvarez que Fernando I, rey de Castilla, se adueñó de León y peleó valientemente contra los moros y que Carlos III expulsó a los jesuitas. Te imaginabas entonces a Fernando I espada en mano y a Carlos III dando directamente una patada en el culo a miles de jesuitas. Pasada la juventud leíste algún libro de teoría (marxista) de la historia que realzaba la importancia de los distintos colectivos y desmitificaba la participación individual de reyes y gobernantes varios y los ponía, en expresión que entonces no se había inventado, “en su sitio”.
Con el tiempo fuiste olvidando esas segundas lecturas y prácticamente lo único que recuerdas fue lo que aprendiste primero, esquematizado casi a historia de TBO, y vuelves a hacer girar la historia alrededor del rey omnipotente y, lo que es peor, trasladas esa idea a ámbitos inferiores.
Por cierto, Carlos III es un buen ejemplo de esa idea ambivalente. Por un lado, se dice que fue el mejor alcalde de Madrid, porque “hizo” no sé cuántas cosas. Sin embargo, más acertado estuvo quien haya encargado la inscripción de la puerta de Alcalá, en donde se lee “Rege Carolo III…”, es decir, “siendo rey Carlos III…”. No lo hizo él solito todo.
Estos borbotones contradictorios de ideas te asaltan nada más ver un curripu. Aclaras para no astures que curripu, corripu, corripa o curripa, que así se llama según las zonas, es lisa y llanamente una pocilga.
Hoy tocó ese día que casi todos los meses dedicas a tu madre para realizar la gira mensual: sacar perras del banco (porque eso de las tarjetas, nanai), las recetas del médico, la compra en el Alimerka, una parada breve en la carnicería, unos kilos de pienso para las pitas y otros asuntos imprescindibles de intendencia menor. Como una de las paradas previstas era en Puente de los Fierros, bajaste hasta cerca del río por si veías restos de un puente que tienes visto en fotografías de finales del siglo XIX o principios del XX. Preguntas a Luis el Campesino por esos restos y ni rastro. Al otro lado del río teníais un curripu y ves que sigue allí. Preguntas al Campesino quién lo hizo y te dice que tu padre.
- ¿Mi padre?
Tu padre era en sus ratos libres (que en los sesenta eran los de más trabajo) un carpintero tirando a bueno, pero desconocías su maña con el ladrillo y la paleta.
No sabes si tu padre ideó el curripu o incluso fue colocando los ladrillos y haciendo la masa o si, a través de algún trueque o favor, se arregló con algún albañil o curioso para levantar el curripu, pero podrás decir que aquel curripu lo hizo tu padre y que no estaba tan endeble cuando, pasados más de treinta años, sigue en pié.
En este caso sigues la corriente personalista de la historia y que tu padre te perdone por esta meditación alrededor de "su" curripu.
3 comentarios:
El caso del corripu que hizo tu padre ,no debe incluírse en la "corriente personalista engañosa" de la historia. Fue él quien lo hizo. Personalmente. Y ya era hora de que tuviese el reconocimiento.´
Yo tuve un bisabuelo cantero.Hay una tienda de ultramarinos cuyo dintel es un pequeño frontón en piedra con un motivo esculpido por él. Sólo queda ese rastro de lo que hizo. No pierdo ocasión de decirlo a quien me acompañe cada vez que paso por allí. Alguno ya me lo oyó más de una vez y me adjudicó el justo adjetivo de "pesada". Pero mejor homenajearle por partida doble que no hacerlo.
Y mira tú por dónde!. Mi padre, durante su jubilación, se dedicó a trabajar la madera.Pero el aprendizaje le venía de su juventud.Sus primeros años de trabajo los pasó en una carpintería aprendiendo el oficio.
¡Cuánto hablo, verdad?
Entre los dos pisos de Oviedo y esti "palacio" en Fierros tas fechu un potentau.
Pues entre Carlos III y tu papi...se hizo España. Tu lo narras.
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