2008/03/13

VOTAR A CABALLO PERDEDOR

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No se puede abusar del picadillo, así que la triste cena de esta noche estuvo formada por una naranja de primer plato y dos manzanas (de Naveo) de segundo. Intentabas hacer más llevadera la rumia poniendo el Telediario de la Uno como música de fondo, otorgándote el mismo tratamiento que se da a los bebés que no quieren la papilla y se les engatusa con un “mira qué pajarín” y cucharada que te crió.


En estas meditaciones estabas cuando te refrescan la memoria con el referéndum de hace veintidós años, cuando se votó seguir en la OTAN.

Lo recuerdas como el referéndum de la rabia, en el que tú y mucha gente os sentisteis traicionados, engañados por un Felipe González y un partido que no hacía nada había defendido lo contrario. Y el pueblo votó. Y tú votaste, como tantísimas veces, a caballo perdedor. ¿Qué votarías hoy? Entonces eras joven, y tan importante y tan sensato es el voto del joven de dieciocho años que vota por primera vez como el de ochenta. Todos responden a unas ideas y/o a unos intereses y la suma de todos forma la voluntad popular y así se forma la nota media. Así de sencillo.

Ves en el mismo telediario unas breves palabras del ex-presidente, que declara que ese fue uno de sus momentos más difíciles de suvida política porque estas cuestiones de tan alta estrategia no deben someterse a referéndum.
Es curioso esto de los plebiscitos. Una vez más te entran dudas sobre qué debe y qué no debe votar el pueblo. Resulta que las cuestiones más importantes, como pueden ser la supervivencia de la nación, la entrada o la salida de una guerra, o la política antiterrorista no se deben meter en la refriega electoral. En cualquier otro ámbito, en el ámbito sindical, en el empresarial, en el académico, en el recreativo o en el familiar, las cuestiones más importantes se adoptan por votación (salvadas las distancias) pero en el terreno político, esas cuestiones se dejan a los técnicos, en este caso a los técnicos de la política o de la milicia.

Las cuestiones inferiores, una vez aprobadas las leyes, vuelven a dejarse en manos de los técnicos-técnicos, ahí ya no aparecen los políticos, que quedaban en el escalón intermedio.

O sea que tenemos tres niveles de decisión: en el superior los técnicos-políticos, que pueden ser técnicos militares; en el escalón intermedio tenemos a los políticos, los de la refriega, la réplica, el ruido; en el inferior, los ejecutores, los técnicos-técnicos.

En fin, tendrá que ser así, aunque no lo acabas de entender del todo y eso que llevas más de veinte años dándole vueltas a la diferencia entre el campo de actuación de los técnicos y el de los políticos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La naranja
por la mañana oro,
por la tarde plata,
por la noche mata.

Refranero popular.