Lees con retraso en EL PAÍS SEMANAL de la penúltima semana un reportaje en el que se sondea a cien españoles para que aporten ideas para mejorar España. Te quedas precisamente con la primera, RESISTIR, que defiende el escritor catalán Enrique Vila-Matas:
“No es posible luchar en contra de las eficaces fuerzas del poder, y, vistas así las cosas, existe tal vez sólo una actitud: enrocarse y conversar con los amigos, leer y escribir, enseñar y estudiar en uno de los países más incultos de la tierra, y resistir; una resistencia que tiene una verdadera dimensión política. A la pregunta de si la inteligencia debe ser discreta y mantenerse en la sombra, yo respondería sin duda que la inteligencia no puede hacer otra cosa”.
Te parece que si esas breves líneas te las hubieran puesto en tu juventud para ser objeto de un comentario de textos, habrían podido ser materia de aquellas conversaciones que se prolongaban por los patios y pasillos colegiales, en aquella época en la que creías que se podía cambiar el mundo.
Heredero del pasado, a veces te ves todavía inmerso en aquellas entrañables discusiones bizantinas, de ahí que quedes dando vueltas sobre si esas palabras son una apología de la cobardía, o de si se está refiriendo a una resistencia a lo Gandhi, o más bien, si la revolución está más cerca de la pasión que de la inteligencia. No sabes si cuando habla de uno de los países más incultos de la tierra está pensando en su propio país. Estabas dando vueltas a esto del país inculto cuando te encuentras en la prensa local de hoy con el concepto de espectador-basura.
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