Acabas de leer LA VOLUNTAD, que es, según dicen los críticos, la novela más interesante de Azorín. Otros matizan que no es una novela, pero no ahondas más porque este no es un blog de literatura…ni de nada.
A lo mejor la obra de Azorín es un blog de primeros de siglo, una sarta de ocurrencias. Destacaste unas cuantas, que tienen pensado ir colgando en este tendal, si no aparece otra ropa limpia. Esta la sacas de la segunda parte, capítulo VII.
“Yo siento que me falta la fe; no la tengo tampoco ni en la gloria literaria ni en el progreso…, que creo son solemnes estupideces…¡El progreso! ¡Qué nos importan las generaciones futuras! Lo importante es nuestra vida, nuestra sensación momentánea y actual, nuestro yo, que es un relampagueo fugaz. Además, el progreso es inmoral, es una colosal inmoralidad, porque consiste en el bienestar de unas generaciones a costa del trabajo y del sacrificio de las anteriores.
No sé qué estúpida vanidad, qué monstruoso deseo de inmortalidad, nos lleva a continuar nuestra personalidad más allá de nosotros. Yo tengo por la obra más criminal esta de empeñarnos en que prosiga indefinidamente una humanidad que siempre ha de sentirse estremecida por el dolor: por el dolor del deseo incumplido, por el dolor, más angustioso todavía, del deseo satisfecho… Podrán llegar los hombres al más alto grado de bienestar, ser todos buenos, ser todos inteligentes…, pero no serán felices; porque el tiempo, que se lleva la juventud y la belleza, trae a nosotros la añoranza melancólica por las pasadas agradables sensaciones. Y el recuerdo será siempre fuente de tristeza. Yo de mí sé decir que nada hay que tanto me contriste como volver a ver un lugar –una casa, un paisaje-que frecuenté en mi adolescencia; ni nada que ponga tanta amargura en mi espíritu como observar cómo ha ido envejeciendo…, cómo ha perdido el brillo de los ojos, y la flexibilidad de sus miembros, y la gallardía de sus movimientos… la mujer que yo amé secreta y fugazmente siendo muchacho. ¡Todo pasa brutalmente, inexorablemente! Y yo veo junto a esta mujer deforme, lenta, inexpresiva…, un gesto, una mirada, un movimiento de la muchacha de antaño…, su modo peculiar de sonreír entornando los ojos titileantes (…) Y pienso en una inmensa danza de la Muerte, frenética, ciega, que juega con nosotros y nos lleva a la Nada… los hombres mueren, las cosas mueren. Y las cosas me recuerdan los hombres, las sensaciones múltiples de esos hombres, los deseos, los caprichos, las angustias, las voluptuosidades de todo un mundo que ya no es”.Piensas si en esta forma de pensar tendrá algo que ver el hecho de tener o no tener descendencia. A veces coincides o tienes coincidido con Azorín, que tampoco es cosa de otro mundo porque sus meditaciones son bastante comunes. Acotas que nació en 1873 y que esta obra la escribió hacia 1901. Se casó unos años más tarde. Cuando la escribió no tenía hijos, y tampoco los tuvo más tarde. No sabes si no los tuvieron porque no pudieron o porque no quisieron. Si fuera por esto último, lo explicas como una decisión racional, al menos desde el punto de vista de su racionalidad. Si fuera por lo primero, su pensamiento respondería a una motivación independiente.
Si traes este párrafo a este blog es porque en alguna ocasión pensaste que no merecía la pena traer hijos al mundo, teniendo en cuenta que habían de morir. No estaba muy lejana en el tiempo la época en la que te dio por leer a Unamuno, con su pesimismo, su sentimiento trágico de la vida. A lo mejor eso tenía en común con Azorín, de su misma generación del 98. Esta idea que tú soltabas a voleo, parece que impresionó largamente a alguno de los tuyos. Tú ya la habías olvidado pero a veces te la recuerdan…
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