2008/03/09

EL VOTO. DUDAS DE ÚLTIMA HORA Y LAS PREBENDAS DEL PODER


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¿Cómo es posible que el atentado no te haya hecho cambiar el sentido del voto pero a lo mejor otros detalles sí inclinan la balanza a otro lado?
Lo tenías prácticamente decidido y eso que no leíste los programas electorales, y es que a la hora de elegir te fías del corazón, ¿o es la razón? ¿dónde termina el corazón y dónde empieza la razón?
Leíste hace unos días una entrevista al poeta asturleonés Antonio Gamoneda, que encabeza un pliego de firmas a favor de Zapatero y justificaba su voto con estas palabras: «He firmado por convicción. A los discursos electorales no hay que creerles mucho, pero la diferencia entre la izquierda y la derecha es que el sentido de la izquierda es hacer políticas en favor de los intereses sociales, y el de la derecha, aquí y en otros países, es hacer política en favor de intereses económicos». Te queda la duda de si ese es un voto con el corazón o con la razón. Al final después de multitud de análisis y sesudas lecturas te quedas con cuatro ideas básicas: la derecha crea riqueza y la izquierda la reparte. El electorado es sabio (o interesado y egoísta) y entre su sabiduría y su interés va consiguiendo que unas veces gane la derecha y se cree riqueza y a no tardar mucho venza la izquierda y se reparta.
Cuando te enteras por tu mujer de una conversación de peluquería, según la cual un hijo le dijo a su madre que había que votar al PSOE porque con cuatro suspensos se pasaba de curso, ¿eso es votar con el corazón o con la razón? ¿en su caso, con qué razón?
Lo dicho, que sea por el corazón o por la razón, la noche del viernes tenías casi decidido el voto pero entre reuniones de comunidad, ensayos musicales y otros alternes, fuiste dejando pendientes para mejor ocasión esos artículos de fondo de la prensa. Pues bien, el sábado por la mañana lees esos periódicos atrasados y encuentras un artículo de un comentarista político que te hace caer en la cuenta de que así como el PP combinó para los carteles electorales asturianos las fotos de Rajoy y de Gabino de Lorenzo, alcalde de Oviedo y número 1 al Congreso, el PSOE difundió únicamente la imagen de Zapatero, no la de Álvaro Cuesta, el número 1 del PSOE. No te habías dado cuenta, pero es verdad.
Después de leer esa prensa atrasada, como es todavía un poco pronto para ir hasta el Fontán, sigues con LA VOLUNTAD, de Azorín, y héteme aquí que al llegar a la página 253 lees lo siguiente: “Un político es un hombre que se mueve mecánicamente, que pronuncia inconscientemente discursos, que hace promesas sin saber que las hace, que estrecha manos de personas a quines no conoce, que sonríe, sonríe siempre con una estúpida sonrisa automática…Esta sonrisa Azorín la juzga emblema de la idiotez política. Y esa sonrisa es la que ha encontrado también en el periodismo y en la literatura. El periodismo ha sido el causante de esta contaminación de la literatura. Ya casi no hay literatura. El periodismo ha creado un tipo frívolamente enciclopédico, de estilo brillante, de suficiencia abrumadora. Es el tipo que detestaba Nietzsche: el tipo que no es nada, pero lo representa casi todo”. Los especialistas han desaparecido; hoy se escribe para el periódico, y el periódico exige que se hable de todo. Dentro de treinta años todos seremos periodistas, es decir, nadie sabrá nada de nada. Nos limitaremos a sospechar las cosas, lo cual tiene la ventaja de que ahorra tiempo y no entristece el espíritu con la melancolía de las lecturas largas”. Tuviste que volver a releerlo y después fuiste a la introducción para ver de cuándo es esa novela: de 1901.
Ya son las doce y media y es la hora de salir. Según subes por la calle Gascona, ves que cuatro pasos delante de ti va Álvaro Cuesta, que ya es raro ver a Álvaro por Oviedo, pero todo es posible en las campañas electorales. Te imaginas que entrará en la sede de la agrupación socialista, que está allí mismo en la casona de Campomanes, pero no, sigue de frente. Por esas paradojas de los repartos electorales, de la farola más próxima a la sede socialista no cuelga un cartel del PSOE sino uno de Rajoy, que ya es coña.
Al final llegas al Fontán y te tomas lo de siempre y ¡carajo! al poco tiempo, en la mesa contingua se sienta Álvaro Cuesta y al instante, ¡carajo! ves que el dueño del establecimiento trae tres pinchitos, detalle de la casa, para Álvaro y sus dos acompañantes, obsequio que jamás has visto en ese establecimiento con ningún cliente.
Sería de mala educación rechazarlo por parte del político por un igualitarismo a ultranza, pero le das vueltas y más vueltas a las prebendas del poder, unas veces buscadas, otras otorgadas.
Te preguntas si lo que no consiguió un atentado, que es cambiar el sentido de tu voto, lo va a lograr un pincho, un comentario periodístico o un pasaje de hace más de un siglo de Azorín.
Como en tantas ocasiones, seguramente cuando salgas de casa todavía no lo tendrás decidido. Cuando cruces la calle lo seguirás pensando. Cuando entres en la Consejería de Sanidad y veas el montón de papeletas, entonces no tendrás más remedio que coger una, Buridán.
Tienes algo más claro lo del Senado, menos mal.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo tendria claro que Ramon tardaria en volver a ver mi dinero, por capullo!