PRESO

Como estás de vacaciones libras de esta calamitosa semana con tantas averías en los trenes: en este caso son sobre todo los desprendimientos de tierras con el consiguiente corte de vías, a veces originando descarrilos (término ferroviario) o descarrilamientos (como prefiere la llamada sociedad civil). Los ALSAs y los taxis también sufren los argayos de las carreteras pero parece que el público es más comprensivo con los desprendimientos de tierra de las carreteras que de las vías.

Confías en que a la vuelta las aguas estarán canalizadas, se haya recobrado la normalidad y no encuentres el fango virtual por la mesa, aunque algo habrá que retirar todavía la semana que viene.

Donde no hay fango es en el Fontán. Debajo de los soportales no llueve, y el picadillo y el culín (o los que sean) de sidra espantan el frío.

Charlas un rato con un habitual de la zona. Hacía tiempo que no tenías oportunidad de preguntarle si su hijo seguía en el Centro Penitenciario de la provincia, y de cómo lo llevan él y la madre, y la abuela que no sabe nada. ¿Cómo se dice una cosa así a una abuela?

Habláis de lo impresionante de una prisión y de cómo esta semana anterior un antiguo compañero te había contado en una cena de ex la sensación que tenía cuando le enseñaba la prisión a algún visitante. ¿Qué te pareció? Bien, bien. Sí, bien, pero al darle la mano para despedirse indefectiblemente la tenían helada. ¡Y el estruendo de las puertas metálicas al cerrarse!

Lo que no contaste fue le primera impresión que vivió este compañero en su primer destino al asomarse al patio ¿pero de dónde salió esta fauna? Aquella fauna impregnada de tatuajes.

A veces en medio de aquel hormigueo del patio se hacía una calva. Algo había ocurrido y había que bajar de la garita. Allí estaba un interno en medio de un charco de sangre.

La pena de privación de libertad la sufre el culpable; el resto de penas, incluidas las económicas, los suyos, los más suyos.