2008/12/30
CAMILO JOSÉ CELA Y EL AÑO NUEVO DE 1955
Hay dos épocas en el año en las que uno tenía (tenía) la tentación de sentir buenos propósitos, el año nuevo y el comienzo del curso escolar/laboral, allá a finales de septiembre. Eso queda para las actividades empresariales. La vida privada es un fluir permanente y no se somete a disciplinas temporales. En este sentido, mejor no hacerse propuestas para no tener que justificar los incumplimientos.
Leyendo a salto de mata a Camilo José Cela, hoy cuadró este artículo que escribió cuando estaba al caer 1955.
Un año nuevo va a nacer. Un año sin nombre, un año numerado como los enfermos de los sanatorios, como los presos de las cárceles, como los motores que brotan en serie y sin encanto.
El año nuevo llegará y volverá a truncar ¡con qué obstinación! nuestras más puras y decantadas esperanzas, aquellas que no son poco más que un tenue chorrito de agua clara y azul. Digamos otra vez que no. No nos pongamos románticos. El horno no está para bollos. Miremos el porvenir con el gesto hierático del chino, del hombre que, en definitiva, no espera nada, no ansía nada, no muerde ni su propia y más íntima desesperanza.
Quizás para calmar el tiempo –ese dios sin entrañas- los hombres esperan el año que nace con una copa de champagne en la mano. Siempre es de buen tono sonreír al peligro. Pero los últimos héroes mueren en la cama y de cirrosis en el hígado.
Sí; un nuevo año va a nacer. A lo mejor, cuando esta líneas se publiquen, el nuevo año -¿habíamos quedado en que es el 1955?- ha nacido ya.
Pero nada, absolutamente nada, deberá importarnos. A un nuevo antibiótico que nos salve, sucederá un arma nueva que nos condene. Y el mundo seguirá girando, como en el tango, sin ton ni son. O con tonto clamor de rutina y sonsonete pendular de prevista costumbre. Es la ley fatal que rige el nacimiento de esto tan artificial que llamamos ¡con cuánta pedantería! el año nuevo.
Pido perdón por no ser más optimista. Pero sucede que me lo prohíbe la conciencia. Víctor Hugo, aquel gran desesperado, decía que la conciencia era una tempestad dentro de un cráneo.
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1 comentario:
El muerto al hoyo
la viuda al bollu
Y todo sigue su transcurso natural.
Sólo ha que saber plasmarlo y saber leerlo
Salud
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