2008/05/18

EN EL BOSQUE DE LOS AUSENTES

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El viernes pasó por tu oficina a realizar unas gestiones un antiguo seminarista de unos cursos superiores, pero que está al tanto del encuentro previsto en Covadonga para este sábado que acaba de pasar porque un hermano menor suyo sí va a acudir.

Cuando te pregunta si sois muchos mencionas a algunos que van a faltar. Te recuerda que no hay que tener en cuenta a los que faltan sino a los que van. Tiene toda la razón.

El sábado te enterarás de que un compañero salió de Madrid a las cuatro de la mañana para estar a las doce en Covadonga y que marchará después del café para estar el domingo en Córdoba en una Primera Comunión; que otro compañero dejó sus negocios de hostelería un sábado, que es un día punta, él que lo quiere tener todo bajo control; que otros tres compañeros llegaron también de Madrid el día anterior; que otro que necesitaría un reposo para su maltrecha cadera allí está; que otros dos vienen desde Lugo de Galicia; que otros más tuvieron que agenciar quién les cambiara el turno de trabajo; otros dejaron a familiares en el hospital; y muchos más, posiblemente muy discretos, que habrán tenido que lidiar con los suyos o las suyas y sus circunstancias para poder acudir; que otro más estuvo a punto de venir también desde Lugo pese a que su hija pequeña tenía una actuación en el día das Letras Galegas, y tampoco es eso; y hay que recordar al que mandó un mensaje desde la República Dominicana; y es el momento de recordar que veintitrés compañeros acudieron a todas las convocatorias; y es el momento de recordar a los ausentes, pero no a los ausentes provisionales, sino a los ausentes definitivos, a quienes se citó por su nombre y apellidos en una misa en la Basílica, agradablemente breve, presidida por el compañero Hilario, con Emilio de animador musical…

Y tuviste que pasar un primer momento de emoción.

Bien puedes decir que en el bosque de Covadonga los únicos ausentes eran los definitivamente ausentes.

Y llegaría un segundo momento de emoción cuando, entre la fabada y la carrillera recibes un SMS de Silvino desde Suiza: Hola, Simón, ¿estáis muchos? Espero que sí y que lo paséis muy bien ¿hace bueno?, a ver si tenéis suerte si subís a Orandi, mándame una foto, no he subido más, un abrazo a todos y hasta el año que viene si Dios quiere. Suerte.

Le contestaste: Somos 33. Leeré tu mensaje si me deja la emoción.

Promesa incumplida, por decir que lo enseñaste a un par de compañeros pero apartando la mirada.

Y no había terminado la comida cuando nuevamente Laudino se volvió a anticipar a todos para preguntar que aquello cuándo se pagaba.

Y después de la comida subisteis otra vez a la explanada del Seminario, y allí os encontrasteis con otro grupo de seminaristas de otros cursos superiores que organizan una excursión todos los años por los alrededores de Covadonga, y que proponen hacer algo juntos en lo sucesivo…

Y dudas, sólo un poco, entre los principios democráticos y el sentimiento tribal y sub-tribal, normal en Buridán y no sabes muy bien que quieres decir con esto pero a lo mejor más adelante le encuentras el sentido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Comenzó la historia en el curso 1967-1968, creo que hace mucho, o poco, depende. Muchos crios, ¿88? en un recinto educativo, muy alejados de sus familiares, niños con 10 y 11 años, pero de "aquellos años". Comenzaron a conocerse, jugar, pasar malos y buenos momentos, futbolín, fútbol en el patio (con la farola en medio del campo), estudios, caminatas a Orandi, Cruz de Priena, Lagos de Covadonga, sin olvidarnos de las personas que nos educaban: los curas. Después de Covadonga llega Oviedo, algunos lo fueron dejando en el camino, el resto siguieron forjando una amistad mientras asomaban a la adolescencia y posteriormente cada uno fue abriendo su propio camino. Para muchos todo quedó en un recuerdo de "niño".
Pero pasan 40 años y de repente recibes una llamada y te preguntan si quieres juntarte con "aquellos niños" de los que ya casi no te acordabas y, de repente, se te agolpan los recuerdos de la infancia. Estar juntos, aunque ya no los conozcas, es revivir momentos alegres y también tristes de tu infancia, rejuvenecer un poco. A todos nos hace falta, de vez en cuando, un poco de nostalgia.
Todo esto no sería posible si no hubiera alguien que se preocupara de promoverlo y que se molestara en estar empujando para que todo salga bien, con lo difícil que es aglutinar a tanta gente.
Me gustaría agradecer a las personas que lo habéis logrado y animaros para que no caiga en el olvido algo que a mi personalmente me ha gustado mucho.