2008/05/20

DON QUIJOTE SUBE AL TREN

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En el desarrollo de tu trabajo tienes visto a gente con vara alta, con una vara más alta que la que por sus galones le correspondería, y siempre te venía a la mente el mismo ejemplo: ¿quién se atrevía a pararle los pies a Juan Guerra cuando disfrutaba de mando en plaza en la Delegación del Gobierno de Andalucía?

Quiso la fortuna que un buen día un señor ya jubilado subiera a un tren a falta de algún sacramento, y que un empleado del ferrocarril le dijera que era un estafador, y eso sí que no, por ahí no pasaba y se vino a la oficina de atención al cliente y te contó su vida y milagros y te dijo que le comunicó al empleado ferrocarrilero que era o había sido juez y fiscal y que el empleado se riera diciendo “mira cómo tiemblo, ay, que me tiemblan las manos, ay que me tiemblan las piernas”, y que eso sí que no porque él sí que hizo temblar y tambalearse y caer a Alfonso Guerra, porque él fue el famoso juez que investigó el caso de Juan Guerra, y que de estafador nada, qué insolencia, y que él, siendo juez de distrito, como viera jugar a la pelota a sus propios hijos de cuatro y ocho años en un parque, actividad prohibida, se dirigió al policía municipal más cercano para que le pusiera una multa como representante legal de sus hijos menores, y que cuando se enteró el Señor Alcalde, que cómo le iba a firmar eso, Señor Juez, y que lo que yo le diga, que soy el primero que quiere cumplir la ley, y que le puse una querella a José Luis Coll porque no le hizo ninguna gracia que en artículo en EL MUNDO, que te enseñó, le llamara asesino a raíz de un suicidio de un muchacho condenado por este juez, en un caso nada claro; y que también se vio en los juzgados con Cristina Almeida, y no como juez, sino enfrente; y que participó en la Operación Pitón dirigida por Baltasar Garzón; y que colaboró en la cátedra de Derecho Civil de Manuel Albaladejo, de quien tienes visto manuales por la Biblioteca de la Universidad; y que sufrió algún revés por tener detenido más de setenta y dos hors a un hombre, pero que le falsificaron la hora de salida del calabozo, y que él no podía supervisar esas horas; pero que él de estafador, nada, y que no quiere que le devuelvan ni un céntimo, que paga la multa, y que él no se queja de las multas sino de las insolencias, que no es cuestión de huevo sino de fuero, que para eso pagó gustosamente la multa de las pelotas de sus hijos.

A veces echas de menos a algún desfacedor de entuertos más, cayéndose continuamente al suelo, volteado por los impasibles molinos de viento, que no se compadecen de estos entrañables quijotes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si la Audiencia condenó a los jóvenes tortolitos es que consideró que había delito, luego la denuncia realizada no era exagerada. Entonces por qué no se le renovó como Juez? La Constitución prohibe la arbitrariedad de los poderes públicos. Otra cosa es que moralmente nos parezca desproporcionada y fuera de lugar la denuncia, pero me extraña aún más la condena de la Audiencia, salvo que, como ocurre casi siempre, lo que cuentan periódicos e interesados se aleje bastante de la realidad.