Es sábado. Te despiertan para decirte que unas máquinas automáticas de vender billetes de Oviedo están casi saturadas de monedas. Te alegras de empezar el día con una noticia tan excelente. Ah, que no es excelente, ah, bueno, lo interpretaste mal, es que estabas medio dormido. No te vas a amargar el día por tan poca cosa porque lo que no tiene solución no es problema. Sacas una conclusión positiva: tendrás un motivo para disfrutar de una animada conversación con tu mujer a la hora del desayuno y podéis comparar lo que ocurre con los cajeros automáticos de la banca.
Te afeitas y antes de ir hasta el Fontán, sigues con El Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias, que quedamos que ahora entiendes un poco mejor con la chuleta resumen que sascaste de internet. Llegas al capítulo XXIV, que se titula Casa de mujeres malas y no hace falta explicar a qué clase de casa se refiere. ¿Pero qué es esto que lees? Así empieza:
- ¡Indi-pi, a pa!
- ¿Yo-po? Pe-pe, ro-po, chu-pu, la-pa…,
- ¿Quintín-qué?
- ¡Na-pa, la-pa!
- ¡Na-pa, la-pa!
- …¡Chu-jú¡
- ¡Cállense, pues, cállense! ¡Qué cosas! Que desde que Dios amanece han de estar ahí chalaca, chalaca; parecen animales que no entienden –gritó la Diente de Oro.
Bueno, bueno, así que esa tontería que una temporada os por dio por hacer en el Seminario de hablar añadiendo pa, pe, pi, po o pu a las sílabas de las palabras, ya aparece en Miguel Ángel Asturias. De ahí que a ti, Simón, te acabaran llamando hasta el día de hoy Sipi, y de ahí que cuando tuviste que buscar una dirección para este blog eligieras sipiluchi.blogspot.com, con lo que queda explicada la primera parte.
Con estas ensoñaciones te dieron las doce y pico y es hora de ir al encuentro sabatino con El Fontán. Como vas con tiempo, entras en la biblioteca. Echas una ojeada a El Mundo, La Voz de Asturias y El País. Lo que más te llamó la atención fue un foto de El País con Clinton inclinado sobre la Reina de España, que dejó escapar en el escote un pelín de lencería fina. La Casa Real está tirada a la calle. Esto ya no es lo que era. Esto no lo permitiría la censura. No hay derecho a hacer esto a la Reina, que, según el Rey, es muy profesional.
Compras La Nueva España. Te tomas tranquilamente la botella de sidra y el pincho de picadillo. Lees un titular que dice que antes de fin de año habrá cinco trenes diarios entre Asturias y Madrid. Tienes que releer el titular varias veces porque tenías entendido que iban a ser tres. Lees el texto de la noticia: son tres, pero no te extraña porque al redactar armaron un batiburrillo curioso entre los trenes que salen de Madrid para Valladolid, para Gijón y para Vigo, y el encargado de los titulares tiró por el lado optimista. Pero son tres.
Se aproxima la hora de comer y es hora de retirarse. Pasas por la plaza de la catedral. Ves un cartel de Bancaja colocado junto a la verja de la puerta. Lees a menudo que las finanzas de la Iglesia no son lo que eran pero no sabías que se hubieran visto obligados a vender la catedral.
Sigues caminando. Te fijas en un anuncio contra la violencia doméstica que ves en un un mupi. Hace un juego de palabras con aquel 12-1 de España a Malta: esta es una paliza, existen otras...Si hubiéramos ganado a Francia o a Inglaterra, la protesta diplomática estaba servida, pero Malta no es nadie y podemos utilizar aquella victoria para lo que sea.
Comes. Duermes una pequeña siesta.
Cuando te despiertas pones el teletexto y lees que los etarras mataron en Francia a un Guardia Civil. Te preguntas cómo nos sentaría saber que trabajan en España policías franceses o italianos. Lo pensaste, pero deberías concentrarte únicamente en el guardia civil, que tenía la edad de tu hija.
No pienses más. Es hora de ir poniendo la corbata verde porque hoy tu coro canta en Santa Eulalia de Morcín.
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