Que no te llamen más.
De vez en cuando tienes que acudir, como integrante de la Mesa de Contratación, a la valoración de las ofertas que se presentan para adjudicar algún contrato de tu empresa. Todos los miembros de la mesa hacéis un examen riguroso. Ponderáis, medís, valoráis, miráis cuántas décimas corresponden por contar con no sé qué certificación o por disponer de una maquinaria que se especificó con detalle en las bases del concurso.
Procuráis resolver con legalidad y con justicia y no queréis pillaros los dedos ante futuras inspecciones del Tribunal de Cuentas o de otros organismos internos o externos.
Y héteme aquí que lees estos días en la prensa que el Ayuntamiento de Oviedo, como consecuencia de una sentencia, tiene que pagar once millones de euros a una constructora por el Palacete Villa Magdalena, cedido a la Fundación Príncipe. Pero no es la sentencia lo que te preocupa, sino algo al hilo de la urgencia que le entró al Ayuntamiento para que la Fundación desaloje el Palacete cuanto antes. Lees lo que dice el Secretario de la Fundación:
«Estamos perplejos por la urgencia y los modos. Me parece algo muy importante como para comunicar por teléfono. Teníamos un acuerdo verbal basado en la confianza absoluta y en la buena fe».
Lo que te llama la atención es lo del acuerdo verbal. Te preguntas si la Intervención Interna o la Intervención General del Estado, o las Auditorías Internas o las Externas o el Tribunal de Cuentas no controlan las cuentas de la Fundación Príncipe y del Ayuntamiento y si dan por buenos contratos verbales que, a precio de mercado, serían de cuantía nada despreciable.
Y también estos días es noticia en esta taifa en la que vives el sobrecoste que está aflorando en la obra del superpuerto de El Musel en Gijón, inicialmente presupuestado en 579 millones de euros, y que se estima ahora que costará 216 más. ¿El motivo? Que la empresa constructora, constituida al efecto, dio por bueno un “acuerdo de intenciones” con Hidroeléctrica del Cantábrico (HC), propietaria de una cantera próxima al puerto, de la que contaba extraer el material. Posteriormente HC necesitó realizar unas obras incompatibles con la extracción del material y la constructora tuvo que buscarse la vida y traer material de más lejos.
Lo que te preguntas es si para adjudicar una cafetería en una estación o un miserable contrato de imprenta hay que utilizar un centímetro calibrado y para los grandes números se puede medir a cuartas.
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