2007/11/29

EN EL CENTRO DE LA DIANA, por Inaciu Iglesias (sobre los empresarios)

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Coincidiste con Inaciu Iglesias en varios cursos sobre las normas ISO. Te llamó la atención que fuera un empresario asturianista, al estilo de lo que calculas que deben ser los del PNV e CiU. Tienes a pensar, inercias de la historia (de la memoria histórica) que el personal asturianista es izquierdista y a lo mejor no siempre es así.
En cualquier caso Inaciu Iglesias escribe con sencillez y con sentido común.
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En el centro de la diana
http://www.elcomerciodigital.com/gijon/20071128/opinion/centro-diana-20071128.html
HAY dos tipos de personas. Unos, los que se sienten más seguros cuando se encuentran con un control de alcoholemia en la carretera; y otros, los que piensan que esos controles no hacen más que fastidiar, impedir que la gente salga tranquila a cenar y, dado el caso, quitar unos puntos del carné. Bueno, pues yo pertenezco al tercer grupo, al que pone los controles. No es que sea guardia civil. No. Dios me libre. Lo que pasa es que, como empresario, demasiadas veces me encuentro en la obligación de imponer a los demás normas o sistemas que no siempre son bien recibidos. Que son necesarios, que son convenientes, incluso que son imprescindibles. Sí. Pero que no son simpáticos. Obedecer no es fácil, por supuesto. Lo sé. Todos lo sabemos. Pero, créanme, mandar tampoco lo es. La teoría es sencilla. Ser empresario consiste en dirigir un grupo de personas hacia un objetivo común. Vamos a prescindir de lo complicado que puede ser determinar cual es ese objetivo común y vamos a olvidarnos de la incertidumbre total en que nos movemos para llegar a ello. Vamos a dejar de lado todas esas circunstancias -hagamos ese trato- y vamos a centrarnos exclusivamente en las personas. Bueno pues, incluso así; sin circunstancias exteriores que todo lo complican; les aseguro que poner de acuerdo a más de tres personas es complicadísimo. A más de diez es un arte; a más de cien, un oficio; a más de mil, no lo sé; y a más de un millón creo que pertenece al terreno de la metafísica.Para empezar, las personas nos acomodamos en distintos grupos. Pero no siempre en los mismos. Quiero decir que no siempre estamos las mismas personas en los mismos equipos. Dependiendo del momento del día, nos toca defender unos intereses u otros. Y, así, los que ahora son compañeros, después pueden ser oponentes. Y viceversa. Les pongo un ejemplo: aunque seamos los mismos, no nos comportamos igual a las diez cuando pedimos una botella en un restaurante que a las doce cuando tenemos que servirla porque estamos detrás de la barra. En el primer caso somos clientes. En el segundo, proveedores.Bueno pues, puertas afuera, esta división entre clientes y proveedores es una de las circunstancias clave que determina la posición de cualquier empresa. Efectivamente, todos somos, en algún momento, clientes de alguien y proveedores de alguien. Y eso puede darnos una de las primeras pistas a la hora de establecer un buen código de conducta en el trato con personas. Es muy evidente: trata a tus clientes como te gusta que te traten tus proveedores. Y viceversa. Así de simple.Y ¿puertas adentro? Bueno pues, puertas adentro, la situación se complica un poco más. La división ya no es sólo entre dos grupos y, además, es más difícil que los papeles se intercambien. Lo de 'ponerse en lugar de otro' es más complicado. Y eso, seguramente, explica muchas cosas. Para empezar, les diré que en cualquier empresa conviven, como poco, cinco grupos. Son cinco colectivos definidos en función de su relación con la propia sociedad; definidos según sus derechos y obligaciones para con ella. Vamos a verlo.En primer lugar están los propietarios, los accionistas, los dueños. Teóricamente, esos lo pueden todo, pero, por ejemplo ¿sabían que, según la ley de sociedades anónimas, un accionista no puede pisar la sede de su propia empresa si no es convocado? ¿O que no puede consultar ningún papel ni documento que no le sea convenientemente facilitado? ¿Les extraña? ¿No se creen que un dueño no pueda entrar ni abrir los armarios de su propio negocio? Bueno pues es así. Y, si no lo ven, piensen, por ejemplo, en la cantidad de accionistas que tiene un Banco y lo ridículo que sería que todos y cada uno de ellos pretendiera, en cualquier momento y lugar, que se le informara de los últimos movimientos de la compañía. Piensen además que la ley de sociedades anónimas es la misma para las grandes, las medianas y la pequeñas empresas. Y piensen, en definitiva, que ser propietario de una empresa te da derecho a muchas cosas; a muchas, por descontado. Aunque seguramente a muchas menos de lo que la mayoría de la gente cree. Incluidos los interesados.Pero sigamos. El segundo colectivo que, en general, tampoco tiene demasiado claro cuales son sus derechos y deberes son los administradores, los consejeros. Estos son los señores que dirigen la compañía y que responden en el caso de que algo vaya mal. Los que van a la cárcel, vamos. Y es entonces cuando los propietarios abren mucho los ojos y entienden muy bien por qué se les priva de algunos derechos en favor de estos señores tan simpáticos que revisan y firman las cuentas por ellos.Y luego están los directivos. Que son los que trabajan en el día a día de las decisiones ejecutivas. Y es que, por si alguien tenía dudas, ni los propietarios ni los administradores tienen que trabajar en el negocio. Ni estar allí, ni cobrar salario. Aunque pueden cobran otras cosas: en el primer caso, revalorizaciones o dividendos (si los hay) y, en el segundo, incentivos o dietas (si se establecen). Y bueno, lo que les quiero decir con todo esto es que, como ven, la cosa no es nada sencilla y alguien tiene que coordinar y equilibrar los intereses y expectativas de todos esos colectivos. Y ese alguien; al que, para entendernos, llamaremos empresario; tiene un papel, como poco, divertido. Está en el centro de la diana, tiene que ser firme a la vez que amable y le pasa un poco como a los agentes que hacen el control de alcoholemia: «que sí, que de acuerdo que esto está muy bien, pero ¿por qué no se lo haces a otro?».Y eso que todavía no hablamos de los trabajadores, de los familiares y del resto de instituciones que intervienen en el mundo de la empresa. Pero bueno, si les parece, eso lo dejamos para otro día.

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