Estás trajinando algo por la cocina mientras cueces unas castañas de las que darás buena cuenta en cuanto enfríen. Aprovechas para moler el café del desayuno de mañana y echarlo en la cafetera. Coges una cucharilla y sacas una castaña, no del fuego, sino del agua hirviendo y la dejas enfriar. Vas preparando la bandeja y echas agua a la cafetera. Ya enfrió la castaña. La pruebas. Está para comer. Basculas en el plato el resto de castañas cocidas y, a falta de sidra dulce, las acompañarás con un poco de leche. Te diriges a la salita. Está puesta la Uno. Llegas justamente cuando María Escario está diciendo que el domingo a las 21:35, en el minuto de oro, que coincidió con el segundo gol de España, obra de Iniesta, no sé cuantos millones de telespectadores estaban viendo el partido por la Uno. No te lo crees. No te crees que los españoles tengan dotes adivinatorias y se pongan de acuerdo y digan: “vamos a encender la tele, que va a meter un gol España” o “vamos a cambiar de canal”.
Hoy un compañero de la venta de billetes, galaico-guasón, cuando dijiste no sé qué del talante, habló de templanza. No estabais seguros de si era una de las virtudes teologales pero hay virtudes palabras en desuso.
Pues bien, vas a tener templanza o talante o tolerancia o encaje o tragaderas para pensar que sí, que a lo mejor, estaba la gente dando vueltas por casa o en el bar distraída con sus amigotes y con sus cosas, cuando el locutor de televisión habrá alzado la voz ante la inminencia del gol y todos, en los bares y en sus casas se habrán girado o habrán ido corriendo hasta la tele (con el riesgo de que las castañas se les cayeran en la alfombra, si en esas estaban) y todos a una hayan empujado la pelota con Iniesta pata meter el segundo gol de España a la vez que daban el minuto de oro a Televisión Española.
A lo mejor se conjugaron todos los astros para que las castañas y la bandeja llegaran contigo a oír lo del minuto de oro y por lo mismo todos los astros movieron a una mayoría de españoles a mirar para la televisión en ese minuto dorado.
No te lo crees, pero como decía un antiguo jefe tuyo cuando no estaba de acuerdo con las instrucciones recibidas “tendrá que ser así”.
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