No hay tantos Premios Nóbel que escriban en castellano y Miguel Ángel Asturias es uno de ellos. Nunca habías leído nada suyo así que el último día que fuiste a la biblioteca sacaste “El Señor Presidente”, que es la obra que más te sonaba.
De las dos ediciones disponibles echaste una ojeada a una que incluía una introducción de unas ochenta páginas, pero al final tedecidiste por la más manejable y la de papel más suave, curioso criterio de lectura.
Comenzaste a atacar la obra que comienza “¡Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de podredumbre! Como zumbido de oídos persistía el rumor de las campanas a la luz de la oración, maldoblestar de la luz en la sombra, de la sombra en la luz”.
Después de diez días vas todavía por la página noventa y seis, porque a veces tienes que volver hacia atrás, y así y todo te está costando enterarte de qué va. Si no te aclaras del argumento te va a ser difícil sacar algún placer a la lectura. Otra cosa es que te hubieras decidido a leer veinte páginas a voleo como lees un libro de poemas o el Quijote o La Regenta abriéndolos por cualquier página, pero no era esa la intención que tenías para “El Señor Presidente”.
Te estás haciendo un lío con los generales, con la hija de un militar, con gente de los bajos fondos pero no vas a tirar la toalla. Entras en internet para encontrar alguna página que te resuma el argumento, sin que te desvele el final. En internet está casi todo y encuentras lo que buscas: El Pelele mató al general Parrales; se trama una inculpación contra Eusebio Canales; el pordiosero Mosco se niega a testificar la patraña y es asesinado por el Auditor de Guerra; el policía Genaro mata al Pepele; Fedina, la esposa de Genaro, va a casa de Canales; etc.
Ahora ya entiendes algo más. Te consuela que algunas críticas encontradas en internet lleguen a la misma conclusión que tú. Quizá Miguel Ángel Asturias buscaba esa sensación de caos para describir una dictadura militar en un país Latinoamericano.
Reinicias la lectura con nuevos bríos.
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