No, no es que estos
días te dé de una manera especial por las necrológicas aunque te toman el pelo en la oficina porque lo primero que lees cuando coges el periódico son las esquelas. Aclaras que miras por lo siguiente: Primero si hay algún conocido, segundo si hay alguien del “árbol” (entendiendo por árbol el genealógico, pero en sentido muy amplio, alguien que esté entre las 4.800 personas que tienes fichadas de tu comarca) y tercero si aparece algún apelativo curioso, como Pín de casa Lin, Xuacu les Nueces o Pepa la Joroba o si en la esquela figuran la mujer y la ex, o si pone suegro o padre político.
Cuando ayer leíste varias esquelas de Manuel Valenzuela, alto funcionario del Principado, no caíste en quien era. Las esquelas no traen foto y deberían incluirla. A Manuel Valenzuela te lo cruzabas muchas veces en tu calle, porque trabajaba en Sanidad, pero lo conoces sobre todo de tus tiempos de Facultad, en donde te dio Hacienda Pública en tercero, aunque, repites, no lo conocías por el nombre, porque a lo mejor el catedrático era Pedreira u otro, Valenzuel
a no figuraba en el programa y tú no andabas haciendo pasillos por los departamentos.
Hacienda Pública era una materia bastante árida, pero Valenzuela era un profesor claro. Te quedaste de él con la idea de la progresividad de los impuestos y la de evitar el efecto cascada, es decir, una corrección técnica para evitar que si se paga por tramos, no vaya a pagar el que ingresa un poco más, mucho más que el que ingresa algo menos.
Pero sobre todo reconocías a Valenzuela porque era uno de los objetos de tus manías, la de buscar parecidos, en este caso, con Jose el de Madrid, un primo tuyo muerto a los 33 años el 31 de agosto de 1989 cuando estabas de vacaciones en Salou. No fuiste al entierro y ya es tarde para arrepentimientos
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