2007/05/14

LUCINIO, IN MEMORIAM

Lees en La Nueva España del 5 de mayo “Llanera. El Ayuntamiento dedica una calle de Villabona al maestro Lucinio Álvarez”.
No puede haber otro Lucinio en Villabona. Necesariamente tiene que referirse al Lucinio que tú conociste, que era maestro de muchas cosas, pero no lo que se entiende por maestro, maestro de escuela. Te viene a la mente la frase bíblica de que solo uno puede ser llamado maestro, pero perdiste práctica en el manejo de los Evangelios y no recuerdas exactamente la cita, el capítulo, el versículo, ni cómo buscarlos.

Reflexionas una vez más sobre el poco rigor de algunos periodistas, y de cómo, si publican eso de lo que conoces bien, qué no publicarán de ámbitos que te resultan ajenos.

Te fijas, porque siempre lo haces, en el o la firmante de la noticia. De mano te sorprende que se llame Vanessa Contumélias con acento en la é. Habías oído la palabra CONTUMELIA pero no como apellido.

Buceas en internet, no mucho, y a las primeras de cambio encuentras que es un apellido portugués, que para más INRI, se deriva de ultraje, afronta, injuria; sí, es un ultraje a la verdad. Te sorprende que esté una Vanessa Contumélias, de apellido portugués, a cargo de una sección local. A lo mejor es española o está arraigada, porque no quieres tener ninguna opinión negativa de los portugueses, es más, piensas que no tienes ningún prejuicio contra ellos, pero no es cierto porque acabas de confesar uno. Un pre-juicio se tiene antes del juicio y solo por un apellido acabas de pre-juzgar. Pasas página porque si no, te quedas atascado en esta contumelia.

En fin, si tuvieras oportunidad de hablar con Vanessa le preguntarías cómo llegó a publicar tal cosa, añadiendo además, que educó a varias generaciones de llanerenses. Supondría que si fue maestro durante cuatro décadas, educaría a generaciones. Frases de relleno para que el artículo llegue al mínimo de palabras y pueda facturar el servicio, porque, con la precariedad laboral, no te la imaginas de plantilla sino una humilde free lance.

En el mismo periódico, ahora ya del día 7, pero sin admitir rectificación alguna, sin asumir ningún error, la misma reportera firma otra noticia como es debido, con la placa ya colocada, y se refiere al “impulsor de las artes escénicas en el concejo y, sobre todo, en Villabona”, del que se cumplen ahora veinticinco años de su muerte, de “este ferroviario apasionado por la cultura”.
”Nacido en León, Lucinio Álvarez vivió en Madrid, en Reus (Cataluña) y en Bilbao para terminar afincándose definitivamente en Villabona en los años setenta tras una breve estancia en los años cincuenta. Aquí, este hombre inquieto, integrador y participativo decidió crear un grupo de teatro que bautizó con el nombre de la diosa del teatro, Talía. Junto con otros vecinos, Lucinio apoyó y ayudó a preparar muchas obras y actuaciones.
Después de unos años sin actuar, la compañía regresó con caras nuevas y se dedicó al ensayo de obras principalmente cómicas. Hombre que perseguía la igualdad de la mujer, Lucinio Álvarez tenía la preocupación de no dejar a nadie fuera de las representaciones, lo que le hacía buscar papeles para todos, que preparaba con su máquina de escribir, la única que había en todo el pueblo.”

Esa información ya es otra cosa. Conociste y admiraste a Lucinio, que, además, dirigía el modesto coro de la parroquia.

Lo recuerdas como una gran persona que echaba más horas que nadie en la estación de Lugo de Llanera porque prefería hacer las cosas antes que mandarlas. Esto ya no sabes si es bueno o malo. Esa manía la heredaste tú cuando tuviste la desgracia de mandar gente.

Lo recuerdas también como un gran aficionado a las quinielas. Ya podía estar liadísimo con el parte del personal, o con los papeles de fin de mes, que rellenaba, por supuesto, a máquina y con calcante, que si entrabas en su oficina de jefe de estación y le preguntabas: “Lucinio, ¿qué le ponemos al Sporting-Barcelona?” (porque entonces el Sporting estaba en Primera), entonces Lucinio, al que te imaginas sentado, en su mesa, haciendo el parte, incluso con la gabardina blanca puesta, al oír hablar de la quiniela, se levantaba, sonreía o incluso reía, inclinaba un poco la cabeza, alzaba los hombros, frotaba las manos con gran rapidez, y te decía con esa voz un poco engolada, teatral, “Hombre, yo creo que le podemos poner un…”.

Tienes otro recuerdo más triste de Lucinio, y es de cuando ya estaba enfermo: coincidiste en un tren con Alonsín, un compañero suyo, que también murió ya, y que habló de la mala espina que le dieron los síntomas que le contó Lucinio, al que acababa de visitar. Le dijo que empezó sintiendo un cosquilleo en los pies. Desde entonces temes los cosquilleos en los pies.

Conoces a dos hijos de Lucinio, excelentes personas, que no se sabe que hayan tenido nunca ningún problema con nadie. Paradojas de la vida, al mayor, José Rafael, como estuvo destinado en Bilbao, cuando retornó a Asturias, su tierra, lo llamaban el terrorista.

El otro, el menor, Carlos, sigue participando en una charanga en Villabona y tiene ido por tu oficina por si había manera de colaborar con las fiestas de su pueblo.

De tal buen palo, tales astillas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pre-juicios... Mi apellido no es de Asturias, y aqui estoy... Probe Vanessssssssssa!

Anónimo dijo...

Nenina: no es para tanto. Yo lo interpreto como una simple especulación sobre la ligereza, en ocasiones imprudencia, con que los que escriben en lo medios redactan sus artículos sobre todo lo divino y lo humano, como si ellos formasen parte de la divinidad.