2007/05/07

BEGIN THE BEGUINE

Siempre puede ocurrir un imprevisto pero las canciones estaban bastante dominadas. A veces el exceso de confianza hace que pierdas concentración o que el ambiente te pueda.

Dicen los futbolistas que en los campos pequeños, o al menos en aquellos en los que no hay pista de atletismo, donde el espectador echa prácticamente su aliento en el cogote del jugador, éste siente la presión y el campo se convierte en una caldera. Puede distinguir quién le aplaude y quien le insulta.

Algo parecido pasa en los coros cuando el público está tan cerca del escenario que puede ver la expresión de su cara. Claro que en un concierto, muy mal se tiene que dar para que te insulten.

Comienza la actuación. La gente aplaude. La gente siempre aplaude. Más aplausos no siempre significan más éxito. La mayor parte de las veces jugáis en casa, o jugando fuera, os acompañan tal cantidad de seguidores que es como si fuerais el equipo local. Por eso conviene fijarse en otros indicadores.

Estás atento al director y a la partitura, pero también miras para alguna cámara que anda por ahí haciendo fotos o vídeos, porque si Julio Iglesias se cuida muy mucho para que no lo saquen por la parte mala, no vas tú a ser menos aunque no tengas parte buena.

Va saliendo todo bastante bien. Como en la segunda fila ves a Mino, un jefe de estación que tuviste cuando eras joven, y que siempre acude a todos los conciertos de La Calzada, te fijas en él y de paso en todos los de su fila. Ves allí a una señora de tu edad o algo mayor que tú, de pelo muy negro y liso, ojos también negros, delgada, con unas facciones que podrían ser las de una andaluza racial. La observas porque miras más para las guapas que para las feas.

Avanza el concierto. Dicen los teóricos de clases y ponencias, que cuando el conferenciante se dirige a un grupo, le conviene fijarse en alguien concreto del público para que le sirva de referencia, alguien que asienta a lo que va diciendo. Si miras mucho a una persona, o baja la mirada o acabará asintiendo con la cabeza. Si baja la mirada, el ponente buscará otra referencia. Si asiente, ya encontró el clavo al que agarrarse.

Claro, eso vale para dar una clase o una conferencia. Si cantas en un coro y miras para alguien del público no vas a esperar que asienta porque tú lo miras a él, o a ella, pero no pretenderás que él o ella te miren a ti porque ni tienes la voz de Plácido Domingo ni el porte de George Clooney.

Si eso ocurre en los primeros compases del BEGIN THE BEGUINE y ves que a la morena se le humedecen los ojos, mientras repartes las miradas en el director, la partitura y ella, te estás imaginando su vida. A su lado se sienta un caballero de pelo cano de muy buen porte. No sabes si querría volver a empezar con él o querría volver a empezar con otro, porque volver a empezar puede significar las dos cosas, bien repetir la experiencia, rebobinar, o bien borrar el pasado y volver a empezar de nuevo. Antes de terminar la canción ves que coge un pañuelo y se seca una lágrima. En ese momento ya no sabes si estás en la primera letra del BEGIN o en la segunda porque estás perdido en ensoñaciones y, como eres de lágrima fácil, también se te humedecen los ojos. Evitas males mayores mirando para el director, que es para donde hay que mirar. Menos mal que llegan el compás final y los agradecidos aplausos.

Cuando finaliza la canción recuerdas que al salir del Auditorio de Oviedo, en donde también tu coro la cantó recientemente, alguien te dijo que se había emocionado porque hacía tiempo que no la escuchaba.

Volviendo a la morena del segundo banco, más bien te parece que se acuerda de otro, pero son impresiones. Cuando finalice el concierto, la verás en la calle, alejándose de la iglesia, a la par que su compañero de audición. Ves que no van del brazo ni de la mano y entonces te imaginas que la morena de las lágrimas querría volver a empezar.

Termina el concierto y cuando las filas de delante se van retirando del altar-escenario te das cuenta de que en el primer banco lateral estaba la Alcaldesa de Gijón, a la que no habías visto hasta ese momento, y eso que habías leído en la prensa que iba a asistir porque las elecciones municipales son a finales de este mes.

Mientras embocas el camino de la sacristía-camerino piensas que el concierto consiguió su objetivo porque si la música, como el arte, pretenden agitar sentimientos, alguien se emocionó, aunque fuera una sola persona.

Y de eso se trataba. Como en el caso Sodoma y Gomorra, a las que Yahvé habría librado de la quema si hubiera habido un solo hombre bueno.

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