Quien te iba a decir cuando te levantaste que ibas a tener un día mitinero. Hubo una premonición que no supiste interpretar. Mientras te afeitas a veces tienes la tele puesta y si oyes alguna noticia, sales al hall brocha en mano. Buscas a propio intento una televisión local o regional por si dice algo más detallado del tiempo, porque dudas si llevar más ropa de abrigo que una chaqueta. Al final pondrás la gabardina porque llueve y la temperatura es de once grados.
En el canal que habías elegido no hablaron del tiempo, que es lo que buscabas, porque estaban con los espacios electorales gratuitos. Precisamente por eso tuviste la oportunidad de ver a un conocido que se presenta de número 1 por el PP para un ayuntamiento próximo a Oviedo. Por ser él, te quedas a ver lo que dice y cómo lo dice. No recuerdas bien el mensaje pero sacas la conclusión de que en ese ayuntamiento, gobernado actualmente por el Partido Socialista, están las cosas muy mal, y deben estar pésimamente porque el aspirante está muy enfadado. Solo sonríe al final para pedir el voto. No le tendrás en cuenta el cabreo.
Durante el día te olvidaste de las elecciones.
Serían las seis y media de la tarde cuando oyes desde la fotocopiadora que un compañero se marcha, que va a ver a Zapatero. Sales a la sala administrativa general y preguntas ¿pero hoy está Zapatero en Oviedo? Está.
Para confirmarlo entras en internet. Efectivamente, está anunciado para las siete y media. Quieres verlo a él pero también te gustaría observar como se desenvuelve Paloma Sáinz, la candidata socialista, que sería la primera en intervenir. Dudas si ir, estás a punto de no ir, tenías intención de echar hoy unas horas porque tienes trabajo pendiente, pero vas cerrando los programas y recogiendo la mesa y a las siete de la tarde estás saliendo.
De camino llamas a tu hija por si quiere ir y te dice que no, que está liada con el máster. Claro, seguramente el programa de un máster de economía es distinto del programa electoral del Partido Socialista. Con tu mujer no lo intentas. Tendría que haber un anuncio de guerra civil, y no exageras, porque la guerra de Irak y sus mentiras fue lo que la movió a votar por última vez.
Camino del mítin, ves a un ex- concejal socialista de Oviedo expulsado o suspendido, hablando por el móvil. En otro tiempo te lo imaginas en el servicio de orden. Lo ves, no solo en el servicio de orden, sino de mamporrero, por el parecido que tiene con Cascos.
Llegas a las siete y media al Palacio de los Deportes. Los asientos están todos ocupados, pero a ras de suelo se ve alguna calva, quizá porque coincide detrás del cajón de las televisiones.
Ves gente conocida, casualmente dos ex-alcaldes socialistas, uno de Lena, tu concejo, y el otro de Llanera, el concejo de tu mujer; ambos alejados ya de la política; también anda por allí, los tres por libre, Tolivar Alas, el candidato socialista anterior a Paloma, el penúltimo engullido por Gabino.
Aunque el mítin estaba anunciado para las siete y media, son las ocho y todavía no salió nadie, solo la música afro o brasileira atruena desde hace un rato todo el palacio para dar ambiente.
En la esperable nube de banderas blancas del Partido Socialista, ves una única bandera republicana y una única bandera de España, ésta con tres globos blancos como si fueran crespones.
En las gradas superiores, justamente en una esquina divisas a otro de los represaliados del PSOE ovetense, jubilado de tu empresa, muy conocido por sus cartas al director y por su defensa del transporte público. Desde esa posición divisa y es divisado y no sabes a ciencia cierta por cuál de esos dos motivos eligió ese lugar tan esquinado. Otro día meditarás en voz alta sobre la difícil tarea de hacer compatible disciplina y democracia en un partido.
Comienza el mítin. Paloma lee. Te parece que está nerviosa y que se trabuca. No te extraña porque será el primer acto de masas de su vida, y posiblemente el último. Anotas en el móvil que promete nueve mil empleos para Oviedo. Hombre, contando los de la creciente Administración del Principado (que también se los apuntará el Principado), los del nuevo Hospital (que aunque muchos serán traslados geográficos, se contarán como nuevos), los que correspondan a jubilaciones que se van reponiendo, etc. En fin, que no te lo crees, que te suena a los ochocientos mil de Felipe. Deseas que vaya terminando su discurso, que en mucho pasajes resultó entre inaudible e ininteligible. Piensas si habrá algún defecto en la megafonía.
Cuando sube a la tribuna Javier Fernández, el Secretario Regional del Partido Socialista, descartas cualquier fallo de los altavoces. Javier Fernández tiene otra soltura. Por de pronto en el estrado no hay apunte alguno y tiene un verbo creíble. Recuerda la traición de Mortera, antiguo concejal socialista, ejemplo de tránsfuga, que se pasó al PP y que va para concejal de Urbanismo. Aplaudes por primera vez. Hace un juego de palabras a cuento de unas balas que compró la Policía Municipal, o más bien que pagó, porque de las balas nunca más se supo. Habla de si las balas son por lo del cerco a Oviedo y apunta que ya está bien de resucitar el lenguaje guerracivilista. Deja ahí el asunto porque se da cuenta de que no fue el alcalde de Oviedo el que resucitó la memoria histórica.
Cuando le llega el turno a Areces, ojea solo de vez en cuando algún papel, que será solo un guión, para que no se le olvide nada, que él está acostumbrado a machacar, repetir, machacar, repetir. Además de la consabida lista de actuaciones, que algunas serán verdad, y proyectos, que, como proyectos, también serán verdad, insiste, como si quisiera que fuera un eslogan, en que Asturias y PSOE son una marca. Pues nada, lo dice varias veces y a lo mejor consigue un eslogan electoral, si no para estas elecciones, para otras.
Sube ZP y llamas por el móvil a tu hija para que sienta el ambiente y los dos primeros minutos de su discurso. Destaca a Rajoy como hombre pesimista. Aplaudes. Indica sus cuatro argumentos de gobierno: ideas, palabra, verdad y respeto. Y si quieres entender aquí algo de la guerra de Irak y de las historias de Aznar, Zaplana y Acebes, lo entiendes, pero ni una alusión más ni a la guerra ni al 11-M.
Un signo de modernidad para destacar lo pedigüeño e insistente que es Tini Areces: que lo aburre con telefonazos y correos electrónicos con peticiones para Asturias.
Anuncia una primera promesa electoral: colaborar en la carretera Ponferrada-La Espina. Aplausos. Mas adelante aludirá a “la autovía que os anuncié antes” (las comillas pueden no ser literales, y si no son literales ¿para qué las pones?) de manera que no sabes si prometió carretera o autovía. Hablando del Huerna, después de meter la puya de que fue el PP el que aumentó la duración de la concesión, dardo esperable, promete una subvención progresiva para otro tipo de transportes. No concretó más. Y la gente aplaudió.
Arranca nuevos aplausos su apoyo a la escuela pública. Miras si entre los aplaudidores está el antiguo alcalde de Lena. No, no aplaude porque él trabaja en la escuela concertada. El antiguo alcalde de Llanera tampoco lo aplaude todo, ni Tolivar, solo los pasajes más, digamos, sociales. Como ya no son alcaldes ni aspiran a serlo están dispensados de ser monolíticos.
Y con el estruendo de rigor termina el mitin.
Vuelves para casa. Pasas por delante del portal del poeta y crítico García Martín, al que sorprendes en una actividad prosaica pero imprescindible: sacando la basura, una única bolsa blanca, sin reciclar, porque él lo único que recicla son las palabras.
Camino de casa, estás cerca de dos minutos parado en el semáforo que precisamente García Martín destaca habitualmente como el semáforo de General Elorza, que por lo que tarda en abrirse para los peatones, le permite incluso idear algún artículo. Como, efectivamente, dura tanto, ves al otro lado al candidato local de IU a las elecciones municipales. Está hablando con otro militante que conoces de vista y que te parece que es funcionario de Justicia. Allí se despiden. El de Justicia cruza, el candidato da la vuelta. Hablaron debajo de un rótulo de Dermofarmacia. Te parece que IU necesita algo más que maquillaje. Junto a ellos, pegados de mala manera, contra unas vallas, los carteles electorales de Rivi y Miranda, que hicieron la auténtica oposición en el Ayuntamiento de Oviedo, durante los últimos años, antes que los acabaran echando de la coalición.
La política no es solo eso pero también es eso.
En el canal que habías elegido no hablaron del tiempo, que es lo que buscabas, porque estaban con los espacios electorales gratuitos. Precisamente por eso tuviste la oportunidad de ver a un conocido que se presenta de número 1 por el PP para un ayuntamiento próximo a Oviedo. Por ser él, te quedas a ver lo que dice y cómo lo dice. No recuerdas bien el mensaje pero sacas la conclusión de que en ese ayuntamiento, gobernado actualmente por el Partido Socialista, están las cosas muy mal, y deben estar pésimamente porque el aspirante está muy enfadado. Solo sonríe al final para pedir el voto. No le tendrás en cuenta el cabreo.
Durante el día te olvidaste de las elecciones.
Serían las seis y media de la tarde cuando oyes desde la fotocopiadora que un compañero se marcha, que va a ver a Zapatero. Sales a la sala administrativa general y preguntas ¿pero hoy está Zapatero en Oviedo? Está.
Para confirmarlo entras en internet. Efectivamente, está anunciado para las siete y media. Quieres verlo a él pero también te gustaría observar como se desenvuelve Paloma Sáinz, la candidata socialista, que sería la primera en intervenir. Dudas si ir, estás a punto de no ir, tenías intención de echar hoy unas horas porque tienes trabajo pendiente, pero vas cerrando los programas y recogiendo la mesa y a las siete de la tarde estás saliendo.
De camino llamas a tu hija por si quiere ir y te dice que no, que está liada con el máster. Claro, seguramente el programa de un máster de economía es distinto del programa electoral del Partido Socialista. Con tu mujer no lo intentas. Tendría que haber un anuncio de guerra civil, y no exageras, porque la guerra de Irak y sus mentiras fue lo que la movió a votar por última vez.
Camino del mítin, ves a un ex- concejal socialista de Oviedo expulsado o suspendido, hablando por el móvil. En otro tiempo te lo imaginas en el servicio de orden. Lo ves, no solo en el servicio de orden, sino de mamporrero, por el parecido que tiene con Cascos.
Llegas a las siete y media al Palacio de los Deportes. Los asientos están todos ocupados, pero a ras de suelo se ve alguna calva, quizá porque coincide detrás del cajón de las televisiones.
Ves gente conocida, casualmente dos ex-alcaldes socialistas, uno de Lena, tu concejo, y el otro de Llanera, el concejo de tu mujer; ambos alejados ya de la política; también anda por allí, los tres por libre, Tolivar Alas, el candidato socialista anterior a Paloma, el penúltimo engullido por Gabino.
Aunque el mítin estaba anunciado para las siete y media, son las ocho y todavía no salió nadie, solo la música afro o brasileira atruena desde hace un rato todo el palacio para dar ambiente.
En la esperable nube de banderas blancas del Partido Socialista, ves una única bandera republicana y una única bandera de España, ésta con tres globos blancos como si fueran crespones.
En las gradas superiores, justamente en una esquina divisas a otro de los represaliados del PSOE ovetense, jubilado de tu empresa, muy conocido por sus cartas al director y por su defensa del transporte público. Desde esa posición divisa y es divisado y no sabes a ciencia cierta por cuál de esos dos motivos eligió ese lugar tan esquinado. Otro día meditarás en voz alta sobre la difícil tarea de hacer compatible disciplina y democracia en un partido.
Comienza el mítin. Paloma lee. Te parece que está nerviosa y que se trabuca. No te extraña porque será el primer acto de masas de su vida, y posiblemente el último. Anotas en el móvil que promete nueve mil empleos para Oviedo. Hombre, contando los de la creciente Administración del Principado (que también se los apuntará el Principado), los del nuevo Hospital (que aunque muchos serán traslados geográficos, se contarán como nuevos), los que correspondan a jubilaciones que se van reponiendo, etc. En fin, que no te lo crees, que te suena a los ochocientos mil de Felipe. Deseas que vaya terminando su discurso, que en mucho pasajes resultó entre inaudible e ininteligible. Piensas si habrá algún defecto en la megafonía.
Cuando sube a la tribuna Javier Fernández, el Secretario Regional del Partido Socialista, descartas cualquier fallo de los altavoces. Javier Fernández tiene otra soltura. Por de pronto en el estrado no hay apunte alguno y tiene un verbo creíble. Recuerda la traición de Mortera, antiguo concejal socialista, ejemplo de tránsfuga, que se pasó al PP y que va para concejal de Urbanismo. Aplaudes por primera vez. Hace un juego de palabras a cuento de unas balas que compró la Policía Municipal, o más bien que pagó, porque de las balas nunca más se supo. Habla de si las balas son por lo del cerco a Oviedo y apunta que ya está bien de resucitar el lenguaje guerracivilista. Deja ahí el asunto porque se da cuenta de que no fue el alcalde de Oviedo el que resucitó la memoria histórica.
Cuando le llega el turno a Areces, ojea solo de vez en cuando algún papel, que será solo un guión, para que no se le olvide nada, que él está acostumbrado a machacar, repetir, machacar, repetir. Además de la consabida lista de actuaciones, que algunas serán verdad, y proyectos, que, como proyectos, también serán verdad, insiste, como si quisiera que fuera un eslogan, en que Asturias y PSOE son una marca. Pues nada, lo dice varias veces y a lo mejor consigue un eslogan electoral, si no para estas elecciones, para otras.
Sube ZP y llamas por el móvil a tu hija para que sienta el ambiente y los dos primeros minutos de su discurso. Destaca a Rajoy como hombre pesimista. Aplaudes. Indica sus cuatro argumentos de gobierno: ideas, palabra, verdad y respeto. Y si quieres entender aquí algo de la guerra de Irak y de las historias de Aznar, Zaplana y Acebes, lo entiendes, pero ni una alusión más ni a la guerra ni al 11-M.
Un signo de modernidad para destacar lo pedigüeño e insistente que es Tini Areces: que lo aburre con telefonazos y correos electrónicos con peticiones para Asturias.
Anuncia una primera promesa electoral: colaborar en la carretera Ponferrada-La Espina. Aplausos. Mas adelante aludirá a “la autovía que os anuncié antes” (las comillas pueden no ser literales, y si no son literales ¿para qué las pones?) de manera que no sabes si prometió carretera o autovía. Hablando del Huerna, después de meter la puya de que fue el PP el que aumentó la duración de la concesión, dardo esperable, promete una subvención progresiva para otro tipo de transportes. No concretó más. Y la gente aplaudió.
Arranca nuevos aplausos su apoyo a la escuela pública. Miras si entre los aplaudidores está el antiguo alcalde de Lena. No, no aplaude porque él trabaja en la escuela concertada. El antiguo alcalde de Llanera tampoco lo aplaude todo, ni Tolivar, solo los pasajes más, digamos, sociales. Como ya no son alcaldes ni aspiran a serlo están dispensados de ser monolíticos.
Y con el estruendo de rigor termina el mitin.
Vuelves para casa. Pasas por delante del portal del poeta y crítico García Martín, al que sorprendes en una actividad prosaica pero imprescindible: sacando la basura, una única bolsa blanca, sin reciclar, porque él lo único que recicla son las palabras.
Camino de casa, estás cerca de dos minutos parado en el semáforo que precisamente García Martín destaca habitualmente como el semáforo de General Elorza, que por lo que tarda en abrirse para los peatones, le permite incluso idear algún artículo. Como, efectivamente, dura tanto, ves al otro lado al candidato local de IU a las elecciones municipales. Está hablando con otro militante que conoces de vista y que te parece que es funcionario de Justicia. Allí se despiden. El de Justicia cruza, el candidato da la vuelta. Hablaron debajo de un rótulo de Dermofarmacia. Te parece que IU necesita algo más que maquillaje. Junto a ellos, pegados de mala manera, contra unas vallas, los carteles electorales de Rivi y Miranda, que hicieron la auténtica oposición en el Ayuntamiento de Oviedo, durante los últimos años, antes que los acabaran echando de la coalición.
La política no es solo eso pero también es eso.
1 comentario:
Qué bueno. He puesto nombre a todos esos candidatos de las fotos que he visto este domingo en Oviedo. Me impactaron los de "Damos la cara". Eran como los más próximos al pueblo. Tenían pinta de guerrilleros. Mi voto iría para ellos. Dando la cara.
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