¿Para quién escribes? No lo tienes nada claro. Escribes para ti mismo y para cuatro amigos y no estás seguro de si el orden anterior es el correcto o es al revés. Guardas un gran recuerdo de otra época anterior en la que escribiste un diario, hará de eso más de treinta años. No puedes asegurar ahora durante cuánto tiempo escribiste entonces, quizá un año, quizá dos, no mucho más. De todos modos, aquellos cuadernos acabaron en el fuego, aunque no sabes si alguno quedará escondido en algún armario o en alguna mesita de noche.
Entonces, sin duda, escribías para ti mismo y aquella experiencia te sirvió para aclarar ideas, incluso para definir opciones de vida futura. Tomaste alguna decisión trascendental mientras escribías, mientras la escribías, y quizá porque la escribías. Hablamos de enero de 1975. Cuando terminabas de escribir podías decirte: esto es exactamente lo que piensas y lo que sientes. Y Buridán tiene hasta esa duda: no sabes si en aquellas palabras había más pensamiento o más sentimiento.
Tampoco recuerdas si escribías directamente en cuadernos de rayas de pasta azul clara o lo hacías en un borrador. Crees recordar que lo hacías directamente. Tenías que pensar mejor las frases porque no tenían vuelta atrás y no ibas a llenar el cuaderno de tachaduras. No eras un escritor y ningún crítico literario iba a examinar los devaneos de tu estilo analizando el proceso de elaboración, por qué pasaste de una activa a una pasiva, por qué cambiaste un “no obstante” por un “sin embargo”. Más bien si alguien husmeaba en aquellos cuadernos podía pensar que eras un chapuzas o que no te aclarabas, y seguramente tendría razón.
Sin embargo, ahora, al escribir a ordenador no te preocupa equivocarte, retroceder, volver a empezar. Imprimes el borrador, lo corriges a mano, lo retocas, lo vuelves a imprimir, hasta que lo grabas y lo cuelgas.
En resumen, no puedes responder a la pregunta inicial: no sabes para quién escribes.
Intentemos otra pregunta ¿Por qué escribes? Tampoco lo sabes, pero un buen día te dicen que una empresa o incluso varias y hasta alguna Administración Pública pueden patrocinar y difundir tu blog. Ni siquiera preguntas por la parte positiva y ya te estás imaginando la negativa. Si aceptas, aumentarán lectores e ingresos, que no echas -los últimos- en falta en absoluto, y disminuirá tu libertad de expresión, ahora solo limitado por la ley y por algún género de autocensura, y ya te parecen límites bastantes.
En el siempre inestable equilibrio entre seguridad y libertad, en esta batalla te inclinas por la libertad. En otras, Dios dirá, porque, como no eres un juez americano, no estás vinculado por los precedentes.
2007/05/12
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