A través del cristal de esta ventana desde la que escribes observas a los turistas (no a estas horas) acercarse a la Foncalada. La Foncalada es un pequeño edificio prerrománico encajonado entre otros de este siglo. Foncalada, fons incallata, fuente calada, hundida, por debajo del nivel de otros edificios. Siempre fue así, de ahí el nombre.
La Foncalada es Patrimonio de la Humanidad. Está cerca de la calle Gascona, la calle de las sidrerías, pero alrededor todo son edificios más o menos convencionales, corrientes y molientes, años sesenta y setenta, de manera que la Foncalada desentona, o quizá desentonan los edificios porque ella estaba antes. Te recuerda a esos coches del prau de la fiesta que parecen estar mal estacionados ahora, pero habría que ver cómo era su disposición unas horas antes. Todo hay que verlo con perspectiva, la diacronía.
Pues bien, en la parte posterior de la Foncalada, la parte que da a la calle dispusieron un pequeño atril que describe brevemente la Fuente e incluye un dibujo de cómo es la fachada principal, pero la mayor parte de los turistas, que habrán caminado un buen trecho para llegar hasta allí (porque por los alrededores no hay ningún otro elemento turístico visitable) se conforman con una rápida mirada al dorso y a la leyenda del atril, y con la misma se dan media vuelta a ver otro mural. Son pocos los que bajan las escaleras a contemplar la parte noble de la Foncalada, la que incluye la cruz de la Victoria (saludos, Victoria) labrada en piedra “Hoc signo tuetur pius, hoc signo vincitur inimicus”, algo así como “por esta señal muere el pío, con esta señal es vencido el enemigo”, pero se admiten sugerencias en la traducción.
Después de una mañana ajetreada (malo si no fuera así) te pegas una escapada hasta El Fontán, te sientas en tu esquina preferida a contemplar al personal, pides una sidra y un pinchu de picadillo y ya tienes contento el cuerpo y el ánimo para dar una vuelta por la catedral, que en verano está abierta al mediodía para los turistas y para ti, con lo que puedes disfrutar de lo que más te gusta de la catedral: la diaria, las losas, la luz, el silencio.
3 comentarios:
Hola, Luis Simón.
El título es el adecuado: Turistas. No pongo desprecio en ello ni animadversión (yo misma soy turista en ocasiones). Pero hay matices que diferencian al turista del viajero.
El turista visita la ciudad (o una parte que le sugirieron con un "no te lo puedes perder")y no faltará entre sus visitas la catedral. Por fuera, con toda seguridad. Aunque sea un vistazo rápido que le permita contar: "la vi". Pero dudo de que ponga toda su ilusión en verla con detenimiento, situarla en la época y recrearse.
Tal vez es más urgente el vermut,nada despreciable por otra parte y complemento ideal, junto con la gastronomía, en el viaje. Pero puede que sea una cuestión de prioridades.
Si alguien le pregunta al turista si vio la Foncalada, podrá decir que si lo hizo.
Tú sabes que no fue así pero él lo ignora.
Saludos a ti también
Una cosa es mirar, otra ver y otra muy diferente contemplar. Tu contemplas, lo aprendistes y esa capacidad una vez adquirida no se olvida.
Contemplar nos lleva al ánimo, al disfrute y al goze.
Gracias por tus contemplaciones.
PD: Aunque a mi no me contestes, ya formamos un circulo (abierto).
E imaginarte a La Regenta (o a directamente a la tu aitanina) con cara de musga paseando por la Catelán...
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