2009/07/01

EL CUERPO A CUERPO: FILOSOFÍA BARATA

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Hoy hacía excesivo calor en Oviedo. Tanto tiempo quejándose del frío y de la lluvia y ya se ve a la gente harta del bochorno, pero así somos, que de todo nos cansamos. Buen día, en definitiva, para ir al Fontán, y no se pueden desaprovechar las oportunidades, que esto son cuatro días.

Ves allí a tus amigos Manolo y Flor, que están dándole, supones, al menú del día. Te preguntan si terminaste las morcillas de Burgos que os dieron hace tres semanas en esa comida de la promoción en la villa castellana, y les dices que sí, que precisamente esta semana, que tienes que aprovechar algún día que tu mujer no come en casa por aquello del aroma que dejan las morcillas. Si es que en la ciudad nos volvimos de un finolis… ¡Qué tiempos aquellos en los que se olía a cucho o mismamente al fumo de la cocina de leña y no se tenía por marranos a los olorosos!.

Le dices a tu mujer al llegar a casa que te encontraste con esos amigos y te pregunta si se te interesaste por los exámenes de su hija.

No se te ocurrió ni se te ocurrirá preguntar a unos padres qué tal le va a los hijos, salvo que sepas que son absolutamente brillantes. No quieres pillarlos en contradicciones, o ver que se dan con el codo, o comprobar cómo empiezan a matizar. Hay cuestiones, las de los hijos, por ejemplo, que hay que indagar por separado, como en los juicios, que atesoran una experiencia de siglos en interrogatorios, y por algo será.

Por la tarde te rescatan del trabajo oficinesco, y dicho va dicho viene, te enteras de cómo un compañero hace años no se habla con otro porque le pidió un cambio de turno estando con un grupo.

Lo dicho, donde esté el cuerpo a cuerpo...

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