Lees en un viejo Magazine un artículo de Lucía Etxebarría titulado GERNIKA, que por cierto, te cuesta todavía escribirlo así. Cuenta en él una historia pesonal y su vivencia del cuadro. Su padre sufrió desde Bermeo, a quince kilómetros de Guernica, los estruendos del bombardeo. Con el tiempo compró una reproducción del cuadro de Picasso y tuvo la feliz idea de colgarlo en la habitación infantil de Lucía. Por poco le causa otro trauma a la niña. Cuenta ahora Lucía, quizá con una exageración literaria que le permitimos, que "gracias a Dios, a esa casa sólo íbamos a pasar las vacaciones, porque a mí la pintura me causaba auténtico pavor, y por las noches me dormía de cara a la pared para evitar su visión".
Sigue Lucía: "Este es un ejemplo clarísimo de cómo el arte se construye en doble dirección: la intención del artista se completa con la percepción del espectador (...) en mi caso, por mucho que me digan que el Guernica es una obra maestra, odio el cuadro con todo mi corazón".
Estás con Lucía y no sólo en el arte. En alguna ocasión tienes escrito que en Derecho se distingue entre la voluntad de la ley y la voluntad del legislador, pero ahora estábamos hablando del arte y de sus sensaciones.
El Guernica fue un icono para ti. En tu habitación juvenil tuviste una imagen del Che Guevara. Más adelante, en una visita al Museo del Prado (ya lucía el cuadro en el Caserón del Buen Retiro) trajiste una reproducción de Guernica que vigiló desde lo alto tus últimos años de carrera y buena parte de los estudios de tu hija, hasta que una reforma de la casa obligó a perder espacios de pared para ganar estanterías. El Guernica sufrió un triste exilio en el trastero. Hace unos años lo recuperaste y lo tienes frente a ti en la oficina supervisando ásperas y desiguales carpetas A-Z. Seguramente no será un cuadro de los que abundan en espacios burocráticos, pero allí está.
Por cierto, a tu hija no debió ocasionarle ningún trauma porque alguien que ella quiere le regaló no hace nada una reproducción del cuadro de Picasso. En definitiva, tiene razón Lucía Etxebarría y cada espectador es un mundo.
3 comentarios:
No puede llamarse casualidad porque esto, creo yo, debía ser común a muchos, entre los que posiblemente nos encontremos tú y yo.
Yo también tuve un póster del Che en mi habitación.
¡¡Y una reproducción del Gernika comprada en el mismo sitio en el que tú la adquiriste.!!
Hace sólo un par de años que la quité de la pared de la que colgaba para poner una serie fotográfica sobre bosques de Asturias.
De momento está pasando un "buen retiro". Pero siempre cabe ser recuperada y volver a la actividad.
¡¡A seguir disfrutando del sol!!
Mi hijo debe su nombre a la admiración que yo, su madre, sentía por Víctor Jara. Somos hijos de nuestro tiempo de alguna manera.
Me trae buenos recuerdos, como cuadro estético, no como lo q significa, siento este comentario tan vacío!
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