Don Anselmo fue el último cura que regentó las parroquias de Las Puentes y de Cabezón.
Acudiste al funeral presidido por el Arzobispo en la iglesia de San Juan. Con ocasión de la actuación de tu coro en la catedral hace unos días, el Arzobispo aludió en aquella homilía al origen de los Nacimientos, ideados por San Francisco de Asís, fundador de la orden a la que pertenece el prelado. En el funeral volvió a aludir a San Francisco, en este caso para recordar una frase que el oficiante del funeral de su joven madre pronunció recordando otra de San Francisco: que a la muerte de una persona los hombres harán muchos juicios, a lo mejor tantos juicios como hombres, pero que el juicio que vale es el de Dios.
No te sueles poner en plan teológico en estos comentarios a vuelapluma, y en este caso tampoco, solamente quieres dejar constancia de que tú estabas pensando precisamente en lo contrario: en el juicio de los hombres, y ahí habrá división de opiniones. Tú escribirás de la tuya, que seguramente no coincidirá con la de algunos.
Don Anselmo ofició el funeral de tu padre en el Tanatorio de los Arenales antes de que la Diócesis los prohibiera. No cobró nada. Le dedicó unas palabras sentidas, de las que ya no te acuerdas, ¿cómo sabes que eran sentidas si no te acuerdas? El carril de los sentimientos no siempre avanza en paralelo con el de la razón, ni siquiera con el de las mayorías.
Don Anselmo acudió varias veces a visitar a tu padre a su casa de Naveo y eso que tu padre le decía cariñosamente que estaba hecho un pajarete. Estarán perdonados uno y otro.
Don Anselmo, además, era abogado en ejercicio y como tal, no rechazaba ningún caso porque, te decía, el mercado estaba difícil. No incumplió ningún precepto de la deontología del abogado.
Aunque siempre te mantuviste bastante al margen de las cuestiones económicas o de gestión, que muchas veces sirven para mancharse las manos y las mentes, alguna vez comentaste algún aspecto y siempre lo justificó con algún argumento.
Esa es tu experiencia, y de ahí tu juicio y tu opinión.
Descanse en paz.
Acudiste al funeral presidido por el Arzobispo en la iglesia de San Juan. Con ocasión de la actuación de tu coro en la catedral hace unos días, el Arzobispo aludió en aquella homilía al origen de los Nacimientos, ideados por San Francisco de Asís, fundador de la orden a la que pertenece el prelado. En el funeral volvió a aludir a San Francisco, en este caso para recordar una frase que el oficiante del funeral de su joven madre pronunció recordando otra de San Francisco: que a la muerte de una persona los hombres harán muchos juicios, a lo mejor tantos juicios como hombres, pero que el juicio que vale es el de Dios.
No te sueles poner en plan teológico en estos comentarios a vuelapluma, y en este caso tampoco, solamente quieres dejar constancia de que tú estabas pensando precisamente en lo contrario: en el juicio de los hombres, y ahí habrá división de opiniones. Tú escribirás de la tuya, que seguramente no coincidirá con la de algunos.
Don Anselmo ofició el funeral de tu padre en el Tanatorio de los Arenales antes de que la Diócesis los prohibiera. No cobró nada. Le dedicó unas palabras sentidas, de las que ya no te acuerdas, ¿cómo sabes que eran sentidas si no te acuerdas? El carril de los sentimientos no siempre avanza en paralelo con el de la razón, ni siquiera con el de las mayorías.
Don Anselmo acudió varias veces a visitar a tu padre a su casa de Naveo y eso que tu padre le decía cariñosamente que estaba hecho un pajarete. Estarán perdonados uno y otro.
Don Anselmo, además, era abogado en ejercicio y como tal, no rechazaba ningún caso porque, te decía, el mercado estaba difícil. No incumplió ningún precepto de la deontología del abogado.
Aunque siempre te mantuviste bastante al margen de las cuestiones económicas o de gestión, que muchas veces sirven para mancharse las manos y las mentes, alguna vez comentaste algún aspecto y siempre lo justificó con algún argumento.
Esa es tu experiencia, y de ahí tu juicio y tu opinión.
Descanse en paz.
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