Entiéndase que en este caso España es la selección española de fútbol, pero gana la selección, gana España y gana la idea de España.
Aprovechas para reflexionar sobre el triunfo de los modestos sobre los mitos.
Te amoldas para ver el partido de semifinales contra Alemania donde sea y con quien sea, en este caso habías quedado con tu mujer en verlo en algún sitio por determinar, seguramente una sidrería, pero se decidiría sobre la marcha, después de unas horas de oficina. Coincide que tu mujer había quedado también con el jefe y el jefe con su mujer y ésta con la hija de ambos. Cinco, ya érais un equipo de baloncesto, pero de lo que se trata es de ver un partido de fútbol. Aquí ya no valen individualidades, yo quiero ir aquí, yo allá, uno sidra, otro vino, otro cerveza, comienza a ser importante el trabajo en equipo, eso en lo que últimamente destaca España, ti-ki-ta-ka, ti-ki-ta-ka.
A veces se hace de la necesidad virtud. Yendo con mayoría femenina hay que buscar algún sitio sentados y esos bares en los que habíais pensado están completos. No hay más remedio que acudir a uno de reserva, pero en este momento te acuerdas de que los reservas sacaron adelante a la selección en este mundial. ¡Arriba los segundones!
Vas a uno de esos bares en los que no habías entrado nunca, que no se benefician ni del tirón de otros establecimientos próximos, esos que miras desde la acera, los ves largos, profundos, misteriosos, y pasas de largo, pero eran las ocho y veinte y no era el momento de despreciar un sitio sentado que tuviera televisión.
Os trataron a cuerpo de rey, el que quiso un Ribera, un Ribera a buena temperatura, las cervezas fresquitas, los pinchos abundantes, la sidra de Herminio en su punto, servida con regularidad y sin agobios, culinos pequeños para el que los quería pequeños, y pinchos calientes de costillas y de jamón y queso a menudo, detalle de la casa. Digamos el nombre: la sidrería SANTA CLARA en la calle de su nombre.
Entre jugada y jugada os preguntáis ¿qué diferencia hay entre el éxito y el fracaso? En la selección y en los bares.
Mientras tanto España, ti-ki-ta-ka, ti-ki-ta-ka, se va aproximando. Mediada la segunda parte, ves que tiene que caer un gol, es el cántaro a la fuente o, mejor, es la fruta madura, tiene que caer. Y cayó.
De todas las fotos del partido te quedas con la de la portada de EL PAÍS: Puyol con la melena al viento con la marca del cabezazo en la frente, Sergio Ramos queriendo tocar la gloria, Piqué que no puede detener la carrera de Puyol y a punto estuvo de molestar el imponente salto de Puyol si no viniera embalado desde atrás, Villa con la boca abierta de gOl. Y, Klose, el alemán con la cara de alemán, de nuestros serios y admirados alemanes, también de figura de El Greco, de nuestros admirados Quijotes.
Salisteis a celebrarlo porque había ganado España y porque, como dijo algún articulista, hay una nueva generación de españoles que nacieron después de la dictadura y que lucen la bandera sin complejos. Es una suerte que todos los goles de la selección los hayan marcado jugadores del Barça.
Te ríes de los que se ríen de fútbol, como si todo el teatro, todo el cine, todas las novelas fueran maravillosas. Es verdad que con las victorias de España no se acaba el paro, y que Zapatero no tendrá ni arte ni parte, pero ya es casualidad, que los mayores triunfos de la selección hayan sido con Zapatero.
Unos parientes de Argentina te mandaban por correo electrónico sendos gritos de ánimo para cada victoria de la selección. Decían ARRIBA ESPAÑA. Quizá allá (“asyá”) no sepan qué significa para nosotros ARRIBA ESPAÑA, que no la concebimos aislada de VIVA FRANCO.
Para la final, te vas a vestir, por primera vez en tu vida, con una bandera de España. Quizá grites también ¡ARRIBA ESPAÑA!
Aprovechas para reflexionar sobre el triunfo de los modestos sobre los mitos.
Te amoldas para ver el partido de semifinales contra Alemania donde sea y con quien sea, en este caso habías quedado con tu mujer en verlo en algún sitio por determinar, seguramente una sidrería, pero se decidiría sobre la marcha, después de unas horas de oficina. Coincide que tu mujer había quedado también con el jefe y el jefe con su mujer y ésta con la hija de ambos. Cinco, ya érais un equipo de baloncesto, pero de lo que se trata es de ver un partido de fútbol. Aquí ya no valen individualidades, yo quiero ir aquí, yo allá, uno sidra, otro vino, otro cerveza, comienza a ser importante el trabajo en equipo, eso en lo que últimamente destaca España, ti-ki-ta-ka, ti-ki-ta-ka.
A veces se hace de la necesidad virtud. Yendo con mayoría femenina hay que buscar algún sitio sentados y esos bares en los que habíais pensado están completos. No hay más remedio que acudir a uno de reserva, pero en este momento te acuerdas de que los reservas sacaron adelante a la selección en este mundial. ¡Arriba los segundones!
Vas a uno de esos bares en los que no habías entrado nunca, que no se benefician ni del tirón de otros establecimientos próximos, esos que miras desde la acera, los ves largos, profundos, misteriosos, y pasas de largo, pero eran las ocho y veinte y no era el momento de despreciar un sitio sentado que tuviera televisión.
Os trataron a cuerpo de rey, el que quiso un Ribera, un Ribera a buena temperatura, las cervezas fresquitas, los pinchos abundantes, la sidra de Herminio en su punto, servida con regularidad y sin agobios, culinos pequeños para el que los quería pequeños, y pinchos calientes de costillas y de jamón y queso a menudo, detalle de la casa. Digamos el nombre: la sidrería SANTA CLARA en la calle de su nombre.
Entre jugada y jugada os preguntáis ¿qué diferencia hay entre el éxito y el fracaso? En la selección y en los bares.
Mientras tanto España, ti-ki-ta-ka, ti-ki-ta-ka, se va aproximando. Mediada la segunda parte, ves que tiene que caer un gol, es el cántaro a la fuente o, mejor, es la fruta madura, tiene que caer. Y cayó.
De todas las fotos del partido te quedas con la de la portada de EL PAÍS: Puyol con la melena al viento con la marca del cabezazo en la frente, Sergio Ramos queriendo tocar la gloria, Piqué que no puede detener la carrera de Puyol y a punto estuvo de molestar el imponente salto de Puyol si no viniera embalado desde atrás, Villa con la boca abierta de gOl. Y, Klose, el alemán con la cara de alemán, de nuestros serios y admirados alemanes, también de figura de El Greco, de nuestros admirados Quijotes.
Salisteis a celebrarlo porque había ganado España y porque, como dijo algún articulista, hay una nueva generación de españoles que nacieron después de la dictadura y que lucen la bandera sin complejos. Es una suerte que todos los goles de la selección los hayan marcado jugadores del Barça.
Te ríes de los que se ríen de fútbol, como si todo el teatro, todo el cine, todas las novelas fueran maravillosas. Es verdad que con las victorias de España no se acaba el paro, y que Zapatero no tendrá ni arte ni parte, pero ya es casualidad, que los mayores triunfos de la selección hayan sido con Zapatero.
Unos parientes de Argentina te mandaban por correo electrónico sendos gritos de ánimo para cada victoria de la selección. Decían ARRIBA ESPAÑA. Quizá allá (“asyá”) no sepan qué significa para nosotros ARRIBA ESPAÑA, que no la concebimos aislada de VIVA FRANCO.
Para la final, te vas a vestir, por primera vez en tu vida, con una bandera de España. Quizá grites también ¡ARRIBA ESPAÑA!
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