Lees un artículo del cocinero Santi Santamaría elogiando las sopas de sobre, que su madre preparaba con cariño para los días de fiesta. “Desde luego, mi madre, agotada después de pasarse toda la semana entre los telares de la fábrica en la que trabajaba, tenía todo el derecho a recurrir a las sopas de sobre para tener tiempo para sus cosas los días de fiesta”.
Te cae bien este cocinero tan alejado de minimalismos y sofisticaciones. Dicen que en su restaurante no se sale con hambre.
Santamaría es un líder en la lucha contra los complejos. Cuando terminas el artículo, levantas la vista y ves a niños de tres, de cinco, de siete, de de diez años, y algún adulto o adulta, entretenerse con juegos sencillos, llenar de arena sus calderos y darles la vuelta formando un cono truncado, afanarse con la pala en hacer un pozo e intentar inútilmente llenarlo de agua, construir un fuerte con fosos y empalizadas, adentrarse en el agua con una red para pescar algún mínimo e incomestible pececillo.
Esos niños guardarán para siempre en su memoria el recuerdo de esos días. Cuando pasen unos años buscarán playas desiertas de fina arena y renegarán de la saturación de Benidorm, de hamburguesas y fritangas, del nocturno chunda chunda.
Más adelante, cuando se les hayan curado todos los complejos y den por visto el mundo, volverán a Benidorm, a sus playas atestadas, a los puestos callejeros, a disfrutar con el montaje de los trileros, a entretenerse comentando si los retratistas de calle aciertan con la fisonomía de los que posan en la noche, a tomar un agua de Valencia entretenidos en ver el paso de la gente. En ese momento volverán a valorar la sopa de sobre, como Santi Santamaría. “Gracias, madre, por tu sopa de sobre: nunca me supo a grasa industrial porque en ella encontré siempre el humo del amor”.
1 comentario:
oy q bonito! Benidorm es lo más!
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