Hablabas estos días de la decepción de La Barca sin pescador. Así y todo, algo te quedó. Ricardo Jordán, el protagonista sin escrúpulos, a punto de bancarrota, decidió salvarse de la quiebra pulsando un botón aunque esa acción ocasionara la muerte a un desconocido en las antípodas. Al final resulta que murió un pescador, que dejó barca huérfana, pero no fue por su pulsación, sino por un ataque de celos de otro marinero. Da lo mismo porque Jordán hizo todo lo posible. En Derecho, sería un homicidio frustrado, que solamente se castiga con una escala menos que el homicidio consumado.
Hoy cometiste un pecado frustrado. Intentaste entrar en el mítin de Mariano Rajoy en Oviedo. Llegaste hasta la puerta pero no había sitio.
Acudir a algún mitin en las campañas electorales es un rito que no quieres perder aunque tienes bastante decidido el sentido del voto. En las anteriores elecciones municipales no se te arregló, y en esta campaña vas por el mismo camino.
En este caso, más que al mitin de un partido, ibas a ver al más que probable presidente del Gobierno. Curioso que muestres algún reparo moral por ir a un mitin de un partido, de ese partido u otros partidos hermanos ahora separados, y no lo tengas en acudir a un imposible acto público del presidente del Gobierno o del presidente autonómico. Imposible porque ¿cuándo se dirige a las masas el Presidente que no lleve enfundado el uniforme del partido? ¿en un frío acto institucional?
Es curioso, pero si de casualidad vieras a Rajoy o a un político español, pongamos, en la ceremonia de los Premios Príncipe de Asturias, lo asociarías indefectiblemente a un partido. Por el contrario, si vieras al Primer Ministro de Francia, Argentina o las Islas Filipinas, serían eso y te importaría bien poco el partido al que pertenecen y si son de izquierdas o de derechas.
2011/11/15
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